24Oct

Faltan 3,5 millones de profesionales en el sector, mientras empresas como Palo Alto Networks, CrowdStrike y Fortinet han visto un aumento en la demanda de sus servicios, a medida que gobiernos y corporaciones buscan reforzar sus defensas digitales.

Javier García, director de cumplimiento normativo de Portocolom AV, opina que en la era digital, la ciberseguridad se ha convertido en un pilar fundamental para la defensa y estabilidad de gobiernos, empresas y ciudadanos. Con el avance de la tecnología y la creciente interconectividad global, las amenazas cibernéticas han crecido en complejidad y frecuencia, representando un riesgo significativo para la seguridad mundial, por lo que la protección de la información e infraestructuras críticas se ha convertido en una prioridad en el ámbito geopolítico y económico.

La ciberseguridad no solo protege datos personales, financieros y empresariales, sino también infraestructuras esenciales como redes eléctricas, sistemas de transporte, y servicios de salud, lo que hace que, en un mundo donde la digitalización y la interconectividad son cada vez mayores, los ciberataques puedan causar estragos en casi todos los ámbitos, incluida la economía. 

Un ejemplo de ello fue el ataque de ransomware WannaCry en 2017, que afectó a más de 200.000 ordenadores en 150 países, paralizando hospitales, bancos y empresas como Telefónica, Renfe o el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido. 

Por este motivo, los gobiernos y organizaciones están tomado medidas para fortalecer la seguridad digital. Por ejemplo, en la Unión Europea, el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) y el nuevo Reglamento sobre Resiliencia Operativa Digital (DORA), establecen normativas estrictas para garantizar la seguridad en el sector financiero y tecnológico.

A nivel mundial, las inversiones en ciberseguridad han aumentado considerablemente, estimándose que en 2025 el gasto global en este sector supere los 200.000 millones$ (un 15% más que en 2024). Esta previsión de aumento se debe, en gran medida, al panorama global, que está marcado por las crecientes tensiones entre países. 

La guerra cibernética se ha convertido en un nuevo campo de batalla, siendo EEUU, Rusia y China algunos de los actores clave en esta confrontación digital, con frecuentes acusaciones de espionaje, ataques a infraestructuras críticas y desinformación. Por ejemplo, en 2020 se reveló que un grupo vinculado al gobierno ruso llevó a cabo el ataque SolarWinds, comprometiendo datos de varias agencias gubernamentales estadounidenses e importantes empresas privadas, como Microsoft, Deloitte y Nvidia.

Otro caso más reciente fue el ataque cibernético por parte de Israel en su conflicto con Líbano, haciendo estallar miles de buscapersonas y walkie-talkies mediante ataques cibernéticos. 

Este hecho evidencia cómo la ciberseguridad ya no es solo una cuestión de protección de datos, sino una herramienta clave en conflictos bélicos modernos, si bien es importante reseñar que los ciberataques no solo provienen de actores estatales, sino también de grupos criminales y hacktivistas (activistas políticos o sociales que utilizan herramientas digitales para conseguir sus fines). Organizaciones como Anonymous han demostrado cómo el ciberespacio puede ser utilizado tanto para exponer corrupción como para sabotear infraestructuras.

Adicionalmente, la expansión de la inteligencia artificial y el Internet de las cosas provocará que la ciberseguridad adquiera aún más relevancia en el futuro. La IA puede ser una herramienta poderosa tanto para la defensa como para los ataques cibernéticos, permitiendo detectar ataques en tiempo real, pero también facilitando ataques más sofisticados por parte de ciberdelincuentes.

Por todo lo anterior, las compañías dedicadas a la ciberseguridad están experimentando un gran crecimiento. Empresas como Palo Alto Networks, CrowdStrike y Fortinet han visto un aumento en la demanda de sus servicios, a medida que gobiernos y corporaciones buscan reforzar sus defensas digitales. La contratación de expertos en ciberseguridad también se ha disparado, con estimaciones que indican que, a nivel global, en 2025 hay una escasez demás de 3,5 millones de profesionales en el sector. 

