30Nov

Vivienda y salud, protegidas por barreras estructurales, oligopolios y rigideces institucionales, se encarecen año tras año. La educación, que antes era un ascensor social accesible, se ha convertido en una montaña imposible para millones de jóvenes.

Miguel Ángel Valero

Hay una fractura generacional que explica muchas discusiones sobre economía: los 'boomers' (o 'baby boomers' son la generación nacida aproximadamente entre 1946 y 1964, coincidiendo con el gran aumento de la natalidad tras la Segunda Guerra Mundial en muchos países occidentales, aunque en España se suele ampliar desde finales de los 50 a mediados de los 70 para ajustarlo al patrón propio de crecimiento demográfico) crecieron en un mundo donde los artículos de lujo eran realmente caros y las necesidades básicas eran asequibles. 

Ese mundo ya no existe. Los datos del Bureau of Labor Statistics de EEUU lo muestran de forma brutal: desde el año 2000, lo que más se ha encarecido no son los caprichos, sino los pilares de la vida cotidiana. Mientras los servicios hospitalarios, la educación universitaria, las guarderías o la vivienda se han disparado entre un 70% y más de un 200%, categorías que antes se consideraban 'lujosas' (televisores, software, juguetes, servicios de telefonía) se han abaratado entre un 50% y un 90%. El televisor que en los 80 era símbolo de estatus hoy vale menos que una cita rutinaria en un hospital. La educación, que antes era un ascensor social accesible, se ha convertido en una montaña imposible para millones de jóvenes. Y criar a un hijo cuesta más que nunca en términos reales.

El resultado es chocante para quien mira el mundo con el prisma del pasado. Un 'boomer' ve a un joven con un móvil de última generación y piensa que está tirando el dinero. Pero ese mismo móvil es hoy muchísimo más barato, en términos relativos, que la vivienda, la sanidad o los estudios. No es un lujo: es una herramienta de supervivencia en un mercado laboral digitalizado. 

En cambio, las auténticas necesidades (un techo, salud, formación) se han convertido en bienes de lujo. Esto cambia por completo la conversación sobre esfuerzo, ahorro y meritocracia. No es que las nuevas generaciones gasten mal; es que el tablero está inclinado contra ellas. Los consumibles tecnológicos son accesibles porque la competencia global y la innovación los abarata. Pero los servicios esenciales, protegidos por barreras estructurales, oligopolios y rigideces institucionales, se encarecen año tras año.

"Si uno mira los datos con honestidad, la conclusión es evidente: los jóvenes no quieren más lujos; quieren poder pagar lo básico. Lo que está roto no es su escala de prioridades, sino el sistema que convierte la vivienda, la salud y la educación en bienes de lujo. La brecha generacional no es moral, es económica. Y mientras no entendamos ese cambio, seguiremos discutiendo sobre gadgets tecnológicos mientras el coste de la vida se nos come por dentro", subraya el analista Pablo Gil en The Trader.

29Nov

Pese a su corta vida, en torno a los 18 meses, la infraestructura vinculada a la inteligencia artificial se financia con préstamos similares a los del sector inmobiliario, a 20 e incluso 30 años.

Miguel Ángel Valero

La revolución de la inteligencia artificial avanza a una velocidad que pocos anticiparon y con una intensidad de inversión que recuerda a las grandes épocas de exceso financiero. Paul Kedrosky, uno de los analistas más respetados en ciclos tecnológicos, sostiene que esta fase no es simplemente una burbuja tecnológica más, sino la suma de todas las burbujas anteriores concentradas en un solo fenómeno. Su tesis merece atención porque no cuestiona el potencial de la IA, sino la dinámica que se ha creado alrededor de ella.

En EEUU, la construcción de centros de datos se ha convertido en un motor económico tan potente que, según sus cálculos, llegó a representar más del 50% del crecimiento del PIB en la primera mitad del año. Este nivel de inversión es extraordinario. Nunca antes una sola categoría de gasto privado había impulsado tanto la actividad económica en tan poco tiempo. Y no hablamos solo de edificios; hablamos de energía, redes, refrigeración industrial, chips y una cadena de proveedores que se ha metido de lleno en la carrera.

El problema no es la inversión en sí, sino la naturaleza de lo que se está construyendo. El hardware clave, especialmente los chips de entrenamiento, tiene una vida útil sorprendentemente corta. Un GPU sometido a uso intensivo puede agotarse en torno a los 18 meses. La obsolescencia tecnológica hace que equipos de dos o tres años queden desplazados por nuevas generaciones más potentes. Y, aun así, gran parte de esta infraestructura se está financiando con esquemas típicos del sector inmobiliario, con préstamos a plazos de veinte o treinta años. El desajuste entre la duración real del activo y la duración de la deuda es enorme. En una burbuja inmobiliaria esto ya sería un riesgo grave; en una burbuja tecnológica con depreciación acelerada, lo es aún más.

A esto se suma un punto que rara vez se discute: el modelo económico de los grandes modelos de lenguaje. Lejos de comportarse como un software tradicional, donde cada usuario adicional reduce el coste medio, aquí sucede lo contrario. Los costes marginales no tienden a cero. La computación necesaria para entrenar, actualizar y servir modelos es elevada y crece con el tamaño de la demanda. No existe todavía una economía de escala que alivie la presión financiera. En algunos casos, los ingresos aumentan, pero los costes aumentan igual o más rápido. 

Otra capa de riesgo aparece en la estructura de la financiación. La infraestructura de IA se está financiando no solo con deuda bancaria tradicional, sino con mecanismos mucho más complejos: vehículos fuera de balance, deuda privada empaquetada, contratos de arrendamiento combinados con promesas de uso futuro. Es un ecosistema que recuerda a las titulizaciones previas a 2008: ingresos futuros muy optimistas y un exceso de confianza en que la demanda no solo se mantendrá, sino que crecerá indefinidamente.

Aun así, la inversión continúa porque la narrativa lo impulsa todo. La idea de que la IA es una carrera geopolítica que EEUU no puede perder crea un respaldo implícito. Los inversores creen que, si algo va mal, habrá apoyo público, incentivos, subsidios o rescates, igual que ocurrió en el sector financiero o en el sector automovilístico en momentos críticos. Esta expectativa reduce la percepción de riesgo y alimenta aún más el ciclo. Pero la brecha cada vez mayor entre el gasto necesario para construir centros de datos de IA y el dinero que realmente generan los productos que funcionan gracias a ellos crea un riesgo importante. 

Según el Center for Public Enterprise, "si se produce una parada repentina en la financiación de nuevos centros de datos, las empresas en situación de financiación Ponzi (con déficits de caja) se verán obligadas a intentar cubrir su posición vendiendo activos", provocando ventas forzadas a precios de derribo, lo que ‘probablemente conduciría a un colapso del valor de esos activos.

Nada de esto significa que la IA no vaya a transformar el mundo. Ya lo está haciendo. Pero como en todas las grandes revoluciones tecnológicas, el exceso suele preceder al impacto real. Es posible que hoy estemos adelantando inversión futura en cantidades imposibles de sostener. Y si llega una corrección, no afectará solo a las tecnológicas. Alcanzará al sector inmobiliario industrial, a los fondos de crédito privado, a la deuda corporativa de alto riesgo y a cualquier vehículo que dependa de que esta expansión continúe sin freno.

La pregunta no es si la IA representa o no una revolución tecnológica de las más importantes desde hace siglos, sino si el ritmo actual es sostenible.

El auge de la inteligencia artificial tiene fundamentos reales, pero el volumen, la velocidad y la estructura de la inversión están dibujando un patrón inquietantemente familiar. La combinación de infraestructuras que caducan rápido, deuda a largo plazo, expectativas elevadas y una narrativa casi mesiánica es lo que lleva a Kedrosky a afirmar que estamos frente a una “meta-burbuja”, la suma de todas las anteriores. 

"Si la historia sirve de guía, el riesgo no está en la tecnología, sino en las expectativas humanas. Y ese suele ser siempre el punto más frágil de cualquier ciclo económico", subraya el analista Pablo Gil en The Trader.

El problema de la ciberseguridad

Además, el desarrollo de la IA plantea el problema de la ciberseguridad. Joaquín Sastre, managing director en España y Head of Institutional Business en Boerse Stuttgart Digital, aporta una reflexión: "En el Día de la Ciberseguridad este domingo 30 de noviembre, cobra más relevancia que nunca que la solidez de la infraestructura es el pilar fundamental de la confianza en el ecosistema financiero, especialmente en un entorno donde los activos digitales avanzan hacia una adopción institucional plena. En el mercado español, cuyo interés crece de forma sostenida, la cuestión ya no es solo qué activos digitales incorporar, sino cómo hacerlo dentro de un marco seguro, transparente y regulado, alineado con las nuevas exigencias europeas".

"Desde Boerse Stuttgart Digital, respaldados por los más de 160 años de experiencia del Grupo Boerse Stuttgart, mantenemos una visión clara: la regulación y la seguridad no son opcionales, son estructurales. Nuestra licencia MiCAR para la custodia de criptoactivos, la certificación ISO 27001 y las auditorías externas periódicas no son simplemente requisitos normativos, sino la demostración práctica de un compromiso firme con la protección del inversor y la integridad del mercado", añade.

"En un momento en el que Europa avanza hacia estándares más exigentes y los inversores institucionales reclaman garantías reales, estas bases son esenciales para promover una adopción responsable, robusta y sostenible en mercados clave como el español. El Cyber Security Day nos recuerda que, junto a estas infraestructuras reforzadas, la vigilancia activa y la aplicación constante de buenas prácticas son imprescindibles para construir un futuro financiero digital fiable, competitivo y preparado para los retos actuales”, concluye.

Desde la tecnológica española Pandora FMS se recuerda que el Black Friday supone una fecha clave en el comercio mundial. Pero la digitalización de estas ventas ha hecho que la campaña sea una prueba más allá de por sus ofertas y sus transacciones. Este Black Friday es también fundamental para comprobar la capacidad de la infraestructura digital de las grandes marcas. “No se mide quién tiene mejores descuentos, sino quién tiene sistemas que aguantan la presión”, indica Sancho Lerena, CEO. 

“El problema siempre en estas fechas ha sido en la presión técnica, no en el consumo”, alerta. Y la inteligencia artificial, en boca de todos, es “un acelerador, no una solución” porque “aumenta carga y ataque en paralelo. La clave está en la preparación”, incide el especialista, que también pone el foco en la ciberseguridad tras los incidentes sufridos por compañías como Mango o El Corte Inglés en los últimos meses.

“El Black Friday ya se ha extendido a los días previos y posteriores. Son unas fechas de máxima actividad, donde las estructuras IT tanto de entidades bancarias, como del sector del transporte como de las propias marcas de venta no pueden fallar. Una caída de unos segundos puede suponer miles de euros de pérdidas y un notable daño reputacional”, explica Sancho Lerena. “Esto no se trata solo de invertir en IT, sino de tener sistemas actualizados y un entorno seguro que garantice el buen funcionamiento y potencie ventas y beneficios”, subraya Lerena. 

Según datos del Ontsi analizados por Pandora FMS, las nuevas tecnologías ya están a pleno rendimiento en los procesos de ventas de fechas como el Black Friday. El uso de IA, por ejemplo, ha aumentado en más de un 13% en los últimos dos años cuando se usa para generar lenguaje hasta rozar el 37%. Si se habla únicamente del análisis del lenguaje, éste ha aumentado en una cantidad similar hasta el 44,7%. Datos muy relevantes que hablan de la importancia que tienen las tecnologías en procesos como la atención online al cliente o potencial cliente. Siempre, como remarca Lerena, como un acelerador de procesos y no una solución generalizada para estos.

De igual manera, la IA que se utiliza para marketing o ventas, en el último año se ha disparado del 22,8% al 28,7% en el 2024, datos más recientes que se tienen en empresas de 10 o más empleados. Por el contrario, ha bajado en logística del 11,6 al 8,5% y en procesos de producción, pasando del casi 30% al 26,8% en un solo año. 

“La inteligencia artificial ha vivido una gran transformación en el último año. Y hay que verla como una herramienta de aceleración fundamental en momentos como el Black Friday, pero no hay que quedarse ahí. Hay que saber implementarla, ver los procesos donde más puede ayudar según la compañía… En definitiva, hay que estar preparados y saber cómo incorporarla a los procesos”, incide Lerena, quien alerta: “A más tecnología, más necesario es un entorno seguro”. 

El especialista reconoce que la digitalización de procesos de compra tiene que ir ligada a una evolución en ciberseguridad, porque las herramientas que las empresas utilizan también son empleadas por los ciberdelincuentes. “La IA también ayuda a quien quiere elaborar un ciberataque sofisticado. Y la propia IA puede ser un objetivo de ciberataque para que toda una estructura quede invalidada”, subraya Lerena. El sector bancario y el de transporte están reconocidos como sectores esenciales. En España, según datos de INCIBE analizados por Pandora FMS, los ataques a estos sectores junto al agua, las telecomunicaciones y la energía aumentaron en prácticamente un 43% en el último año.

“Los últimos meses hemos visto ciberataques a empresas como Mango. Y también caídas de sistemas como el de AWS, por lo que este Black Friday será un examen para muchas entidades”, subraya. Este Black Friday mide la preparación. Las que conocen su infraestructura resistirán; las que no, caerán.

23Nov

El mayor emisor de stablecoins del mundo, Tether, tiene invertido en oro el 7% de los más de 180.000 millones$ en activos totales que ha captado.

Miguel Ángel Valero

Hace apenas unas semanas los titulares apuntaban a un hecho histórico: los bancos centrales del mundo ya poseen más oro que bonos del Tesoro estadounidense. Algo que muchos analistas han identificado como un símbolo claro de desconfianza hacia el dólar y de búsqueda de refugio en un activo tangible. Pero ahora, la fiebre del oro se ha contagiado también al universo cripto.

