Las dudas sobre la rentabilidad de las inversiones en IA, el freno a la bajada de tipos de la Fed, el impacto del cierre más largo de la historia de EEUU se unen al futuro mejor comportamiento de otros mercados bursátiles.
Miguel Ángel Valero
La volatilidad irrumpe con fuerza en Wall Street tras siete meses de avances bursátiles ininterrumpidos. Los inversores tienen muchas dudas sobre la sostenibilidad de la inversión en tecnologías de la información y, sobre todo, en la inteligencia artificial (IA).
Al goteo de comentarios de inversores institucionales se han sucedido ventas de paquetes de acciones, que han traído consigo caídas recientes desde máximos históricos en la gran tecnología (-25% en el caso más extremo de Meta).
Los inversores se preguntan hasta qué punto la IA será tan rentable como descuenta el mercado advirtiendo que las apuestas actuales podrían tardar años en traducirse en ganancias tangibles.
Más allá de las correcciones en la cotización de Nvidia, y de otras tecnológicas, sus resultados son buenos. El ciclo de inversión actual es un proceso de construcción de un sector de infraestructuras, que escala rápidamente, con retornos crecientes y buena demanda duradera. "Nos encontraríamos así en la fase inicial de importantes inversiones, que con el tiempo tendrá su reflejo en resultados, y que el riesgo latente no recae tanto en el sector tecnológico en su conjunto, sino más bien en compañías específicas que han asumido compromisos de gasto agresivos sin una monetización clara en el corto plazo. El mensaje es que, en conjunto el cambio de paradigma asociado a la IA está para quedarse", señalan los analistas de Banca March.
30% de probabilidad de bajada de tipos en diciembre
Por otro lado, el brusco giro en el sentimiento del mercado en torno a la próxima decisión en tipos de la Fed en diciembre, en donde se ha pasado de un casi seguro recorte al extremo contrario, otorgándose ahora una probabilidad del 30% a una bajada.
La cautela vuelve a hacerse presente entre los oficiales de la Reserva Federal de cara a la reunión del 10 de diciembre. Por un lado, el gobernador Michael Barr exigía prudencia para no comprometer la estabilidad de precios con una inflación que permanece muy alejada de los objetivos del banco central. Siguiendo esta misma línea, la presidenta de la Reserva Federal de Cleveland, Beth Hammack, subrayó que reducir los tipos de interés demasiado pronto podría prolongar la inflación y aumentar los riesgos financieros. Y que, aunque la demanda se está debilitando, una política más flexible podría fomentar los préstamos de mayor riesgo.
En el extremo contrario, el gobernador más afín a Trump, Stephen Miran, considera que la política monetaria continúa siendo demasiado restrictiva y aboga por mover los tipos hacia niveles más “neutros”.
Con todo esto, la postura del comité sigue mostrando divisiones significativas. A esto se suma que los datos clave para evaluar la economía estarán incompletos. Por un lado, las cifras de empleo de octubre y noviembre se conocerán después de la reunión, por lo que la Fed solo dispondrá del informe de septiembre al momento de decidir. En paralelo, las lecturas de inflación de octubre y noviembre permanecen inciertas, con una alta probabilidad de que las de octubre nunca se difundan.
Pero lo importante para las Bolsas es el crecimiento de los beneficios y no que los tipos bajen. En este sentido, los beneficios siguen mostrándose resilientes y con márgenes en máximos, y para muestra los resultados de la cadena de hipermercados Walmart (+6,4%), premiada por el mercado tras presentar resultados por encima de lo esperado y anunciar su salto al Nasdaq.
"Las políticas monetarias previsibles, ejecutadas de manera lenta y ordenada, suelen ser sinónimo de éxito", recuerdan en Banca March.
La resaca del cierre de Gobierno más prolongado de la historia
Además, una vez reabierto el Gobierno federal estadounidense tras el cierre más prolongado de la historia (el segundo se produjo en el primer mandato de Donald Trump), están las dificultades del mercado para poder leer el pulso de la economía, ante la falta de numerosos datos de octubre, que finalmente no se publicarán, y la sensación de 'contaminación' de las próximas series de actividad, que hacen que la situación de incertidumbre asociada a la macro se prolongue en el tiempo.