No obstante, este crecimiento plantea también un reto en términos de sostenibilidad ya que la ciberseguridad requiere enormes cantidades de recursos debido a los centros de datos, que procesan ingentes volúmenes de información para garantizar la seguridad, lo que incrementa el consumo energético y lahuella de carbono del sector tecnológico, si bien, en respuesta a este desafío, cada vez másempresas buscan soluciones más sostenibles, como el uso de energías renovables y técnicasde optimización de datos para reducir su impacto ambiental.En resumen, la ciberseguridad se antoja crucial en un mundo cada vez más digital,interconectado y altamente dependiente de la tecnología, con la inteligencia artificial y laautomatización cobrando un papel cada vez más importante y en el que los conflictos setrasladan al ámbito digital, por lo que la cooperación internacional, la inversión entecnología y la educación en seguridad informática son esenciales para enfrentar losdesafíos del futuro, que no están relacionados únicamente con la protección de lainformación sino con la preservación de la estabilidad global y la consecución de unasociedad digital más segura, resiliente, responsable y sostenible.

21Oct

Mientras las caídas provocan minusvalías medias del 31%, las subidas generan una revalorización del 254%, según un análisis de Óscar Tejada, de Portocolom AV.

Miguel Ángel Valero

Muy interesante el análisis que hace Óscar Tejada, gestor patrimonial en Portocolom AV, sobre los últimos 75 años en el S&P 500, el principal índice de la Bolsa en EEUU. En esos 75 años se han registrado tantos períodos alcistas como bajistas: 12. Pero con una diferencia fundamental: las subidas tienen una duración media de más de cinco años y generan una revalorización del 254%, en cambio, las caídas han durado mucho menos, en torno a un año, y han provocado minusvalías medias del 31%. 

"Hay una máxima entre los gestores de renta variable y es que uno no debe posicionarse en contra de la tendencia dominante del mercado. Intentar anticipar cuándo se producirá un cambio de tendencia (vender en un máximo o comprar en un mínimo de ciclo) nos puede salir bien una vez, pero la realidad es que a largo plazo no estar invertido es un coste de oportunidad que reduce los retornos logrados por el inversor", explica este experto.

Los mercados financieros son cíclicos. Al estar compuestos por diferentes sectores industriales y geografías diversas, cada uno con sus características propias, el gestor profesional puede posicionar su cartera en función tanto del ciclo económico como del perfil de riesgo de su cliente. Esto es lo que se conoce como gestión activa del capital. La lección es que "hemos de permanecer siempre invertidos, pero eso no implica que tenga que ser siempre ni en los mismos activos ni en la misma cuantía". 

Porque está la tentación, muy habitual entre los inversores no profesionales, de vender las posiciones que generan beneficios sin tener en cuenta que éstos podrían seguir aumentando, ya que son multitud los factores que determinan el valor de cada activo financiero, y tenerlos todos bajo control es una labor muy complicada. 

"Nos hemos acostumbrado en el último año a escuchar y a leer en medios especializados que las valoraciones de los activos estadounidenses están muy caras, pero, por el contrario, sus principales índices no han dejado de subir, como ejemplo, el S&P 500 se ha revalorizado más un39% desde el mínimo marcado el pasado 7 de abril. De haber hecho caso a esas informaciones las revalorizaciones de nuestras carteras serían claramente inferiores a las que tenemos actualmente", insiste.

En el gráfico se observan los ciclos alcistas y los ciclos bajistas de los últimos 75 años, donde se aprecia que el mercado ha estado subiendo en más del 80% de las sesiones. La conclusión es que se pueden y deben hacer ajustes de los pesos de las diferentes clases de activos que componen una cartera, fundamentalmente de renta fija y de renta variable, pero nunca salirse completamente del mercado. "Lo que es seguro es que de haber salido del mercado en plena corrección nos hubiéramos perdido una parte importante de la siguiente subida", subraya Óscar Tejada.

