06Nov

EEUU reducirá en un 10% los vuelos regionales y nacionales para aliviar la presión provocada por la escasez de controladores aéreos, quienes continúan trabajando sin sueldo debido al cierre del Gobierno.

Miguel Ángel Valero

Estados Unidos reducirá en un 10% los vuelos regionales y nacionales para aliviar la presión provocada por la escasez de controladores aéreos, quienes continúan trabajando sin sueldo debido al cierre del Gobierno. Desde que comenzó el cierre el 1 de octubre, los retrasos en los vuelos han sido constantes: la semana pasada, casi el 80% de los controladores estaban ausentes en las instalaciones áreas de Nueva York.

El plan busca mitigar la fatiga y la frustración entre estos trabajadores, afectados por la congelación de sus salarios. Los recortes en el número de vuelos se implementarán de forma escalonada a partir del viernes: ese día se reducirá el volumen en un -4%, el sábado en un -5%, hasta alcanzar el -10% durante la próxima semana. 

Si el cierre se prolonga, podría afectar al periodo de Acción de Gracias, el 27 de noviembre, una de las fechas con mayor volumen de desplazamientos en EE.UU.

Durante el cierre de Gobierno de 2019 –primer mandato de Trump–, las interrupciones en los viajes aéreos fueron clave para ponerle fin. Entonces, los controladores de tráfico aéreo en instalaciones críticas de Virginia y Florida se reportaron enfermos, lo que ralentizó el tráfico en la costa este y provocó la suspensión temporal de vuelos hacia los aeropuertos de Nueva York, Newark y Filadelfia. Ese mismo día, Trump firmó una resolución de continuidad para reabrir el Gobierno.

Pese a la situación creada por los 40 días de cierre de la Administración y a que no se vislumbra una solución, mejora el empleo privado en EEUU, reduciendo los temores a un deterioro acusado del mercado laboral. Las cifras de empleo privado de la consultora ADP sorprendieron al alza al mostrar un aumento de +42.000 empleados en el sector privado en octubre, superando los +30.000 previstos y una clara mejora frente a la caída de -29.000 del mes anterior. Con este dato, llegan señales de estabilización tras dos meses consecutivos de destrucción de empleo privado. 

Este informe privado es actualmente uno de los pocos indicadores mensuales de empleo disponibles dado que el cierre del Gobierno americano impide la correcta publicación de las estadísticas oficiales. Por sectores, la lectura fue mixta: la nota positiva es que el empleo mejoró en términos agregados en los servicios (+32.000 vs. -21.000 anterior) y también en los sectores relacionados con la producción de bienes (+9.000 empleos vs. -7.000 del mes anterior). 

Pero los sectores más ligados a la evolución del ciclo económico dejaron cifras débiles, dado que las manufacturas perdieron en octubre 3.000 empleos, ocio y hostelería perdió 5.000, y también el sector tecnológico destruyó 17.000 empleos. 

Con todo ello, los datos fueron positivos al confirmarse que se frena la destrucción de empleo en la economía, pero sigue reflejando debilidad en el mercado laboral, dado que los sectores más cíclicos destruyen empleo.

También son alentadores los números de confianza empresarial. El ISM de los servicios alcanzó máximos desde febrero impulsado por una importante mejora de los nuevos pedidos. Dato positivo al mostrar que la confianza empresarial se acelera de cara al tramo final del año (52,4 frente al 50 anterior) y que, además, este aumento se sostiene por un fortalecimiento en los pedidos (56,2 vs. 50,4 previo) y por una ligera moderación en la contracción del subíndice de empleo (48,2 vs. 47,2 anterior).

The Trader:  el “shutdown” complica la vida a la Fed

El mercado esperaba una señal clara de que la Reserva Federal seguiría recortando tipos en diciembre. Pero Jerome Powell, en su comparecencia del 29 de octubre, rompió ese guion. Su mensaje fue contundente: “una nueva reducción en diciembre no es, ni mucho menos, algo garantizado”. Esa frase bastó para enfriar el entusiasmo de los inversores, provocar una caída inmediata en los bonos del Tesoro y recordar que la política monetaria de la mayor economía del mundo está ahora en una encrucijada. 

Pese a ello, la Fed recortó un cuarto de punto, hasta el rango del 3,75%-4%, tal y como se esperaba, pero la división interna deja claro que el consenso empieza a resquebrajarse. Algunos miembros del comité temen que la inflación aún no esté del todo controlada, mientras otros miran con preocupación el enfriamiento del mercado laboral. Powell, al menos por ahora, parece inclinarse hacia este último grupo. Considera que el deterioro del empleo justifica cierto apoyo monetario, aunque sin comprometer la credibilidad del banco central ni dar por hecho que los recortes continuarán automáticamente.

A este entorno ya de por sí complejo se suma un factor adicional: el “shutdown” del gobierno estadounidense, el cierre parcial de la administración por falta de acuerdo presupuestario en el Congreso. Desde principios de octubre, esta situación mantiene paralizadas a varias agencias federales y ha interrumpido la publicación de buena parte de los datos oficiales de empleo, inflación y consumo. 

La Fed navega a ciegas, sin sus instrumentos habituales para medir el pulso real de la economía. Los miembros del FOMC se ven obligados a recurrir a indicadores privados y regionales, mucho menos precisos y actualizados, lo que añade un grado extra de incertidumbre a la decisión de diciembre. La situación recuerda a los tiempos previos a la pandemia: mercados nerviosos, una economía que lanza señales contradictorias y un debate interno cada vez más visible dentro de la Reserva Federal. Powell ha insistido en que la política monetaria seguirá guiándose por los datos, pero en un contexto sin datos fiables, ese principio se convierte casi en una paradoja. 

Lo que sí confirmó el presidente de la Fed fue el final del programa de “quantitative tightening” (QT), la reducción progresiva del balance mediante la no renovación de los bonos que llegan a vencimiento y que la institución tiene en cartera. La decisión, que comenzará a aplicarse el 1 de diciembre, llega en un momento en que la liquidez de los mercados financieros parece haber alcanzado un punto crítico. Seguir reduciéndola podría provocar tensiones en el sistema monetario, algo que ya se vivió en 2019, cuando los tipos interbancarios se dispararon por la escasez de reservas en el sistema. Pese a que todavía tiene más de seis billones$ en su balance, la Fed considera que ya se ha alcanzado el nivel “adecuado” para mantener la estabilidad y evitar distorsiones mayores en los mercados de financiación a corto plazo.

La FED entra así en una fase más incierta y fragmentada. Con un mercado laboral que se enfría, una inflación aún por encima del objetivo y un gobierno en “shutdown”, Powell y sus colegas deberán decidir su próximo paso sin mapa, en medio de un entorno económico que mezcla señales contradictorias y tensiones políticas crecientes. 

La primera reacción en los mercados fue un recorte en la probabilidad de bajada de tipos de aquí a fin de año, un dólar que recuperó terreno frente al euro, un bono a 10 años que volvió a cotizar con rentabilidades por encima del 4%, y caídas moderadas en la renta variable. 

"Y esa reacción resume la nueva realidad: la Fed ha pasado de ser un ancla de previsibilidad a una fuente de incertidumbre, y eso, en los mercados, suele traducirse en una prima de riesgo más alta", avisa el analista Pablo Gil en The Trader.