El mayor emisor de stablecoins del mundo, Tether, ha alcanzado un récord de 12.900 millones$ en reservas de oro físico, equivalentes a 104 toneladas. Esto supone el doble de lo que tenía a comienzos de año, tanto en valor como en cantidad. Solo en 2025, la empresa ha estado acumulando más de una tonelada de oro por semana, consolidándose entre los mayores compradores del mercado mundial. 

El gráfico que aporta The Trader muestra esa escalada casi vertical: desde comienzos de 2024 el crecimiento de sus reservas se ha acelerado de forma notable hasta alcanzar el nivel actual. Con esta apuesta, Tether ya gestiona más de 180.000 millones$ en activos totales, de los cuales el 7% está invertido en oro. Una proporción significativa para una compañía cuyo negocio gira en torno a la estabilidad del dólar digital.

La pregunta de fondo es evidente: ¿por qué todos buscan oro al mismo tiempo? Los bancos centrales acumulan reservas para reducir su dependencia del dólar; las empresas cripto, por su parte, lo hacen para reforzar la confianza en sus activos frente a la falta de control fiscal de EEUU y la volatilidad que pueda sufrir el sistema financiero tradicional. En ambos casos, el mensaje es el mismo: el oro vuelve a ser el ancla de credibilidad en un mundo incierto.

"Cuando los bancos centrales y las criptomonedas coinciden en algo, conviene prestar atención. La fiebre del oro ya no distingue entre lo tradicional y lo digital. Es la señal más clara de que el dinero fiduciario en su formato actual, y los bonos en un mundo ultra endeudado, están empezando a provocar una pérdida de la confianza que durante décadas se daba por segura", advierte el analista Pablo Gil.

22Nov

Otro gran avance será la IA física, capaz de entender, simular y optimizar procesos del mundo real: fábricas, robots, motores, materiales, cadenas de montaje. Y que sirve para acortar drásticamente el ciclo desde la idea, el prototipo y el producto.

Miguel Ángel Valero

IBM y Cisco anunciaron su intención de colaborar en las bases de la computación cuántica distribuida en red, que se hará realidad a principios de la década de 2030. Combinando el liderazgo de IBM en la construcción de ordenadores cuánticos con las innovaciones de Cisco en redes cuánticas, ambas compañías planean explorar cómo escalar ordenadores cuánticos y tolerantes a fallos más allá de la hoja de ruta de IBM. Además, trabajarán para resolver los retos fundamentales que plantea la computación cuántica en Internet.

En un plazo de cinco años, IBM y Cisco pretenden mostrar la primera prueba de concepto de una red que combine ordenadores cuánticos individuales a gran escala y tolerantes a fallos, permitiéndoles trabajar conjuntamente para realizar cálculos con decenas o cientos de miles de qubits. Esta red permitiría resolver problemas con potencialmente billones de puertas cuánticas, las operaciones de entrelazamiento fundamentales necesarias para aplicaciones cuánticas transformadoras, como problemas de optimización masiva o el diseño de materiales y medicamentos complejos.

“En IBM, nuestra hoja de ruta incluye planes para ofrecer ordenadores cuánticos a gran escala y tolerantes a fallos antes de que termine la década”, afirma Jay Gambetta, Director de IBM Research e IBM Fellow. Al trabajar con Cisco para explorar cómo conectar varios ordenadores cuánticos como estos en una red distribuida, buscaremos la forma de ampliar aún más la potencia computacional cuántica. Y a medida que construimos el futuro de la informática, nuestra visión ampliará las fronteras de lo que pueden hacer los ordenadores cuánticos dentro de una arquitectura informática de alto rendimiento más amplia”, añade.

Conseguir que la informática cuántica alcance una escala útil no sólo consiste en construir máquinas individuales más grandes, sino también en conectarlas entre sí”, apunta Vijoy Pandey, Director General y Vicepresidente Sénior de Outshift by CiscoIBM está construyendo ordenadores cuánticos con grandes planes de ampliación, y nosotros estamos aportando redes cuánticas que facilitan la escalabilidad horizontal. Juntos, resolvemos este paradigma como un sistema completo, incluyendo el hardware para conectar los ordenadores cuánticos, el software para ejecutar los cálculos entre ellos y la inteligencia de red que los hace funcionar”, explica.

IBM y Cisco pretenden explorar el desarrollo de hardware y software cuánticos que puedan conectar físicamente entre sí muchos ordenadores cuánticos a gran escala y tolerantes a fallos para formar una red de computación cuántica distribuida. Las empresas tienen como objetivo realizar una demostración inicial de prueba de concepto a finales de 2030, para lo que planean entrelazar qubits de varios ordenadores cuánticos independientes ubicados en distintos entornos criogénicos. Para ello, las empresas deberán inventar nuevas conexiones, incluyendo transductores ópticos de microondas y un stack de software de apoyo.

La visión de Cisco para un centro de datos cuántico se basa en una arquitectura que podría hacer realidad la computación cuántica distribuida en un futuro próximo. Esta visión incluye un stack completo de hardware y software que tiene como objetivo preservar los frágiles estados cuánticos, distribuir los recursos de entrelazamiento, facilitar la teletransportación entre ordenadores cuánticos y sincronizar las operaciones con una precisión inferior al nanosegundo.

Para ir más allá de la conexión entre dos ordenadores cuánticos separados pero físicamente cercanos, IBM y Cisco tienen previsto explorar cómo transmitir qubits a distancias más largas, como entre edificios o centros de datos. Para lograrlo, las empresas explorarán tecnologías de fotones ópticos y transductores ópticos de microondas, y estudiarán cómo pueden incorporarse a una red cuántica para transferir información cuántica según sea necesario.

La conexión de múltiples ordenadores cuánticos requerirá una interfaz adecuada. IBM tiene previsto construir una unidad de red cuántica (QNU) que sirva de interfaz para una unidad de procesamiento cuántico (QPU), con el fin de convertir la información cuántica estacionaria de la QPU en información cuántica ‘volante’ a través de la QNU para luego conectarla a través de una red a múltiples ordenadores cuánticos.

La red cuántica de Cisco tendría como objetivo distribuir los entrelazamientos a pares arbitrarios de estas QNU bajo demanda para impulsar la transferencia de información cuántica necesaria para un algoritmo o aplicación cuántica determinados. Para lograrlo, Cisco está desarrollando un marco de protocolo de software de alta velocidad que puede reconfigurar de forma continua y dinámica las rutas de red para que los entrelazamientos puedan distribuirse a las QNUs cuando hayan terminado sus cálculos parciales.

Juntas, las empresas tienen previsto investigar cómo un puente de red, compuesto por hardware novedoso y software de código abierto, podría utilizar los nodos de la red cuántica de Cisco para conectar muchas QPU de IBM dentro de un centro de datos a través de su interfaz QNU. En el futuro, este enfoque podría ampliarse para conectar QPU en múltiples centros de datos. Esto permitiría extender una red cuántica más grande a distancias aún mayores para sentar las bases de una futura Internet de computación cuántica.

Los ordenadores cuánticos de IBM conectados por esta arquitectura podrían facilitar cargas de trabajo que requieren un gran esfuerzo computacional, incluyendo aquellas que necesitan recursos informáticos de alto rendimiento como parte de un marco de supercomputación centrado en la cuántica.

Con este objetivo, IBM también está colaborando con el Centro de Materiales y Sistemas Cuánticos Superconductores (SQMS), dirigido por el Laboratorio Nacional de Aceleradores Fermi, en su calidad de miembro de cuatro de los Centros Nacionales de Ciencia e Investigación Cuántica del Departamento de Energía de los Estados Unidos. Juntos, IBM y el SQMS pretenden investigar cuántas QNUs podrían utilizarse en los centros de datos cuánticos, y tienen previsto realizar una demostración inicial de múltiples QPUs conectadas en los próximos tres años.

Los cimientos de una Internet basada en la computación cuántica

La creación de una red de computación cuántica distribuida y escalable abrirá el camino hacia un espacio computacional exponencialmente grande y permitirá la expansión de diversas tecnologías, lo que podría dar lugar a una futura Internet basada en la computación cuántica a finales de la década de 2030.

Una Internet de computación cuántica ofrece un futuro en el que muchas tecnologías cuánticas distribuidas, como los ordenadores cuánticos, los sensores cuánticos y las comunicaciones cuánticas, estarán conectadas y compartirán información a distancia, por ejemplo, en una región metropolitana y, con el tiempo, a escala planetaria. Esta visión podría facilitar nuevas posibilidades, como comunicaciones ultra seguras o la monitorización precisa del clima, el tiempo y la actividad sísmica.

IBM y Cisco también planean cofinanciar proyectos de investigación académica y colaborativos para promover un ecosistema cuántico más amplio, siguiendo una larga trayectoria de fomento de la investigación en laboratorios académicos y nacionales.

The Trader: cambiará lo que somos capaces de descubrir

Mientras el mundo entero mira a la inteligencia artificial (IA) como el gran cambio tecnológico de nuestra era, en silencio se está gestando una revolución todavía más profunda: la computación cuántica. IBM acaba de presentar dos nuevos procesadores experimentales (Loon y Nighthawk) capaces de realizar cálculos imposibles para cualquier ordenador clásico. Google, Microsoft y otras grandes tecnológicas también están inmersas en la carrera por dominar esta nueva frontera. Y no es casualidad. Según McKinsey, esta tecnología podría generar 1,3 billones$ de valor económico adicional antes de 2035.

La promesa es enorme: resolver en minutos u horas lo que hoy tardaría años. Desde simular el comportamiento de moléculas para crear nuevos medicamentos hasta analizar escenarios financieros complejos o diseñar materiales avanzados. 

Pero el cambio no consiste en hacer los ordenadores más rápidos, sino en algo mucho más disruptivo. Los ordenadores actuales procesan información en bits (ceros o unos). Los cuánticos usan qubits, que pueden ser cero y uno al mismo tiempo. Mientras un ordenador tradicional se parece a una moneda que muestra cara o cruz, un ordenador cuántico trabaja con la moneda girando en el aire, capturando infinitas posibilidades a la vez.

Por eso no sustituirán a los ordenadores personales ni a los móviles, sino que se usarán para resolver problemas que hoy son inabordables. Farmacéuticas, automotrices o bancos ya colaboran con startups cuánticas para explorar su potencial. BMW y Airbus investigan cómo aplicarla al desarrollo de pilas de combustible, mientras Biogen y Accenture la usan para acelerar la búsqueda de fármacos.

Sin embargo, el desafío técnico es monumental. Los qubits son extremadamente frágiles: una simple vibración, un rayo de luz o un cambio de temperatura puede arruinar un cálculo. IBM y Google están intentando crear chips tolerantes a errores, algo así como el 'Santo Grial' del sector. Solo cuando se logre esa estabilidad (la llamada computación cuántica de corrección total de errores) podrá comenzar la verdadera revolución. Algunos expertos creen que eso podría ocurrir en la próxima década. IBM apunta a 2030, y la mayoría de los encuestados por McKinsey coincide en ese horizonte. 

Cuando llegue ese momento, su impacto será comparable al nacimiento de Internet o la llegada del microprocesador. Para entender hasta qué punto este nuevo hito tecnológico cambiará nuestras vidas, lo mejor es la frase del profesor Sridhar Tayur, de Carnegie Mellon: “Hoy tratamos de hacer neurocirugía con una cuchara. La computación cuántica nos dará, por fin, el bisturí adecuado.”

"La inteligencia artificial ya está cambiando la forma en que pensamos y trabajamos. Pero la computación cuántica cambiará lo que somos capaces de descubrir. No es solo una evolución tecnológica: es un salto de especie en nuestra capacidad de entender el mundo", subraya el analista Pablo Gil en The Trader.

IA física: la disrupción industrial más grande de la próxima década

Tras el boom de los modelos de lenguaje, llega la era de la IA física, la que algunos consideran puede ser la disrupción más grande en lo industrial de la próxima década. La IA física es una inteligencia artificial capaz de entender, simular y optimizar procesos del mundo real: fábricas, robots, motores, materiales, cadenas de montaje… No trabaja solo con texto: trabaja con física y datos reales y sirve para acortar drásticamente el ciclo desde la idea, el prototipo y el producto. 

Simulas antes de fabricar, optimizas sin parar máquinas y pruebas, miles de diseños en minutos. Esto reduce costes, acelera la innovación y permite crear productos mejores y más eficientes. Por eso gigantes como Prometheus (la nueva empresa de Jeff Bezos, que ha levantado 6.200 millones antes de nacer), Tesla Optimus, Figure, NVIDIA Omniverse trabajan en fábricas, robots o gemelos digitales de plantas industriales y SiemensDassault en la parte de ingeniería están entrando a toda velocidad en este campo. La carrera es clara: fábricas más autónomas, robots más capaces y diseños optimizados por IA.

Si la IA generativa transformó el software, la IA física transformará el mundo material, o al menos en esa idea, está invertido el hombre que cambió el comercio mundial con Amazon.

21Nov

Las dudas sobre la rentabilidad de las inversiones en IA, el freno a la bajada de tipos de la Fed, el impacto del cierre más largo de la historia de EEUU se unen al futuro mejor comportamiento de otros mercados bursátiles.

Miguel Ángel Valero

La volatilidad irrumpe con fuerza en Wall Street tras siete meses de avances bursátiles ininterrumpidos. Los inversores tienen muchas dudas sobre la sostenibilidad de la inversión en tecnologías de la información y, sobre todo, en la inteligencia artificial (IA). 

Al goteo de comentarios de inversores institucionales se han sucedido ventas de paquetes de acciones, que han traído consigo caídas recientes desde máximos históricos en la gran tecnología (-25% en el caso más extremo de Meta). 

Los inversores se preguntan hasta qué punto la IA será tan rentable como descuenta el mercado advirtiendo que las apuestas actuales podrían tardar años en traducirse en ganancias tangibles.