El mercado sigue numerosos datos para intentar entender que ocurrirá con las acciones a corto, medio y largo plazo, para consecuentemente posicionar las inversiones en consonancia con el análisis de éstos. La mayoría de los indicadores son de tipo financiero; algunos de carácter macroeconómico, como las previsiones de inflación, el comportamiento del mercado laboral, el consumo o las decisiones de los bancos centrales sobre tipos de interés. Y otros, de carácter microeconómico, como son los resultados empresariales, el nivel de apalancamiento de las empresas,  o el impacto de los directivos en el devenir de las decisiones empresariales. Existen otros factores de carácter externo, los que denominamos geopolíticos, como los conflictos armados, las decisiones políticas unilaterales (los aranceles) o la falta de capacidad de gestión (gobierno en Francia). 

Pero lo que todos ellos tienen en común es que alteran el curso de los índices bursátiles mediante correcciones o fuertes subidas que pueden durar desde unos días a incluso varios años. Éstas son las más complejas de medir y predecir, ya que a lo largo del movimiento tendencial se dan muchas señales de haber agotado el recorrido, pero cualquier pequeña corrección es suficiente para reanudar de nuevo su marcha. 

El último gran movimiento tendencial lo vivimos desde 2009 hasta 2020, periodo en el que el S&P 500 no experimentó una corrección mínimamente reseñable, lo que supuso que tras 11 años de subida el índice generara una revalorización del 527%.

En los últimos años estamos viviendo un fenómeno similar con el oro. Desde octubre de 2022 hasta hoy el oro se ha revalorizado más de un 140%, marcando precios nunca vistos. En 2024 los expertos consideraban que por la ley de oferta y demanda una onza de oro no valía más de 2.500$, pero han ido surgiendo factores que han llevado a superar los 3.900$. Entre esos factores está el Banco Popular de China, que junto a otros bancos centrales han decidido incrementar notablemente el peso del oro entre sus reservas estratégicas (para alcanzar el peso que tiene el oro en las reservas de Estados Unidos o de algún otro país europeo, debería seguir comprando los volúmenes actuales durante varios años más). Otros motivos de la subida los encontramos en la debilidad del USD o el proceso de bajadas de tipos de interés, especialmente por parte de la FED, y todo ello sin olvidar que cada vez que surge un conflicto internacional, especialmente con enfrentamiento armado, resurge el poder del oro como activo refugio.

La importancia de estar invertidos

Esos factores inherentes al mercado (macroeconómicos) junto a los factores externos (políticos) alteran continuamente el devenir de las Bolsas, y tomar decisiones de estar o no estar invertido en función de cada uno de esos datos lleva sistemáticamente a cometer errores, aunque podamos tener algún gran acierto.

En los últimos 45 años el principal índice estadounidense se ha revalorizado anualmente un 12% de media, habiendo sufrido una caída máxima media interanual del 14%, lo que reafirma la idea de que las caídas coyunturales, aun siendo importantes, son movimientos de corto plazo, que no alteran los resultados a largo plazo. 

"Por supuesto que no hay nada que discutir respecto a la importancia del momento de iniciar una inversión, pero nadie nos garantiza que al recibir un nuevo capital para invertir sea el momento más idóneo para hacerlo. Un ejemplo claro: quien recibiera nuevo capital para invertir el pasado mes de febrero, lo habría hecho en zona de máximos históricos y hoy tendría un beneficio acumulado cercano al 10%. Pero si ese capital entrase el 7 de abril la plusvalía se iría hasta el 39%. En manos del gestor queda la decisión de cómo ir invirtiendo ese nuevo capital para lograr el mayor retorno posible, sin olvidar nunca el perfil de riego de cada cliente en particular", concluye el análisis del gestor de patrimonios de Portocolom.