La presión del presidente de EEUU ha conseguido lo contrario de lo que buscaba. Ha acelerado un acercamiento entre tres gigantes que, pese a sus recelos mutuos, han encontrado en la necesidad de resistir a EEUU un terreno común que ya empieza a redefinir la balanza de poder mundial.
Pese a las quejas de Ucrania y de los países europeos, la realidad es que existe una gran dependencia militar de EEUU. Esta situación le otorga a Trump un control total sobre las conversaciones de paz con Putin.
“EEUU dijo que si Rusia no aceptaba un alto el fuego habría consecuencias. Queremos ver esas consecuencias”, dice la jefa de la diplomacia europea, la exprimera ministra de Estonia, Kaja Kallas.
Lo único claro es que Turquía se ha convertido, una vez más, en un actor relevante en el tablero geopolítico internacional.
Después de algunas reuniones con altos ejecutivos de compañías americanas, que han advertido los potenciales efectos de los aranceles en las cadenas de suministro, y de las presiones del lobby de Wall Street, Trump lanza mensajes de moderación sobre la guerra comercial.