Más allá de las correcciones en la cotización de Nvidia, y de otras tecnológicas, sus resultados son buenos. El ciclo de inversión actual es un proceso de construcción de un sector de infraestructuras, que escala rápidamente, con retornos crecientes y buena demanda duradera. "Nos encontraríamos así en la fase inicial de importantes inversiones, que con el tiempo tendrá su reflejo en resultados, y que el riesgo latente no recae tanto en el sector tecnológico en su conjunto, sino más bien en compañías específicas que han asumido compromisos de gasto agresivos sin una monetización clara en el corto plazo. El mensaje es que, en conjunto el cambio de paradigma asociado a la IA está para quedarse", señalan los analistas de Banca March.  

30% de probabilidad de bajada de tipos en diciembre

Por otro lado, el brusco giro en el sentimiento del mercado en torno a la próxima decisión en tipos de la Fed en diciembre, en donde se ha pasado de un casi seguro recorte al extremo contrario, otorgándose ahora una probabilidad del 30% a una bajada.

La cautela vuelve a hacerse presente entre los oficiales de la Reserva Federal de cara a la reunión del 10 de diciembre. Por un lado, el gobernador Michael Barr exigía prudencia para no comprometer la estabilidad de precios con una inflación que permanece muy alejada de los objetivos del banco central. Siguiendo esta misma línea, la presidenta de la Reserva Federal de Cleveland, Beth Hammack, subrayó que reducir los tipos de interés demasiado pronto podría prolongar la inflación y aumentar los riesgos financieros. Y que, aunque la demanda se está debilitando, una política más flexible podría fomentar los préstamos de mayor riesgo.

En el extremo contrario, el gobernador más afín a Trump, Stephen Miran, considera que la política monetaria continúa siendo demasiado restrictiva y aboga por mover los tipos hacia niveles más “neutros”. 

Con todo esto, la postura del comité sigue mostrando divisiones significativas. A esto se suma que los datos clave para evaluar la economía estarán incompletos. Por un lado, las cifras de empleo de octubre y noviembre se conocerán después de la reunión, por lo que la Fed solo dispondrá del informe de septiembre al momento de decidir. En paralelo, las lecturas de inflación de octubre y noviembre permanecen inciertas, con una alta probabilidad de que las de octubre nunca se difundan.

Pero lo importante para las Bolsas es el crecimiento de los beneficios y no que los tipos bajen. En este sentido, los beneficios siguen mostrándose resilientes y con márgenes en máximos, y para muestra los resultados de la cadena de hipermercados Walmart (+6,4%), premiada por el mercado tras presentar resultados por encima de lo esperado y anunciar su salto al Nasdaq. 

"Las políticas monetarias previsibles, ejecutadas de manera lenta y ordenada, suelen ser sinónimo de éxito", recuerdan en Banca March.

La resaca del cierre de Gobierno más prolongado de la historia

Además, una vez reabierto el Gobierno federal estadounidense tras el cierre más prolongado de la historia (el segundo se produjo en el primer mandato de Donald Trump), están las dificultades del mercado para poder leer el pulso de la economía, ante la falta de numerosos datos de octubre, que finalmente no se publicarán, y la sensación de 'contaminación' de las próximas series de actividad, que hacen que la situación de incertidumbre asociada a la macro se prolongue en el tiempo.

La incertidumbre asociada a los datos de coyuntura es un hecho, pero el cierre gubernamental ya ha concluido y, si no hay nuevos cierres a finales de enero, su impacto debería ser acotado, aunque pendiente de ser tasado. La expectativa queda por tanto asociada, en las próximas semanas, a datos de actividad 'contaminados' y más bien negativos, pero con visos de recuperación a comienzos de 2026. 

En el caso del empleo, tras conocer los datos de septiembre, las sensaciones fueron francamente positivas con una generación de casi 120.000 empleos en el mes, por encima de la media, disipando al menos hasta esa fecha la creación de empleo.

Es cierto que las cifras de empleo de septiembre no permiten despejar dudas sobre la situación actual: son datos atrasados y previos al cierre del Gobierno, que además han mostrado tendencias contrapuestas, dado que el empleo se aceleró, pero la tasa de paro también repunta en el mes. 

La creación de puestos de trabajo sorprendió positivamente al elevarse hasta 119.000, el mejor dato desde abril. Sin embargo, se revisaron a la baja las cifras de los meses previos y con ello agosto fue el segundo mes de destrucción de empleo del año con -4.000 personas (junio fue el otro mes del año con pérdidas de empleo, -13.000).

Educación y cuidados de la salud encabezan las contrataciones al elevarse en 59.000 personas, pero lo más destacado fue que dos sectores tan cíclicos como ocio y hostelería y la construcción aportaron al empleo, +47.000 y +19.000, respectivamente. 

En términos de salarios, se incrementaron en el mes un 0,2% mensual, lo que deja el ritmo de crecimiento interanual en el +3,8% con una la duración media de la semana laboral que se mantuvo en 34,2 horas. Unos niveles sostenidos de crecimiento de los ingresos.

En la encuesta de empleo de los hogares, sorprendió negativamente el aumento de la tasa de paro, que en septiembre se elevó hasta el 4,4%, su mayor nivel desde octubre de 2021. Sin embargo, este aumento se explicó principalmente por un aumento de la tasa de participación en la economía y no tanto por el incremento del desempleo. 

La población en edad de trabajar en la economía se elevó en 225.000 personas. Con esto, dada la positiva subida de la tasa de participación hasta 62,4% (una décima más que en el mes previo), la fuerza laboral se vio incrementada en 470.000 personas. Este mayor número de personas en el mercado laboral llevó a que el número total de desempleados subieran en 219.000 nuevas personas, pero subieron más las nuevas personas empleadas al elevarse en 251.000 en el mes.

Las estadísticas oficiales también actualizaron datos aplazados sobre las peticiones de subsidio de desempleo que, mirando las relativas a la última semana (15 de noviembre), mostró una reducción de las nuevas peticiones de subsidio por desempleo semanales hasta 220.000 (vs. 228.000 previas), situándose así en niveles históricamente bajos y mostrando que los despidos siguen contenidos.

Las ventas de viviendas de segunda mano subieron un +1,2% mensual hasta 4,1 millones de unidades anualizadas, dando señales de aceleración en octubre. 

La advertencia de Goldman Sachs

Goldman Sachs ha lanzado una advertencia que rompe con la complacencia del mercado. Según su estratega jefe, Peter Oppenheimer, el S&P 500 solo ofrecerá un retorno medio anual del 6,5% durante la próxima década. Una cifra modesta para quien se acostumbró a ver subidas de doble dígito en la era de los tipos bajos y la liquidez infinita.

El mensaje de fondo es claro: EEUU ha disfrutado de un ciclo de rentabilidades extraordinarias, impulsado por la revolución tecnológica, el abaratamiento del dinero y la expansión de los múltiplos bursátiles. Pero ese viento de cola se ha agotado. Las valoraciones están en niveles históricamente altos, los márgenes empresariales tocan techo y las condiciones financieras ya no son tan favorables.

En su análisis, sin embargo, resalta que otras regiones empiezan a ofrecer mejores perspectivas. Goldman estima que los mercados emergentes podrían rendir un 10,9% anual, Asia (sin Japón) un 10,3%, Japón un 8,2% y Europa un 7,1%. El liderazgo bursátil podría desplazarse hacia fuera de EEUU por primera vez en mucho tiempo, concretamente desde el año 2010. 

Es lo que denominan “una normalización” tras un ciclo excepcionalmente largo. Durante más de una década, bastaba con comprar el S&P 500 y esperar. Hoy, en cambio, el riesgo de concentración es evidente: siete grandes tecnológicas explican casi todo el rendimiento del índice, y su capacidad de seguir tirando del mercado dependerá de que mantengan beneficios y crecimientos difíciles de sostener a largo plazo.

Goldman no habla de desastre, sino de realismo. Un 6,5% anual es razonable en un entorno de mayor madurez económica, pero obliga a repensar estrategias. Ya no vale con depender de un solo país ni de un puñado de compañías. La diversificación será la principal fuente de rentabilidad y no solo de protección.

"Durante años, el mundo ha girado en torno al mercado americano. Quizá la próxima década nos recuerde que la rentabilidad también se encuentra fuera del radar de Wall Street. Y que mirar más lejos, una vez más, puede ser la clave para no quedarse atrás", apunta el analista Pablo Gil en The Trader.

Columbia Threadneedle: el impacto de la desregulación financiera

El análisis de Columbia Threadneedle Investments El resurgimiento de la desregulación financiera: implicaciones para los mercados y los inversores”, destaca que se están relajando los requisitos de capital y reconfigurando el comportamiento de las entidades, especialmente en EEUU, pero con efectos que alcanzan también a otros mercados.

El análisis aborda cómo la relajación del marco regulatorio afecta al sector financiero desde múltiples ángulos: examina su impacto en la consolidación bancaria y en el comportamiento de las entidades en un contexto de mayores márgenes de maniobra; analiza las implicaciones para la estabilidad y el funcionamiento del mercado de deuda pública estadounidense; evalúa cómo estos cambios interactúan con el rápido crecimiento del crédito privado y los posibles desplazamientos entre banca tradicional y financiadores no bancarios; y compara la postura más cauta que mantienen Reino Unido y Europa frente al giro más decidido de EEUU.

También expone las repercusiones para distintas clases de activos - renta variable y crédito bancario, deuda soberana y estrategias de crédito privado - en un escenario en el que la desregulación abre nuevas oportunidades, pero al mismo tiempo recupera riesgos que han marcado ciclos anteriores.

13Nov

Esta promesa, realizada en el primer aniversario de se segundo mandato como presidente de EEUU, costaría hasta 500.000 millones$, una cifra muy superior a los 195.000 millones recaudados por aranceles en lo que va de 2025.

Miguel Ángel Valero

"Es hora de devolver al pueblo el dinero que antes se quedaba en manos de otros países”. Donald Trump hace, a través de su red social Truth (verdad, en inglés), una propuesta tan llamativa como polémica: entregar un “dividendo arancelario” de 2.000$ a cada ciudadano de EEUU. La medida, anunciada precisamente cuando se celebra el primer aniversario de la vuelta de Trump a la Casa Blanca, se financiaría con los ingresos obtenidos por los aranceles que Estados Unidos cobra a las importaciones. 

"La idea tiene un gancho político evidente. En un contexto de inflación persistente y desigualdad creciente, prometer dinero directo a los ciudadanos resulta electoralmente irresistible. Pero desde el punto de vista económico, la propuesta abre más preguntas que respuestas", advierte el analista Pablo Gil en The Trader. Según estimaciones independientes, pagar 2.000$ a la “mayoría” de los estadounidenses costaría hasta 500.000 millones$, una cifra muy superior a los 195.000 millones recaudados por aranceles en lo que va de 2025. El plan es fiscalmente inviable, salvo que se recurra a más deuda o se incrementen los aranceles hasta niveles que terminarían golpeando directamente al consumidor.

La mayor parte de los aranceles no los pagan los países exportadores, sino las empresas y consumidores del país que los impone. Cada producto importado encarece el coste de vida interno, de modo que el supuesto “dividendo” terminaría siendo una devolución parcial del sobrecoste que las familias ya pagan en supermercados, coches o electrodomésticos. Un círculo cerrado con apariencia de regalo.

"Si en este momento una parte de la preocupación reside en la falta de control de precios, no deja de ser una paradoja que se pretenda luchar contra la inflación dándole dinero a la gente para gastar, manteniendo un déficit del 6 % y con la Fed bajando los tipos. Porque un estímulo directo al consumo financiado con déficit y respaldado por una política monetaria laxa es la receta clásica para reavivar las presiones inflacionarias que precisamente se pretende combatir, algo que podría acabar convirtiéndose en un cóctel explosivo", argumenta este experto.

Más allá del debate económico, el movimiento tiene una lectura política más profunda. Trump intenta transformar los aranceles (tradicionalmente percibidos como un impuesto encubierto) en un instrumento de redistribución nacionalista: cobrar a los extranjeros para pagar a los americanos. En el fondo, es una reedición del viejo lema de “Make America Great Again”, pero traducido a una promesa de ingresos inmediatos. Si logra materializarlo, podría reforzar su imagen de presidente “del pueblo”, aunque a costa de agravar los desequilibrios fiscales y comerciales del país. 

En última instancia, esta medida ilustra cómo la política económica estadounidense se ha convertido en una herramienta de campaña permanente. Las decisiones sobre comercio, deuda y política monetaria ya no responden solo a criterios técnicos, sino al cálculo de quién gana y quién pierde votos. "Y si algo enseña la historia es que los dividendos electorales suelen tener un coste elevado cuando se pagan con dinero público", subraya Pablo Gil.

"El anuncio de Trump no es solo una promesa populista; es un síntoma de una tendencia global: la de gobiernos que, incapaces de contener los precios o mejorar los salarios reales, optan por compensar el malestar social con transferencias directas. Un alivio temporal que puede terminar alimentando justo aquello que pretende aliviar" concluye. 

Europa negocia un nuevo acuerdo

En medio de las promesas de Trump, la Unión Europea prepara un nuevo plan comercial para presentar a EEUU. El objetivo es reducir los aranceles para más productos, incluidos vinos y licores, y establecer un sistema de cuotas a las exportaciones de metales europeos que permita exportar una cantidad determinada sin aranceles, aplicando gravámenes solo a partir de ese límite. Además, el plan contempla la creación de un grupo de trabajo sobre seguridad económica para abordar temas como el control de inversiones, los controles de exportación, y el suministro de materias primas críticas. El 24 de noviembre el secretario de Comercio Howard Lutnick se unirá a la reunión de los ministros de comercio de la UE. 

Balance del primer año de la segunda etapa de Trump en la Casa Blanca

Precisamente, el último House View de Banca March hace un análisis del primer aniversario de la vuelta a la Casa Blanca de Donald Trump: "Frente a vientos y mareas, la economía mundial ha resistido y seguirá a flote apoyada en un consumo resiliente y en una inversión creciente". "La aceleración de los proyectos de inversión, que está principalmente focalizada en los sectores estratégicos de Inteligencia Artificial y Defensa, es una tendencia que seguirá impulsando la actividad global en los próximos trimestres", subraya. E

Sin duda alguna estos últimos 12 meses han sido muy intensos y este segundo mandato como presidente de Estados Unidos ha estado marcado por el intervencionismo económico. De todas formas, más allá del elevado ruido y de las constantes idas y venidas arancelarias, los datos económicos muestran que, por el momento, las distorsiones introducidas por las mayores barreras comerciales y las políticas proteccionistas de Trump no han derivado en fuertes desequilibrios ni mucho menos en un freno brusco de la actividad. 

La mejor prueba de ello es que, entrando ya en la parte final del año, el comercio mundial lejos de mostrar una caída incluso se ha acelerado. El volumen de transacciones de mercancías a nivel global crece de media un 4,7%, un ritmo superior al registrado en promedio durante el año pasado (+2,7%). Factor que está permitiendo además una cierta reactivación de la industria, que avanza a su mayor ritmo desde 2022. Aunque previsiblemente se verá una desaceleración del comercio en los próximos meses a medida que comience a normalizarse el efecto anticipación –las importaciones se aceleraron antes subida de los aranceles–, la mejora que se percibe en estos dos indicadores económicos tan relacionados con el ciclo –comercio e industria–, permite afirmar que la economía global mantiene su dinamismo.

La gira de Trump por Asia ha generado un auténtico florecimiento de nuevos acuerdos, que ratifican "nuestra tesis de que hay que mirar más allá del humo", insiste Joan Bonet, director de Estrategia de Mercados y Asesoramiento de Banca March. "Ésta es sin duda, la prueba de la importancia de no dejarnos arrastrar por las constantes declaraciones y amenazas del presidente norteamericano en torno a la guerra comercial”. 

Una vez más, el esquema del envite entre China y EEUU ha seguido el  patrón de amenazar, negociar y llegar finalmente a un acuerdo parcial que evite los peores escenarios. Ambas naciones, condenadas a entenderse, acuerdan dejar de “agredirse” en el futuro próximo. Así, en materia de aranceles, el resultado es el siguiente: 

  • 1) suspensión del gravamen amenazado del 100% adicional; 
  • 2) se posponen por un año los aranceles recíprocos hasta el 10 de noviembre de 2026 –lo que evita que asciendan al 147%– 
  • 3) y se rebajan 10 puntos las tasas vinculadas al fentanilo. 

De este modo, el arancel ponderado promedio aplicado sobre China desciende del 57% al 47%, alcanzando niveles similares a los vigentes antes del Liberation Day. 

A cambio, China ha reanudado las importaciones de soja estadounidenses (interrumpidas desde mayo) y se ha comprometido a aplazar durante un año las restricciones sobre las exportaciones de tierras raras hacia EEUU. 

Por tanto, este acuerdo se trata de una “patada hacia adelante” más que de un entendimiento definitivo, dado el aplazamiento de la moratoria hasta el año que viene, el suministro garantizado de tierras raras por un año y la futura visita entre Trump y Xi Jinping en 2026. 

En el tour en los que diversos países asiáticos han sido partícipes –Malasia, Tailandia, Vietnam, Indonesia y Camboya–, se han insinuado posibles exenciones arancelarias futuras, aunque aún sin especificar bienes concretos. Estos países comparten una característica común: sus exportaciones están altamente concentradas en tecnología. De hecho, en el conjunto formado por Tailandia, Vietnam y Malasia, los ordenadores y productos electrónicos representan el 47% del total exportado a EEUU. De manera que, aunque no se ha anunciado ninguna rebaja de aranceles, si se aplican exenciones sobre aquellos bienes que más exportan, entonces el impacto del gravamen anunciado sería mínimo, suponiendo otro juego de ilusionismo.

En paralelo, se desbloqueó el acuerdo comercial entre EEUU y Corea del Sur, estancado desde el verano. Como parte del pacto, los aranceles sobre las importaciones de automóviles surcoreanos se redujeron del 25% al 15%, igualando las condiciones de sus competidores japoneses. A su vez, Corea del Sur se comprometió a invertir 350.000 millones$ en territorio estadounidense. 

En los últimos días, se han anunciado avances significativos en las negociaciones con Suiza e India. En el primer caso, las conversaciones encabezadas por los principales empresarios suizos podrían traducirse en una reducción de los gravámenes del 39% al 15%, si bien Trump aún no ha confirmado una tasa definitiva. En cuanto a India, el presidente estadounidense declaró que están “muy próximos a alcanzar un acuerdo beneficioso para todos”, aunque no se ha definir ninguna tasa alternativa al 50%. 

Con todo, los acuerdos comerciales cubren un 67,5% de las importaciones totales de EEUU. En esta cifra se incluyen también dos de sus principales socios: China y México, aunque no cuentan con acuerdos definitivos, han establecido moratorias que permiten mantener la estabilidad. Una aproximación a la casilla de salida que, en el fondo, no representa unas condiciones más favorables que las heredadas.

Por otro lado, la recaudación de septiembre en las aduanas fue de unos 29.600 millones$, un aumento de apenas un 0,6% con respecto al mes anterior. En lo que va de año, el total asciende a 174.000 millones, un 4% del total de ingresos gubernamentales. En definitiva, cifras que muestran la importancia de discernir entre lo que Trump afirma y lo que realmente acaba impactando en la economía real: los aranceles recaudados en las aduanas apenas representan el 11% de las importaciones, frente a la tarifa promedio teórica del 22% anunciada por la Administración norteamericana. 

Unas tasas que multiplican por cuatro las referencias efectivas de principios de año, pero que son la mitad de lo anunciado y que reflejan, entre otras cosas, la capacidad de adaptación de las empresas para evitar parte de los efectos negativos de la subida de impuestos aduaneros. 

En el caso de un veredicto del Tribunal Supremo en contra de los aranceles, Trump dispondría de mecanismos alternativos para mantenerlos en vigor. El proceso judicial para determinar la legalidad de los aranceles establecidos bajo el IEEPA continúa su curso y se espera que el Tribunal Supremo emita su decisión antes de fin de año. Estos gravámenes sujetos a resolución son los denominados “aranceles recíprocos”, aplicados específicamente a países, de manera que los establecidos sobre los productos no se verían afectados. Hasta ahora, dos tribunales han declarado inválido este mecanismo, pero la decisión definitiva está en manos del Tribunal Supremo –compuesto por seis jueces de orientación conservadora y tres de tendencia liberal–. Aunque en principio Trump contaría con una mayoría favorable, las preguntas formuladas durante la audiencia revelaron el escepticismo de al menos dos de los jueces conservadores, abriendo la puerta a una posible suspensión de estas tarifas. 

En cualquier caso, una sentencia en contra no implicaría el fin de los aranceles, ya que la Administración de Trump cuenta con otras vías legales para seguir aplicándolos. Sin embargo, sí ralentizaría su implementación, además de obligar al gobierno la devolución de los ingresos recaudados bajo este mecanismo a los contribuyentes.

13Nov

"El episodio deja una lección clara. En política, las victorias a corto plazo pueden salir muy caras a largo plazo", advierte el analista Pablo Gil en The Trader.

Miguel Ángel Valero

El proceso de reapertura del Gobierno estadounidense se aceleró y el presidente Trump firmó la extensión de la financiación federal, poniendo fin al cierre gubernamental más prolongado en la historia del país: 43 días. No obstante, el retorno a la normalidad tomará varias semanas. Sean Duffy, secretario de Transporte, admite que las restricciones aéreas se mantendrán al menos durante una semana. Y las ayudas alimentarias sufrirán retrasos similares debido a la necesidad de actualizar el listado de beneficiarios. 

Por otro lado, los datos macroeconómicos que no se han publicado comenzarán a difundirse de forma gradual en las próximas semanas. Karoline Leavitt, secretaria de Comunicación de la Casa Blanca, advierten que ciertos indicadores, como los de inflación y empleo correspondientes a octubre, podrían no publicarse por la falta de recopilación de datos durante el periodo de referencia.

En los próximos días se actualizarán los calendarios de publicación de las agencias afectadas, y se conocerá la decisión final al respecto. Este calendario será clave, ya que dichos datos serán utilizados por el Comité de la Reserva Federal en su reunión de política monetaria prevista para el 10 de diciembre.

Aunque el regreso a la normalidad será progresivo, llega justo a tiempo para el inicio del periodo navideño. El impacto económico más grave se ha evitado, y la Administración Trump presenta esta reapertura, una vez más, como una victoria frente a un problema que, en realidad, fue autoinducido. 

Pero el grueso del acuerdo durará apenas hasta el 30 de enero de 2026, por lo que se trata de un parche temporal. La partida de ajedrez demócrata continuará en diciembre con el debate sobre la extensión de las subvenciones a los seguros de Salud, prometida en la negociación por los republicanos. 

Los mercados financieros reciben con cautela la reactivación del Gobierno, conscientes de su carácter transitorio. Además, siguen pendientes de las publicaciones macroeconómicas aplazadas.

Impacto del cierre más largo de la historia

El 1 de octubre, el Congreso incumplió el plazo para aprobar los Presupuestos, lo que desencadenó el cierre de Gobierno más prolongado de la historia. La causa principal se debe a que los demócratas utilizaron sus votos como herramienta de negociación para evitar que expiren los subsidios al seguro médico (Obamacare). Durante los cierres de Gobierno hay servicios públicos que continúan funcionado, los denominados como “gastos obligatorios” – Medicare, Medicaid y parte de la Seguridad Social–, así como agencias más independientes como la Reserva Federal o el Servicio Postal. Sin embargo, el resto de departamentos –Defensa, Educación, Transporte, entre otros– permanecen cerrados. Se mantienen servicios mínimos de empleados que trabajan sin sueldo (como los controladores aéreos o agentes de seguridad), mientras que otros trabajadores quedan suspendidos de sus funciones (650.000 personas). En cualquier caso, sus salarios se les reintegran posteriormente. 

La urgencia por negociar ha ido en aumento ante presiones como la acumulación de 14.000 millones$ en sueldos impagados a los empleados federales y las cancelaciones de vuelos por la escasez de controladores aéreos, quienes han continuado trabajando sin recibir sus salarios. Así, en la última votación en el Senado, los demócratas ya han cedido para permitir la reapertura del Gobierno bajo la promesa de que el mes que viene su petición de mantener la vigencia de Obamacare se someterá a votación. 

Por tanto, el acuerdo presupuestario solo estará vigente hasta el 30 de enero, fecha en la que podría producirse un nuevo cierre del Gobierno.

En cuanto al impacto económico, los efectos negativos sobre el PIB y la tasa de desempleo, por lo general, son revertidos una vez reanudadas las funciones habituales. En el caso del impacto sobre el PIB, se estima que, por cada semana de cese, el crecimiento del PIB trimestral se reduce entre una décima y dos, para luego recuperarse en la misma proporción. Este patrón puede observarse en el gráfico, que aísla el efecto del cierre de Gobierno al considerar la contribución al PIB del consumo federal. Esta partida del PIB incluye gastos como la remuneración de los funcionarios o inversiones en infraestructura civil, entre otros. 

No obstante, al tratarse del cierre de Gobierno total más largo de la historia, podrían haberse intensificado los efectos perjudiciales. Respecto a la tasa de desempleo, si los 650.000 empleados se mantienen “en suspenso” entre el 12 y el 18 de octubre y noviembre, se contabilizarán como desempleados, lo que podría provocar un repunte de hasta 4 décimas. en la tasa de desempleo de octubre y noviembre, al 4,7% desde el 4,3% (último dato disponible, correspondiente a agosto). Esta situación se corregiría en el mes siguiente, retornando a los niveles base. 

La parálisis gubernamental está provocando una ausencia de datos sin precedente histórico al no poderse publicar las estadísticas económicas oficiales en EEUU. Todo esto dificulta el análisis de la evolución de la actividad en un momento en el cual existen elevados temores a que los mayores aranceles acaben empujando la economía a una contracción. 

Las estadísticas disponibles apuntan a que el consumidor norteamericano continúa gastando a pesar de las incertidumbres. Las reservas en restaurantes a través de la plataforma on-line OpenTable crecen actualmente a tasas de doble dígito (+11%). Otra fuente fiable de información sobre movilidad y de la actividad económica es el número de pasajeros en avión. Con cerca de 2,5 millones de personas diarias de media en el último mes, se alcanzan niveles superiores al rango habitual para estas mismas fechas en todos los años anteriores. Todo ello a pesar de los retrasos constantes en los vuelos a lo largo del cierre de Gobierno, provocados por la escasez de controladores aéreos, quienes continúan trabajando sin sueldo. Para aliviar la presión de falta de personal, se ha decretado la reducción del 10% de los vuelos regionales y nacionales. Este efecto se encuentra suavizado en los 2,5 millones de pasajeros comentados, al tratarse de un promedio mensual. Sin embargo, al analizar aisladamente el conjunto de los últimos dos datos diarios publicados, se observa que efectivamente el tráfico aéreo ha disminuido un 10,4% con respecto a 2024.

Otra muestra clara del elevado dinamismo del consumo se encuentra en la icónica industria de Broadway. Las taquillas de este conglomerado de más de 40 teatros de Nueva York continúan registrando ventas superiores al rango experimentado durante los tres últimos años (2022- 24). Todos estos indicadores dejan una idea clara y apuntan en la misma dirección: a pesar de los aranceles, del cierre del gobierno y de otras incertidumbres, los hogares americanos siguen disfrutando del ocio. 

Aunque se navega en una niebla generada por la ausencia de estadísticas oficiales, el consumo seguirá sosteniendo la actividad de la principal economía del mundo. Además, con la reforma fiscal implementada por Trump (la conocida como One Big Beautiful Bill Act), llegarán rebajas fiscales retroactivas, cuyas devoluciones a los contribuyentes están previstas para inicios de 2026. 

El periodo de devolución será entre febrero y abril del próximo año y, según estimaciones del propio IRS (Servicio de Impuestos Internos), la cantidad promedio de las devoluciones pasaría de los 3.186$ actuales a 3.743$ el próximo año, lo que representa un aumento de 557$ por contribuyente. Estos reembolsos actuarán como una inyección puntual de liquidez que permitirán aliviar los efectos negativos de la mayor inflación derivada de los aranceles y también insuflarán confianza a los consumidores durante el primer trimestre de 2026. 

Por otra parte, el mercado laboral transita hacia un escenario de baja contratación, pero con despedidos contenidos. La pieza fundamental para que el ciclo económico pueda mantenerse a flote no es otra que el mercado laboral. En este punto, y a la espera de las cifras oficiales que ya acumulan dos meses sin publicarse, los datos privados conocidos este mes han permitido frenar los peores temores. Los datos realizados por la consultora ADP sorprendieron al alza en octubre y mostraron un aumento de 42.000 nuevos empleados –una clara mejora frente a los -29.000 de agosto y los -3.000 de julio–

Aunque la media de los últimos tres meses continúa reflejando una notoria desaceleración de la contratación, las cifras de octubre fueron positivas al confirmarse que se frena la destrucción de empleo en la economía. 

También es importante destacar el importante giro en la percepción de los propios empresarios. Las encuestas de confianza apuntan a que se ha tocado suelo en el deterioro del mercado laboral. Desde finales del verano los empresarios se muestran más propensos a incrementar los niveles de contratación, lo que habitualmente adelanta una mejora del empleo en EEUU. 

Menos positivos fueron los datos de despidos, que según el informe de la consultora Challenger, Gray & Christmas, mostraron que las empresas estadounidenses eliminaron 153.000 puestos de trabajo en octubre, lo que supone la mayor reducción de plantilla mensual en más de 22 años. Con ello, en el acumulado del año la reducción de plantilla supera el millón de personas, un incremento del 65% frente al año pasado. Sin embargo, este fuerte incremento de los despidos no vino explicado por un deterioro del sector privado – representa el 72% de los despidos frente al 93% de media en 2023-24–, sino que se debió a los fuertes recortes de personal en el sector público (-300.000 personas en el año), que por sí solas explicaron dos tercios del total del incremento de los despidos en el año. 

En conjunto, si bien el visible deterioro de las métricas de creación de empleo y de despidos no suponen buenos augurios y elevan la preocupación sobre la sostenibilidad del ciclo económico en EEUU, hay factores que permitirán que la economía siga funcionando en un contexto de baja contratación, pero también con bajos despidos. Históricamente, para que las empresas incrementen los despidos de forma notable, es necesario asistir previamente a una caída de los beneficios empresariales. Algo que está muy lejos de la actual situación empresarial estadounidense: en el primer semestre del año, los beneficios agregados crecieron a ritmos por encima del 4% interanual.

The Trader: una victoria que puede salir muy cara

Tras más de cuarenta días de parálisis institucional, con cientos de miles de funcionarios sin cobrar, programas sociales congelados y una economía que empezaba a resentirse, un grupo de ocho senadores demócratas ha decidido romper filas con su propio partido y votar junto a los republicanos y la Casa Blanca para desbloquear la situación. La maniobra ha sorprendido a todos y ha abierto una grieta en el bloque progresista, que califica el movimiento de “rendición” y “traición”. El cambio de posición de esos ocho senadores refleja el creciente desgaste político y social del cierre. Aun así, la tensión en el partido es evidente. Desde el ala más progresista han acusado a los disidentes de entregar una victoria a Trump sin obtener nada a cambio. 

El acuerdo aprobado en el Senado, que salió adelante por el mínimo necesario de 60 votos a 40, permite restablecer la financiación de la mayor parte del Gobierno federal hasta el 30 de enero, mientras que ciertos departamentos (como Agricultura, Asuntos de Veteranos, la FDA y los programas de construcción militar) quedan financiados hasta el 30 de septiembre. También se garantiza que todos los funcionarios recibirán los salarios no abonados durante estas seis semanas de cierre, y se prohíben despidos en el sector público hasta finales de enero. 

Sin embargo, la vuelta a la normalidad será progresiva: los aeropuertos pueden tardar varios días en recuperar sus operaciones habituales y los beneficios alimentarios (SNAP) podrían necesitar semanas para normalizar la distribución de pagos atrasados.

El punto de fricción más importante ha sido la renovación de los subsidios de la Ley de Salud Asequible (Obamacare), que evitan subidas bruscas en el precio de los seguros médicos para 24 millones de estadounidenses. Los progresistas querían incluir su prolongación en el acuerdo, pero el bloque moderado renunció a esa exigencia a cambio de una promesa de votación antes de mediados de diciembre. Eso no garantiza su aprobación: varios republicanos han adelantado su rechazo y la Cámara ni siquiera ha asegurado que vaya a debatirlo. Porque mientras el Congreso trata de restaurar la normalidad, la Casa Blanca sigue presionando para reformar de raíz el Obamacare. 

Trump insiste en eliminar los subsidios actuales y redirigir esos fondos directamente a las familias, para que cada ciudadano reciba el dinero y elija libremente su cobertura médica. En su discurso, el plan suena a libertad de elección; en la práctica, significaría desmantelar las ayudas que permiten a millones de estadounidenses acceder a un seguro básico. La paradoja es que este debate sanitario se produce en pleno agotamiento social y económico. El cierre de gobierno ya ha costado miles de millones de dólares y ha deteriorado la confianza en las instituciones. 

"El episodio deja una lección clara. En política, las victorias a corto plazo pueden salir muy caras a largo plazo", advierte el analista Pablo Gil en The Trader. Los republicanos logran mantener su agenda sin ceder en lo esencial, los demócratas moderados salvan la cara frente a la opinión pública, y el ciudadano medio (agotado por la inflación, las facturas médicas y la incertidumbre) vuelve a ser quien paga el precio del bloqueo.

Por ahora, el país respira con cautela, pero el pulso sobre el papel del Estado en la economía y en la sanidad sigue abierto. Y aunque la Administración vuelva a funcionar, la fractura política que ha revelado este cierre tardará mucho más en cerrarse.

Porque EEUU vive un momento extraño. Los datos económicos transmiten señales contradictorias: mientras el PIB crece con fuerza, el empleo se frena, la inflación no cede y las pequeñas empresas empiezan a sufrir. A simple vista, el país parece en expansión; pero bajo la superficie, se adivina una economía fracturada, sostenida principalmente por un solo motor: la inteligencia artificial.

Muchos economistas describen la situación como una economía a dos velocidades. Una mitad del país, la más acomodada, mantiene el consumo, invierte y se beneficia del auge tecnológico. La otra mitad, la que depende de salarios ajustados y de pequeñas empresas, se enfrenta a un entorno mucho más duro, con escasas oportunidades, inflación persistente y un mercado laboral que empieza a mostrar fatiga. Las estadísticas oficiales, además, están distorsionadas por el cierre de gobierno, lo que añade más incertidumbre a un contexto ya complejo.

Los datos de empleo confirman esa desaceleración. Según fuentes privadas, en los últimos meses el ritmo de creación de puestos de trabajo se ha frenado drásticamente. Las grandes corporaciones que antes contrataban ahora comienzan a anunciar fuertes recortes, mientras que las pequeñas empresas (las más sensibles a los costes y a los aranceles) ya han empezado a despedir. Más de un millón de trabajadores han perdido su empleo en lo que va de año, y la cifra sigue aumentando. El crecimiento del empleo continúa siendo positivo, pero cada vez más débil, como si la economía avanzara con un pie en el freno. 

A esa pérdida de impulso laboral se suma una inflación que no termina de retroceder. El índice de precios al consumo se mantiene en torno al 3%, por encima del objetivo del 2% de la Reserva Federal. Algunos analistas sospechan que la Fed está aceptando tácitamente ese nuevo nivel de inflación porque le ayuda a diluir la carga de la deuda pública, en lo que se conoce técnicamente como “deflactar la deuda”. Pero ese equilibrio es frágil y peligroso, y empieza a reflejarse en las encuestas: cada vez más ciudadanos prefieren un ligero aumento del desempleo antes que seguir pagando más por todo. Otros temen que, si las expectativas inflacionarias se consolidan en torno al 3–4 %, la Fed podría perder el control de los precios y con ello buena parte de su credibilidad.

El dilema es evidente: si la Reserva Federal mantiene los tipos altos, puede frenar el crecimiento económico más de lo deseado y acelerar la fractura en el mercado laboral. Pero si los baja para aliviar a la economía y sostener el empleo, corre el riesgo de reavivar la inflación. En su última reunión, los propios miembros del FOMC mostraron división interna y dejaron claro que las próximas decisiones son cualquier cosa menos seguras.

Y, sin embargo, el último dato de PIB sigue mostrando un crecimiento sólido, impulsado por un fenómeno que está transformando la economía estadounidense: la inversión masiva en inteligencia artificial. Las grandes tecnológicas se han convertido en el principal motor del crecimiento. Nvidia, Google, Amazon, Meta, MicrosoftOracle están invirtiendo cantidades colosales en chips, centros de datos y sistemas de computación. El dinero que fluye hacia la IA sostiene no solo a Silicon Valley, sino también a miles de empleos indirectos en construcción, ingeniería y energía. Es el gran proyecto industrial del momento, el que mantiene vivo el relato del auge americano. Pero también es un espejismo que esconde otra realidad preocupante: si se descuenta el impacto de la IA, el crecimiento real del país estaría cerca de cero.

Y dentro de ese gran motor que mantiene viva a la economía estadounidense también se está produciendo una metamorfosis. Al principio, las grandes tecnológicas impulsaban su crecimiento reinvirtiendo sus beneficios. Hoy, en cambio, financian buena parte de su expansión con deuda, lo que ha disparado la emisión de bonos corporativos. Este cambio añade un riesgo latente: si el ciclo se revierte o la demanda se enfría, el impacto podría propagarse rápidamente al sistema financiero. Algunos analistas comparan el momento actual con la burbuja de las puntocom de finales de los noventa, cuando todas las empresas ligadas a internet se valoraban como si fueran a ganar, algo que nunca ocurre. 

"La historia demuestra que cada gran revolución tecnológica comienza con una fase de euforia y sobreinversión que inevitablemente desemboca en una corrección dolorosa, antes de dar paso a una segunda etapa más sólida y sostenible. Es evidente que estamos en pleno auge de esa primera ola, pero conviene no subestimar el ajuste que vendrá, tarde o temprano, y que probablemente será similar al de hace dos décadas", advierte Pablo Gil.

Mientras tanto, la economía avanza sostenida por un equilibrio cada vez más precario: deuda pública récord, inflación enquistada, un banco central sin margen de maniobra y un sector privado que se endeuda para financiar su propia expansión. Es un equilibrio que puede durar un tiempo, pero difícilmente hasta 2030. Tarde o temprano, el coste de los intereses y el peso de la deuda forzarán un cambio drástico, una especie de “gran reseteo” económico que redefinirá el papel del Estado, del crédito y de los mercados financieros.

"Vivimos un presente fascinante, pero la ilusión del crecimiento no parece sostenible de forma indefinida. Como lleva pasando desde hace siglos, el futuro exigirá una corrección de los excesos, y cuando esa corrección llegue, no será solo un ajuste financiero, sino una prueba de resiliencia para toda una sociedad que se ha acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades, convencida de que la tecnología puede resolverlo todo. El verdadero desafío de la próxima década no será evitar la crisis, sino aprovecharla para reconstruir un modelo económico más equilibrado y sostenible a largo plazo", concluye este experto.

07Nov

Mientras Europa se vuelva con la energía solar pese a una demanda plana, en EEUU los centros de datos harán que el consumo supere a la suma de Italia, Alemania y Francia.

Miguel Ángel Valero

Europa vive un boom solar sin precedentes. Cada segundo se instalan cuatro paneles en algún punto del continente, y solo en 2025 se añadirán casi 70 gigavatios de nueva capacidad. La energía solar se ha convertido en símbolo de progreso, sostenibilidad y autonomía energética tras la crisis del gas ruso. Pero su éxito está empujando al límite una red eléctrica que fue diseñada para otra época.

Hace una década, los mapas de los centros de control europeos mostraban estabilidad total. Hoy, los paneles de monitoreo se tiñen de amarillo y rojo: señales de saturación. En 2024 se registraron más de 8.600 alertas de voltaje por encima de los límites permitidos, un aumento del 2.000% respecto a 2015, según ENTSO-E

El problema no es la energía solar, sino su velocidad de expansión. Desde 2020, Europa ha duplicado su potencia instalada mientras la demanda apenas creció un 2%. En países como España, Alemania o Italia, la solar ya aporta entre el 20% y el 25% de la generación total. Pero la red no puede absorber toda esa energía: el exceso provoca picos de tensión y, en casos extremos, apagones como el que dejó sin luz a 50 millones de personas en la península ibérica a comienzos de 2025.

El desequilibrio también distorsiona los precios. En Alemania, el 5% de las operaciones de 2024 se hicieron con precios negativos; en España, más de la mitad de la generación solar de mayo de 2025 se produjo bajo esas condiciones. Algunos productores incluso pagan por verter energía a la red. Aun así, las inversiones continúan, impulsadas por el bajo coste de los paneles y los objetivos climáticos. “Tenemos mucha inversión en solar y la demanda está plana”, alertan desde 50Hertz.

Europa empieza a reaccionar: Alemania penaliza la sobreproducción, Italia instala equipos estabilizadores y ENTSO-E propone que las plantas renovables ayuden a controlar el voltaje. Los compensadores síncronos y los inversores inteligentes pueden estabilizar el sistema, pero las inversiones en red avanzan demasiado despacio. España, por ejemplo, no tenía ninguno operativo el día de su gran apagón.

El reto europeo ya no es generar energía limpia, sino integrarla con seguridad. Mientras China y EE. UU. equilibran su oferta con una demanda industrial creciente, Europa enfrenta el escenario contrario: exceso de capacidad y consumo estancado. "Europa quiere liderar la transición energética, pero su infraestructura va por detrás. Si la revolución solar no viene acompañada de una revolución en redes, almacenamiento y gestión, lo que hoy simboliza progreso puede convertirse en una fuente de inestabilidad", advierte el analista Pablo Gil en The Trader.

Europa rebaja sus objetivos de emisiones

Por otra parte, Europa ha rebajado sus ambiciones climáticas y ha optado por fijar la reducción de emisiones al 80% en 2040 en lugar del 90% que estaba fijado. Johel Rodríguez, profesor de Organización Industrial en la Universidad Carlemany, señala que “una de las técnicas más conocidas para la definición de objetivos es la técnica SMART, que proviene de las siglas en inglés: Específico, Medible, Alcanzable, Relevante y Temporalmente definido. Sin embargo, durante la reciente reunión del Consejo de la Unión Europea sobre clima se ha agregado un nuevo matiz a esta definición: convertir un objetivo en 'alcanzable' a cualquier precio. Personalmente pienso que se ha pecado de definir un objetivo excesivamente ambicioso y que, al comprobar que no es posible alcanzarlo en el tiempo previsto, se ha optado por redefinir la estrategia". 

"Una posibilidad habría sido ajustar el objetivo a algo más realista; otra, ampliar el plazo para lograrlo. Pero, como ha demostrado la UE, también existe una tercera vía: mantener los objetivos intactos mientras se relajan las políticas y se buscan atajos que permitan seguir presumiendo de la ambición verde de los Estados miembros. Estas medidas no implican que la UE renuncie al objetivo global, sino que introducen nuevos mecanismos de flexibilidad para la redistribución o compensación geográfica y temporal de las emisiones. Traducido al lenguaje cotidiano sería como presumir de tener la casa impecable y un estricto protocolo para sacar al perro y tirar la basura todos los días, con la diferencia de que ahora puedo delegar esas tareas en alguien que me garantiza que mi casa estará limpia… aunque salga por el vecindario sin bolsa o deje la basura repartida entre mi casa y el contenedor. Aunque la intención es buena, y el objetivo plenamente válido y necesario para la sostenibilidad del planeta, no se puede mantener una agenda verde que entre en conflicto con el crecimiento económico. No se puede obligar a los Estados a elegir entre crecer, mantener los criterios ASG y competir en un mundo donde no todos están sujetos a las mismas reglas. Sin embargo, parece que la UE ha optado por relajar sus promesas y adoptar políticas poco coherentes, más orientadas a ganar votos y preservar una superioridad moral en temas ambientales que a cuestionar el relato construido de 'salvar el planeta'”. 

May López, profesora de OBS Business School y directora de Empresas por la Movilidad Sostenible, añade: “Inicialmente el objetivo no cambiaría, lo que cambiaría es el modo de alcanzarlo, permitiendo a aquellos que no consigan alcanzarlo vía reducción de emisiones de CO2, hacerlo a través de programas de compensación de emisiones. Compra de créditos de carbono que supondría una penalización económica para las empresas que no cumplan los objetivos al tener que invertir en proyectos de compensación en países en desarrollo.”

Robeco: EEUU entra en un superciclo energético

Por su parte, EEUU se está adentrando en una nueva era de aumento de la demanda de electricidad: un superciclo energético. Esto supondrá un cambio radical en la asignación de capital a la generación de energía, la infraestructura de la red y las tecnologías de almacenamiento, así como importantes oportunidades de inversión para la estrategia Robeco Smart Energy.

La IA, la electrificación y la descarbonización están incrementando la demanda de energía. Las redes antiguas y la falta de inversión en infraestructuras limitan la oferta. El desajuste entre la oferta y la demanda está provocando un nuevo superciclo de inversión

EEUU está en el epicentro de este incremento, ya que se espera que su demanda de energía en la próxima década se triplique respecto a su demanda en las dos décadas anteriores. Por lo tanto, su consumo total pasaría de 4.100 TWh en 2024 a5.300 TWh en 2035. Este aumento equivale al consumo anual combinado de Italia, Alemania y Francia.

Los principales factores que impulsan la demanda están claros:

  • Centros de datos y computación de IA: El consumo eléctrico de los centros de datos, los cuales ya son grandes consumidores de energía, aumentará a un ritmo anual del 15% (TCAC) de aquí a 2035. Los centros de datos ya representan alrededor del 3% de la demanda total y podrían llegar al 10% en 2035.
  • Calefacción y refrigeración comerciales y residenciales: Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el uso de electricidad superará al del gas natural para calentar espacios y agua, tanto en edificios de nueva construcción como en los renovados, a medida que las oficinas, los locales comerciales y las instalaciones institucionales pasen a utilizar sistemas eléctricos de calefacción, calentamiento, ventilación y aire acondicionado. Prevemos que estos segmentos crezcan a un ritmo del 1,1% anual (TCAC) hasta 2035, muy por encima del 0,7% de la última década.
  • Electrificación industrial: La industria manufacturera estadounidense se está expandiendo debido a los aranceles y las tendencias de reshoring, y está integrando la automatización y la robótica basadas en IA. Prevemos que la TCAC de la electrificación industrial crecerá hasta un 1,9% de aquí a 2035,un ritmo muy por encima de la media histórica del 0,6%.
  • Transporte: A pesar de las decepcionantes cifras de ventas de vehículos eléctricos (VE) en EEUU, en la actualidad hay unos 5 millones de ellos circulando, lo que representa en torno al 2% del parque total de turismos. Aunque el mix de ventas de vehículos nuevos se mantuviera estable (en torno al 9%), la TCAC del número de VE aumentaría en torno a un15% hasta 2035, con lo que se alcanzarían los 22 millones. En 2035, los VE podrían representar cerca del 10% de la demanda total.

Tras décadas de consumo estable, la red estadounidense no está preparada para este nivel de crecimiento. La retirada del carbón y la lentitud en la concesión de permisos a los sistemas de energías renovables han limitado el suministro eléctrico. Los organismos reguladores de la energía advierten de que la mitad de EEUU se enfrenta a un déficit de suministro eléctrico en la próxima década. 

La distribución complica aún más las cosas. El final de la vida útil de más del 30% de las líneas de transmisión y de casi el 50% de las infraestructuras de distribución está próximo. Los precios de la capacidad en los mercados en los que opera PJM se han multiplicado por diez en cuatro años, mientras que los de la electricidad han aumentado un 4% anual, lo cual subraya la tensión entre fiabilidad y asequibilidad.

En los últimos cinco años, el importe de la factura de la luz se ha incrementado un 24% a lo largo y ancho de EEUU. 

El entorno político de EE.UU. está evolucionando para hacer frente a este gran aumento. La orden ejecutiva de Emergencia Energética Nacional de 2025 contempla permisos por la vía rápida y desregulaciones, sobre todo para las centrales térmicas de gas y las mejoras en la transmisión. Al mismo tiempo, los incentivos heredados de la Inflation Reduction Act (IRA) y de la One Big Beautiful BillAct (OBBBA) siguen canalizando capital hacia las energías renovables y la resiliencia de la red eléctrica. El consenso bipartidista sobre la fiabilidad de la red garantiza un telón de fondo favorable a la inversión en infraestructuras energéticas estadounidenses.

Prevemos que EEUU añadirá entre 500 y 600 GW de capacidad de aquí a 2035, y que las energías renovables representarán aproximadamente entre el 60 y el 70% de estas adiciones. Por su parte, el gas natural seguirá siendo el pilar de la fiabilidad. A pesar del escrutinio político y de la OBBBA, se espera que las energías renovables superen la capacidad de gas adicional. Mientras tanto, con el respaldo de la administración estadounidense actual, la actividad de las centrales térmicas de carbón podría prorrogarse, y las compañías de servicios públicos ya están planificando activamente nuevos proyectos de producción de gas. La popularidad de la energía nuclear también está creciendo, pero su elevado coste y los largos plazos de construcción la convierten en una solución inviable a corto plazo.

Según la AIE, el mix energético de EE.UU. en 2040 podría estar compuesta por 900GW de energía solar, 600 GW de energía eólica, 450 GW de gas natural, 250 GW de almacenamiento en baterías, 100 GW de energía procedente del carbón y energía nuclear. Este mix pone de manifiesto la necesidad de disponer de un volumen de energía despachable que esté 'siempre disponible' para complementar las fuentesde energía renovables intermitentes.

Modernización de la red: Una cuestión público-privada

A medida que aumente el consumo, las redes eléctricas antiguas se verán sometidas a una presión cada vez mayor. El Departamento de Energía subrayó que en los próximos 10 años, EE.UU. tendrá que incorporar una capacidad de transmisión similar a la añadida en los últimos 60 años. En 2050, las redes eléctricas tendrán que ser al menos dos o tres veces mayores para seguir el ritmo de las tendencias de electrificación, expansión de los centros de datos y transición a energías limpias.

Se espera que el gasto en la ampliación de las redes supere los 100.000 millones$ anuales a finales de la década, y que se beneficien de ello los proveedores de infraestructura de redes, componentes de redes inteligentes y equipos para los consumidores finales.

06Nov

EEUU reducirá en un 10% los vuelos regionales y nacionales para aliviar la presión provocada por la escasez de controladores aéreos, quienes continúan trabajando sin sueldo debido al cierre del Gobierno.

Miguel Ángel Valero

Estados Unidos reducirá en un 10% los vuelos regionales y nacionales para aliviar la presión provocada por la escasez de controladores aéreos, quienes continúan trabajando sin sueldo debido al cierre del Gobierno. Desde que comenzó el cierre el 1 de octubre, los retrasos en los vuelos han sido constantes: la semana pasada, casi el 80% de los controladores estaban ausentes en las instalaciones áreas de Nueva York.

El plan busca mitigar la fatiga y la frustración entre estos trabajadores, afectados por la congelación de sus salarios. Los recortes en el número de vuelos se implementarán de forma escalonada a partir del viernes: ese día se reducirá el volumen en un -4%, el sábado en un -5%, hasta alcanzar el -10% durante la próxima semana. 

Si el cierre se prolonga, podría afectar al periodo de Acción de Gracias, el 27 de noviembre, una de las fechas con mayor volumen de desplazamientos en EE.UU.

Durante el cierre de Gobierno de 2019 –primer mandato de Trump–, las interrupciones en los viajes aéreos fueron clave para ponerle fin. Entonces, los controladores de tráfico aéreo en instalaciones críticas de Virginia y Florida se reportaron enfermos, lo que ralentizó el tráfico en la costa este y provocó la suspensión temporal de vuelos hacia los aeropuertos de Nueva York, Newark y Filadelfia. Ese mismo día, Trump firmó una resolución de continuidad para reabrir el Gobierno.

Pese a la situación creada por los 40 días de cierre de la Administración y a que no se vislumbra una solución, mejora el empleo privado en EEUU, reduciendo los temores a un deterioro acusado del mercado laboral. Las cifras de empleo privado de la consultora ADP sorprendieron al alza al mostrar un aumento de +42.000 empleados en el sector privado en octubre, superando los +30.000 previstos y una clara mejora frente a la caída de -29.000 del mes anterior. Con este dato, llegan señales de estabilización tras dos meses consecutivos de destrucción de empleo privado. 

Este informe privado es actualmente uno de los pocos indicadores mensuales de empleo disponibles dado que el cierre del Gobierno americano impide la correcta publicación de las estadísticas oficiales. Por sectores, la lectura fue mixta: la nota positiva es que el empleo mejoró en términos agregados en los servicios (+32.000 vs. -21.000 anterior) y también en los sectores relacionados con la producción de bienes (+9.000 empleos vs. -7.000 del mes anterior). 

Pero los sectores más ligados a la evolución del ciclo económico dejaron cifras débiles, dado que las manufacturas perdieron en octubre 3.000 empleos, ocio y hostelería perdió 5.000, y también el sector tecnológico destruyó 17.000 empleos. 

Con todo ello, los datos fueron positivos al confirmarse que se frena la destrucción de empleo en la economía, pero sigue reflejando debilidad en el mercado laboral, dado que los sectores más cíclicos destruyen empleo.

También son alentadores los números de confianza empresarial. El ISM de los servicios alcanzó máximos desde febrero impulsado por una importante mejora de los nuevos pedidos. Dato positivo al mostrar que la confianza empresarial se acelera de cara al tramo final del año (52,4 frente al 50 anterior) y que, además, este aumento se sostiene por un fortalecimiento en los pedidos (56,2 vs. 50,4 previo) y por una ligera moderación en la contracción del subíndice de empleo (48,2 vs. 47,2 anterior).

The Trader:  el “shutdown” complica la vida a la Fed

El mercado esperaba una señal clara de que la Reserva Federal seguiría recortando tipos en diciembre. Pero Jerome Powell, en su comparecencia del 29 de octubre, rompió ese guion. Su mensaje fue contundente: “una nueva reducción en diciembre no es, ni mucho menos, algo garantizado”. Esa frase bastó para enfriar el entusiasmo de los inversores, provocar una caída inmediata en los bonos del Tesoro y recordar que la política monetaria de la mayor economía del mundo está ahora en una encrucijada. 

Pese a ello, la Fed recortó un cuarto de punto, hasta el rango del 3,75%-4%, tal y como se esperaba, pero la división interna deja claro que el consenso empieza a resquebrajarse. Algunos miembros del comité temen que la inflación aún no esté del todo controlada, mientras otros miran con preocupación el enfriamiento del mercado laboral. Powell, al menos por ahora, parece inclinarse hacia este último grupo. Considera que el deterioro del empleo justifica cierto apoyo monetario, aunque sin comprometer la credibilidad del banco central ni dar por hecho que los recortes continuarán automáticamente.

A este entorno ya de por sí complejo se suma un factor adicional: el “shutdown” del gobierno estadounidense, el cierre parcial de la administración por falta de acuerdo presupuestario en el Congreso. Desde principios de octubre, esta situación mantiene paralizadas a varias agencias federales y ha interrumpido la publicación de buena parte de los datos oficiales de empleo, inflación y consumo. 

La Fed navega a ciegas, sin sus instrumentos habituales para medir el pulso real de la economía. Los miembros del FOMC se ven obligados a recurrir a indicadores privados y regionales, mucho menos precisos y actualizados, lo que añade un grado extra de incertidumbre a la decisión de diciembre. La situación recuerda a los tiempos previos a la pandemia: mercados nerviosos, una economía que lanza señales contradictorias y un debate interno cada vez más visible dentro de la Reserva Federal. Powell ha insistido en que la política monetaria seguirá guiándose por los datos, pero en un contexto sin datos fiables, ese principio se convierte casi en una paradoja. 

Lo que sí confirmó el presidente de la Fed fue el final del programa de “quantitative tightening” (QT), la reducción progresiva del balance mediante la no renovación de los bonos que llegan a vencimiento y que la institución tiene en cartera. La decisión, que comenzará a aplicarse el 1 de diciembre, llega en un momento en que la liquidez de los mercados financieros parece haber alcanzado un punto crítico. Seguir reduciéndola podría provocar tensiones en el sistema monetario, algo que ya se vivió en 2019, cuando los tipos interbancarios se dispararon por la escasez de reservas en el sistema. Pese a que todavía tiene más de seis billones$ en su balance, la Fed considera que ya se ha alcanzado el nivel “adecuado” para mantener la estabilidad y evitar distorsiones mayores en los mercados de financiación a corto plazo.

La FED entra así en una fase más incierta y fragmentada. Con un mercado laboral que se enfría, una inflación aún por encima del objetivo y un gobierno en “shutdown”, Powell y sus colegas deberán decidir su próximo paso sin mapa, en medio de un entorno económico que mezcla señales contradictorias y tensiones políticas crecientes. 

La primera reacción en los mercados fue un recorte en la probabilidad de bajada de tipos de aquí a fin de año, un dólar que recuperó terreno frente al euro, un bono a 10 años que volvió a cotizar con rentabilidades por encima del 4%, y caídas moderadas en la renta variable. 

"Y esa reacción resume la nueva realidad: la Fed ha pasado de ser un ancla de previsibilidad a una fuente de incertidumbre, y eso, en los mercados, suele traducirse en una prima de riesgo más alta", avisa el analista Pablo Gil en The Trader.

06Nov

Ya no basta con anunciar más gasto en inteligencia artificial; los inversores quieren saber cuánto se gana con cada dólar invertido. Es la primera vez desde que comenzó el auge de la IA que el incremento del gasto no garantiza una respuesta positiva en Bolsa.

Miguel Ángel Valero

La última temporada de resultados de las grandes tecnológicas ha vuelto a girar en torno a la inteligencia artificial (IA). Pero, a diferencia de trimestres anteriores, el mercado ha empezado a distinguir entre promesas y resultados. La narrativa del 'todo vale' para la IA comienza a perder fuerza, y los inversores ahora exigen algo más que planes ambiciosos: quieren ver beneficios tangibles. 

Las grandes compañías del sector (Amazon, Alphabet, Microsoft, Meta, Apple y Tesla) superaron las expectativas, con un crecimiento de beneficios cercano al 27%, muy por encima del 15% previsto antes del inicio de la temporada. Pero el comportamiento en Bolsa mostró un cambio importante: la recompensa ya no es automática. Las empresas que lograron demostrar que sus inversiones en IA generan ingresos reales fueron premiadas, mientras que aquellas cuyos proyectos aún no se traducen en resultados fueron castigadas con dureza. 

Amazon fue la gran ganadora de la semana. Su división de servicios en la nube, AWS, volvió a acelerar el crecimiento y sus acciones subieron casi un 10%, pese al fuerte aumento de la inversión en infraestructura. Alphabet también convenció al mercado al anunciar que los ingresos derivados de sus productos basados en IA generativa se triplicaron respecto al año anterior, y que las ventas de Google Cloud crecieron un 34%, superando las previsiones. En ambos casos, el mensaje fue claro: el gasto en inteligencia artificial empieza a dar frutos. 

En cambio, Meta se llevó el golpe más severo con sus acciones, registrando la mayor caída diaria de los últimos tres años después de que los inversores reaccionaran con escepticismo ante sus planes de gasto. Aunque la compañía destacó las mejoras en sus sistemas de anuncios y la eficiencia impulsada por la IA, la falta de ingresos visibles relacionados con esas inversiones encendió las alarmas. Microsoft tampoco escapó al escrutinio: su crecimiento en la nube no impresionó al mercado, y las acciones retrocedieron más de un 4% en dos días.

Los analistas coinciden en que se ha producido un punto de inflexión: el mercado empieza a aplicar una “disciplina de retorno” a la euforia inversora. Ya no basta con anunciar más gasto en inteligencia artificial; los inversores quieren saber cuánto se gana con cada dólar invertido. Es la primera vez desde que comenzó el auge de la IA que el incremento del gasto en capital no garantiza una respuesta positiva en Bolsa. 

Aun así, la revolución tecnológica no se detiene. Los compromisos de inversión por parte de los grandes actores siguen actuando como motor del mercado y arrastran a todo el ecosistema asociado. Nvidia volvió a ser la gran beneficiada, con una subida cercana al 9% y una valoración que superó por primera vez los cinco billones de dólares, un hito histórico. También se vieron impulsadas otras empresas vinculadas a la cadena de suministro de la IA, como fabricantes de chips, proveedores de almacenamiento o constructoras de centros de datos. Incluso compañías industriales como Caterpillar, favorecidas por el auge de la infraestructura tecnológica, registraron alzas notables.

En conjunto, la inteligencia artificial sigue siendo el epicentro del crecimiento corporativo estadounidense. Los índices Nasdaq 100 y S&P 500 se mantienen cerca de máximos históricos, apoyados por el empuje de este sector que sigue concentrando la mayor parte de las ganancias del mercado. Sin embargo, el gran examen aún no ha llegado. Nvidia, el termómetro indiscutible del ciclo de la inteligencia artificial, presentará resultados el 19 de noviembre. Las expectativas son altísimas, y cualquier decepción, aunque no es habitual que se produzca, podría generar un impacto en cadena en todo el sector.

"La lección que deja esta temporada de resultados es clara: la inteligencia artificial ha pasado de ser una promesa incuestionable a un proyecto que debe rendir cuentas. Los inversores ya no se conforman con visiones de futuro; ahora exigen evidencias de rentabilidad. El entusiasmo sigue vivo, pero la paciencia basada en promesas futuras podría estar empezando a agotarse", advierte el analista Pablo Gil en The Trader.

Crecimiento sin empleo

Por otra parte, la economía estadounidense está mostrando un fenómeno inquietante: el PIB crece mientras la contratación se frena. Algunos lo llaman “crecimiento sin empleo”. ¿Es la inteligencia artificial la culpable? Todo apunta a que la IA está elevando la productividad en tareas concretas, pero su efecto neto sobre el empleo dependerá de cómo las empresas rediseñen el trabajo y de si los gobiernos acompañan con formación, reglas de competencia y políticas de adaptación real.

Según el Fondo Monetario Internacional, cerca del 40% de los empleos del planeta están altamente expuestos a la IA generativa. Pero exposición no equivale a despido, sino a transformación: cambio de tareas, reasignación de tiempo y nuevas combinaciones de habilidades. El riesgo surge cuando esa transición no se gestiona bien. Si los beneficios del capital tecnológico se concentran, la desigualdad aumenta y el dividendo de la IA no se traduce en empleo de calidad. En ese escenario, la tecnología amplifica brechas y deja atrás a quienes no reciben formación o tiempo para adaptarse.

Estamos, sin duda, ante una de las revoluciones tecnológicas más importantes de la historia de la humanidad. La inteligencia artificial no es una moda: es un cambio estructural que reconfigurará el sistema productivo y las reglas sociales con las que hemos convivido durante décadas. Nadie puede prever con certeza el futuro, pero todo indica que en una década el mercado laboral será irreconocible. Para quienes se adapten, aprendan y se reciclen, las oportunidades serán enormes. Pero para otros (por edad, falta de conocimientos o simplemente desinterés) esta ola puede convertirse en una sentencia de exclusión. Cada revolución ha tenido ganadores y perdedores; la diferencia es que esta avanza a una velocidad sin precedentes.

"Yo no tengo la respuesta, pero sí una convicción: debemos evitar los extremos. Ni el apocalipsis ni la promesa fácil. La evidencia sugiere un futuro de trabajo transformado, no eliminado, con claros avances de productividad y riesgos manejables… siempre que hagamos bien nuestra parte. El problema es que no confío en quienes deberían pilotar este cambio. Miro a la casta política que gobierna el mundo y veo con espanto que hace tiempo dejaron de hacerlo para los ciudadanos. Hoy solo buscan preservar un sistema del que se benefician. Pensar que serán capaces de anticiparse y preparar a la sociedad para esta disrupción es, siendo realistas, un acto de fe. Basta observar los debates a los que dedican su tiempo: irrelevantes frente al desafío histórico que enfrentamos. Pedirles que piensen en las próximas décadas es como pedirle a un niño que se preocupe por su vejez", apunta Pablo Gil.

"Algunos visionarios ya defienden como solución una renta mínima universal para quienes no trabajen. Es un debate legítimo, pero personalmente tengo mis dudas. El ser humano siempre se ha movido por metas, desafíos y logros. Trabajar (en el sentido amplio de crear, aportar o mejorar algo) forma parte de nuestra naturaleza. No creo que estemos preparados para vivir sin propósito, ni que una renta garantizada sustituya la satisfacción de sentirse útil. Porque sobrevivir no es lo mismo que vivir", reflexiona este experto.

La guerra del cómputo

En medio de este debate, algo enorme está ocurriendo en el mundo de la inteligencia artificial, pero fuera del foco mediático. No tiene que ver con los modelos ni con los algoritmos, sino con la infraestructura invisible que los alimenta. Durante años, las grandes tecnológicas compraban capacidad en la nube a gigantes como Amazon, Google o Microsoft. Pero ahora estamos entrando en una nueva fase: la economía de guerra del cómputo. 

Microsoft y otras compañías ya no se limitan a contratar servidores: están creando y financiando un ejército de empresas (las llamadas NeoClouds) dedicadas exclusivamente a generar potencia de cálculo para la IA.

Son una nueva especie dentro del ecosistema tecnológico: proveedores privados de cómputo a gran escala, que funcionan casi como extensiones de los gigantes tecnológicos. No ofrecen servicios al público, sino que construyen centros de datos enteros solo para un cliente y mueven por detrás los hilos. 

  • IREN, una antigua minera de bitcoin, acaba de firmar un acuerdo de 9.700 millones$ con Microsoft, transformándose en proveedor de IA de la noche a la mañana.
  • Nebius, con un acuerdo de 17.400 millones, ha pasado a ser una especie de anexo de infraestructura privada.
  • CoreWeave, pionera del modelo, consiguió un contrato multimillonario con Microsoft, lo usó como aval para pedir préstamos a Blackstone y empezó a acumular GPU como si fueran reservas estratégicas.

Montar un centro de datos de alta capacidad cuesta miles de millones, y las NeoClouds no tienen ese capital, así que utilizan un mecanismo clásico de apalancamiento:

  1. Firman un contrato a largo plazo por ejemplo con Microsoft (que garantiza ingresos futuros).
  2. Usan ese contrato como garantía ante fondos de inversión o bancos.
  3. Obtienen créditos masivos para comprar GPUs y construir más infraestructura.

El resultado es que crecen a toda velocidad, pero a base de deuda. Y mientras, los reguladores y las redes eléctricas intentan alcanzar el ritmo, estas empresas hipotecan el futuro para sostener el apetito de cómputo de la IA. Así que ojo, porque lo que se presenta como “innovación” empieza a parecerse a una política industrial privada, movida por deuda, chips y contratos exclusivos.

En cualquier caso, lo que queda claro es que la IA no es solo una revolución tecnológica; es una carrera por el territorio computacional respaldad por deuda, donde el poder se mide en GPU, capacidad eléctrica y acceso al crédito. 

Evli: las valoraciones no están al nivel de burbuja

Las acciones tecnológicas se han convertido en el núcleo del mercado bursátil y, por tanto, las narrativas sobre su futuro son críticas para el rendimiento de todo el mercado. Las tecnológicas representan cerca del 60% de la capitalización bursátil estadounidense y más del 20% de los mercados emergentes. Las acciones europeas tienen la menor exposición. Una corrección brusca en las tecnológicas y, por tanto, en las Bolsas globales erosionaría la riqueza de los hogares y debilitaría el consumo, perjudicando el crecimiento económico.

La narrativa principal respecto a las tecnológicas es el auge de la inteligencia artificial, señala Valtteri Ahti, Chief Investment Strategist and Head of Investment Research de la gestora nórdica Evli. Hay temores generalizados de que la IA se haya convertido en una burbuja y existen síntomas inconfundibles de burbuja. Hay un gran bombo sobre semanas laborales de tres días a medida que los robots sustituyen a los humanos.

El meteórico ascenso de acciones ligadas a la IA sin ingresos recuerda mucho a la burbuja puntocom. Hay financiación de proveedores: Nvidia invertirá hasta 100.000 millones$ en OpenAI, parte de los cuales vuelven a Nvidia en compras de GPU.

Existen diferencias significativas entre la burbuja puntocom y el auge actual de la IA. Durante la burbuja puntocom, las tecnológicas construyeron vastas redes de fibra esperando una demanda que no llegó. Un año después del estallido, el 85% de la capacidad de fibra estaba sin usar. El auge de la IA es diferente, ya que la oferta de centros de datos no puede cubrir la demanda existente por la escasez de chips, energía y mano de obra cualificada.

Sin embargo, la verdadera prueba de una burbuja es la valoración, o más concretamente, las valoraciones infladas. Al fin y al cabo, una burbuja consiste en que los inversores están dispuestos a pagar una prima significativa sobre los fundamentales porque las perspectivas de futuro son excepcionalmente brillantes.

Como grupo, las principales tecnológicas actuales —Nvidia, Microsoft, Amazon, Google y Meta— cotizan a valoraciones significativamente más bajas que los líderes de la burbuja puntocom: Cisco, Nortel, IBM, Intel y Microsoft.

La razón principal es que los líderes tecnológicos actuales son mucho más rentables y tienen balances mucho más sólidos que los de la era puntocom. La característica clave de una burbuja son las valoraciones extremadamente altas, que aún no se observan en el mercado actual.

Otra característica clave de una burbuja es que muchos inversores participan en el mercado no porque crean en el futuro, sino porque esperan que otros sigan haciéndolo. La dinámica de burbuja y auge está intrínsecamente ligada a las expectativas y, por tanto, a las noticias sobre si la historia sigue intacta.

Esto implica que el auge se pone a prueba de vez en cuando, lo que significa volatilidad. Por tanto, las valoraciones no están en niveles de burbuja, pero pueden producirse correcciones a medida que se ponga a prueba la narrativa de la inteligencia artificial.

Por otra parte, Japón considera incluir 6.500 millones$ anuales de los Presupuestos ordinarios a inversiones en IA y semiconductores. La clave está en que, hasta la fecha, estos fondos se canalizaban a través de Presupuestos extraordinarios, por lo que no ofrecían la estabilidad que proporciona el regular. En el último ejercicio final, se destinaron aproximadamente 9.700 millones a este propósito y, desde 2021, la cantidad acumulada asciende a unos 37.140 millones.

01Nov

Junto con esa democratización de las Bolsas, ha llegado un patrón preocupante: el aumento del apalancamiento y la especulación extrema, que reflejan la búsqueda desesperada de rentabilidad, la necesidad de enriquecerse rápido.

Miguel Ángel Valero

Desde 2020, los mercados han vivido una transformación silenciosa, pero profunda: el retorno masivo del inversor minorista. Millones de personas, impulsadas por el confinamiento, la liquidez infinita y la facilidad para operar desde el móvil, redescubrieron la Bolsa. Desde entonces, lo que comenzó como un fenómeno coyuntural se ha convertido en una fuerza estructural.

Hoy, cerca del 50% del volumen total de operaciones en EEUU se ejecuta fuera de los mercados tradicionales, a través de plataformas y “dark pools” donde predomina la actividad minorista. Es un cambio histórico: nunca antes el inversor particular había tenido tanto peso en la dinámica del mercado. 

Pero junto con esa democratización, ha llegado un patrón preocupante: el aumento del apalancamiento y la especulación extrema. El uso de opciones de vencimiento en el mismo día (las llamadas zero-day options) se ha disparado, convirtiéndose en el vehículo favorito de quienes buscan beneficios inmediatos. Al mismo tiempo, el auge de los ETF apalancados, incluso sobre acciones individuales, muestra que el apetito por el riesgo se ha multiplicado. 

No es casualidad: los proveedores de estos productos están respondiendo a una demanda que viene, principalmente, de los pequeños inversores. Los datos de “crédito con margen” (el dinero prestado por los brókers para comprar acciones) confirman la tendencia. Ajustada al tamaño de la economía o a la oferta monetaria (M2), esta deuda se encuentra de nuevo en niveles de advertencia, cercanos a los máximos de 2021. Históricamente, cuando la euforia apalancada alcanza estos extremos, el mercado se encuentra en las fases finales del ciclo alcista.

"Todo esto refleja un fenómeno más profundo: la búsqueda desesperada de rentabilidad en un mundo donde muchos sienten que llegan tarde. La promesa de enriquecerse rápido, las historias virales de éxito en redes sociales y la sensación de urgencia (“ganar antes de que la IA lo cambie todo”) alimentan una dinámica emocional que siempre ha acompañado a los grandes techos de mercado", advierte el analista Pablo Gil en The Trader.

Como decía Mark Twain, “La historia no se repite, pero rima”. Y esta vez, la rima suena familiar: exceso de confianza, apalancamiento creciente y una fe ciega en que esta vez es diferente. En el fondo, la expansión del inversor minorista es una gran noticia para la inclusión financiera. Pero también es un recordatorio de que, como en un coche deportivo, el apalancamiento acelera el destino: hacia arriba o hacia abajo. Y, si el conductor no sabe manejarlo, el accidente llega antes. La pregunta ahora es si estamos viendo una nueva normalidad o simplemente la antesala de otro ajuste. El tiempo (y el mercado) nos darán la respuesta… como hacen siempre.

La Generación Z busca la independencia mediante el dividendo

Dentro de la inversión minorista, en EEUU se está consolidando una tendencia curiosa, especialmente entre los más jóvenes: la generación Z busca su independencia financiera a través de los dividendos, no de un empleo tradicional.

Los datos muestran que los ETF orientados a dividendos han captado miles de millones en entradas netas durante 2025, convirtiéndose en una de las estrategias favoritas para quienes aspiran a generar ingresos pasivos. El sector ya mueve unos 750.000 millones$ en activos bajo gestión, y los fondos que ofrecen rentabilidades más agresivas (algunas por encima del 8%) se han multiplicado por cuatro en apenas tres años.

Entre las causas por las que ocurre esto están: 

  • La búsqueda de libertad laboral: muchos jóvenes no quieren depender de una nómina mensual.
  • Interés por ingresos pasivos: la comunidad online en torno a los dividendos ha crecido de forma explosiva.
  • Desconfianza en el empleo tradicional: largas jornadas, salarios ajustados y pocas perspectivas de estabilidad empujan a buscar alternativas.

Sin embargo, hay riesgo detrás del espejismo, ya que los dividendos no son “dinero gratis”: cuando una empresa reparte, su acción descuenta ese valor. Además, muchos ETF que prometen rentabilidades elevadas lo logran con estrategias complejas y derivados, lo que aumenta el riesgo. El profesor Samuel Hartzmark lo llama la “falacia de los dividendos gratis”.

Lección para inversores:

  • Generar ingresos vía dividendos es una estrategia legítima y puede ser muy valiosa en el largo plazo.
  • Requiere capital inicial, disciplina y diversificación.
  • No sustituye de inmediato a un salario: más que un atajo, es una vía de acumulación patrimonial progresiva.

En definitiva, esta tendencia refleja un cambio cultural: los jóvenes con educación financiera ya no buscan solo un empleo seguro, sino construir activos que trabajen por ellos y para ellos como para el resto de los inversores, la lección es clara: los dividendos siguen siendo un pilar de la estrategia a largo plazo, siempre que se gestionen con realismo y entendiendo sus riesgos.

31Oct

Se sugiere una estrategia más ambiciosa a largo plazo, en la que se sacrifica parte del crecimiento inmediato para situarse como líderes en el efervescente mercado global de la inteligencia artificial.

Miguel Ángel Valero

A falta de Nvidia, que los presenta el 19 de noviembre, las grandes tecnológicas de EEUU han hecho públicos sus resultados en los nueve primeros meses de 2025 y sus previsiones para el próximo ejercicio. Tanto Microsoft como Meta superaron las expectativas, pero decepcionaron con sus expectativas para 2026. 

Ambas compañías comienzan a reflejar en sus cuentas el impacto de sus apuestas por la inteligencia artificial (IA) y los costes asociados que se esperan para los próximos ejercicios. Amy Hood, directora financiera de Microsoft, reconoce que, a pesar del fuerte incremento en la inversión, no están logrando satisfacer la demanda de capacidad para IA. Los ingresos de la división Azure mantienen un ritmo de crecimiento de doble dígito (+27%). 

Por su parte, Meta anticipó un aumento sustancial de los gastos en 2026 y, además de algunos costes extraordinarios, no ofreció cifras claras sobre cómo la inversión en IA está impulsando sus ingresos. Y su línea de gafas inteligentes continúa generando pérdidas, esta vez por valor de 4.400 millones$ en el trimestre, aunque según Mark Zuckerberg, CEO y fundador de la empresa, se trata de una gran oportunidad. Admite que podría producirse una sobreinversión en capacidad computacional, en cuyo caso se plantearían venderla a terceros, aunque aclara que aún no se ha dado esa situación.

Alphabet, que indicó que su asistente Gemini tiene ya 650 millones (+44% desde el último trimestre) de usuarios activos al mes –frente a los más de 3.000 millones que se estiman para Chat GPT– y ofreció cifras mejores a las esperadas en su negocio de computación en la nube.

Google (Alphabet) está reabriendo una central nuclear en Iowa para alimentar sus centros de datos.

Entre las tres compañías, han gastado 78.000 millones$ en inversión de capital este trimestre, un 89% más que el año pasado. Esta tendencia continuará en los próximos meses.

Por su parte, Amazon superó ampliamente las expectativas, con una sorpresa positiva del +25%. Sus cifras reflejan que la demanda de capacidad computacional sigue siendo sólida: el negocio en la nube continúa creciendo a un ritmo interanual superior al 20%. De hecho, Andy Jassy, CEO de la compañía, destacó que la demanda actual es la más fuerte desde 2022.

Precisamente, Amazon ha anunciado que reducirá alrededor de 14.000 puestos corporativos (el 4% de su plantilla) en una decisión que, "lejos de reflejar debilidad, simboliza la nueva fase de la revolución de la inteligencia artificial", opina el analista Pablo Gil en The Trader. El ajuste afectará a un máximo de 1.200 trabajadores de sus oficinas corporativas en España (Madrid y Barcelona), pero no a empleados de entregas o de los centros logísticos.

El movimiento encaja con el mensaje que su CEO, Andy Jassy, lleva meses repitiendo: la IA permitirá a Amazon operar con menos personas y más productividad. Menos gasto en salarios, más inversión en algoritmos. Y deja muy claro que no será el último ajuste: la compañía planea seguir “eliminando capas” en 2026.

Aunque el despido masivo previo a Navidad pueda parecer impopular, el mensaje subyacente es claro: las tecnológicas siguen priorizando la eficiencia y el capital intensivo en IA sobre el empleo humano. Esto sugiere que el ciclo de inversión en inteligencia artificial aún está en plena expansión, y que la 'burbuja' que muchos temen no muestra señales de pincharse. Lejos de entenderse como debilidad, Amazon está reconfigurando su estructura para alimentar el mayor cambio tecnológico de las próximas décadas y adelantarse siempre gusta a los mercados.

Apple —una de las tecnológicas más alejadas de la ola de inversión en inteligencia artificial— presentó unos resultados que convencieron a los mercados, registrando el mejor tercer trimestre de su historia en términos de ventas, al superar la barrera de los 100.000 millones$. Su segmento más rentable, el de servicios, creció a una tasa interanual del 15%. Tim Cook, CEO de la empresa, anunció que se incrementarán los gastos operativos relacionados con el desarrollo de IA, aunque serán apenas 1.500 millones$, una cifra significativamente inferior a la de otras compañías del sector.

Además, Apple recibió buenas noticias en el ámbito comercial: el único arancel que paga actualmente —relacionado con el fentanilo y China— se reducirá a la mitad. La obligación de pago del resto de aranceles fue eliminada tras el compromiso de aumentar la inversión doméstica. En este trimestre, la compañía abonó 1.100 millones en aranceles, y estima que esta cifra podría ascender a 1.400 millones en el último trimestre del año.

 No obstante, la nota negativa vino precisamente de China, donde la demanda sigue siendo débil debido al aumento de la competencia local. En los últimos tres años, la participación de China en las ventas de Apple ha descendido del 20% al 14%.Llama la atención la diferente evolución en Bolsa tras presentar resultados: Alphabet (+2,5%), frente a los retrocesos de Microsoft (-2,9%) y sobre todo Meta (-11,3%). 

En el caso de la propietaria de Facebook, los mercados censuran sobre todo la decisión de Mark Zuckerberg de emitir deuda por 30.000 millones$, en una petición al mercado para seguir impulsando la inversión en IA, que tuvo en cualquier caso una demanda récord cercana a los 110.000 millones.

OpenAI pide a EEUU duplicar su capacidad energética anual (100 GW/año) para sostener el boom computacional. Y Qualcomm entra en el negocio de chips para servidores de IA, llegando a subir un 11% en Bolsa.

Todo esto apunta a un patrón: las grandes tecnológicas están reorientando su gasto hacia infraestructura, chips y energía para sostener el crecimiento del sector. Según estimaciones de analistas, el capex de las grandes nubes (Amazon, Microsoft, Google) crecerá más del 50% este año. En 2026, ese crecimiento bajaría al 20%, y ahí llegará el examen real: demostrar retornos tangibles de la inversión.

Las grandes tecnológicas han superado con creces las expectativas de crecimiento trimestral. Sin embargo, los cuatro principales “hiperscalers” —Amazon, Meta, Microsoft y Alphabet— comienzan a mostrar señales de que los costes operativos y la fuerte inversión en inteligencia artificial podrían empezar a limitar la expansión de márgenes que han disfrutado en los últimos años. Esto sugiere una estrategia más ambiciosa a largo plazo, en la que se sacrifica parte del crecimiento inmediato para posicionarse como líderes en el efervescente mercado global de la IA.

Puede que las cifras trimestrales recientes de las grandes tecnológicas generen ciertas dudas, pero la carrera por el dominio de la IA sigue su curso, en un entorno geopolítico más estable y con una Reserva Federal menos restrictiva. Estos tres factores, junto con la buena estacionalidad de los últimos meses del año, permitirán a estas empresas y a las Bolsas seguir avanzando.