La incertidumbre asociada a los datos de coyuntura es un hecho, pero el cierre gubernamental ya ha concluido y, si no hay nuevos cierres a finales de enero, su impacto debería ser acotado, aunque pendiente de ser tasado. La expectativa queda por tanto asociada, en las próximas semanas, a datos de actividad 'contaminados' y más bien negativos, pero con visos de recuperación a comienzos de 2026.
En el caso del empleo, tras conocer los datos de septiembre, las sensaciones fueron francamente positivas con una generación de casi 120.000 empleos en el mes, por encima de la media, disipando al menos hasta esa fecha la creación de empleo.
Es cierto que las cifras de empleo de septiembre no permiten despejar dudas sobre la situación actual: son datos atrasados y previos al cierre del Gobierno, que además han mostrado tendencias contrapuestas, dado que el empleo se aceleró, pero la tasa de paro también repunta en el mes.
La creación de puestos de trabajo sorprendió positivamente al elevarse hasta 119.000, el mejor dato desde abril. Sin embargo, se revisaron a la baja las cifras de los meses previos y con ello agosto fue el segundo mes de destrucción de empleo del año con -4.000 personas (junio fue el otro mes del año con pérdidas de empleo, -13.000).
Educación y cuidados de la salud encabezan las contrataciones al elevarse en 59.000 personas, pero lo más destacado fue que dos sectores tan cíclicos como ocio y hostelería y la construcción aportaron al empleo, +47.000 y +19.000, respectivamente.
En términos de salarios, se incrementaron en el mes un 0,2% mensual, lo que deja el ritmo de crecimiento interanual en el +3,8% con una la duración media de la semana laboral que se mantuvo en 34,2 horas. Unos niveles sostenidos de crecimiento de los ingresos.
En la encuesta de empleo de los hogares, sorprendió negativamente el aumento de la tasa de paro, que en septiembre se elevó hasta el 4,4%, su mayor nivel desde octubre de 2021. Sin embargo, este aumento se explicó principalmente por un aumento de la tasa de participación en la economía y no tanto por el incremento del desempleo.
La población en edad de trabajar en la economía se elevó en 225.000 personas. Con esto, dada la positiva subida de la tasa de participación hasta 62,4% (una décima más que en el mes previo), la fuerza laboral se vio incrementada en 470.000 personas. Este mayor número de personas en el mercado laboral llevó a que el número total de desempleados subieran en 219.000 nuevas personas, pero subieron más las nuevas personas empleadas al elevarse en 251.000 en el mes.
Las estadísticas oficiales también actualizaron datos aplazados sobre las peticiones de subsidio de desempleo que, mirando las relativas a la última semana (15 de noviembre), mostró una reducción de las nuevas peticiones de subsidio por desempleo semanales hasta 220.000 (vs. 228.000 previas), situándose así en niveles históricamente bajos y mostrando que los despidos siguen contenidos.
Las ventas de viviendas de segunda mano subieron un +1,2% mensual hasta 4,1 millones de unidades anualizadas, dando señales de aceleración en octubre.
La advertencia de Goldman Sachs
Goldman Sachs ha lanzado una advertencia que rompe con la complacencia del mercado. Según su estratega jefe, Peter Oppenheimer, el S&P 500 solo ofrecerá un retorno medio anual del 6,5% durante la próxima década. Una cifra modesta para quien se acostumbró a ver subidas de doble dígito en la era de los tipos bajos y la liquidez infinita.
El mensaje de fondo es claro: EEUU ha disfrutado de un ciclo de rentabilidades extraordinarias, impulsado por la revolución tecnológica, el abaratamiento del dinero y la expansión de los múltiplos bursátiles. Pero ese viento de cola se ha agotado. Las valoraciones están en niveles históricamente altos, los márgenes empresariales tocan techo y las condiciones financieras ya no son tan favorables.
En su análisis, sin embargo, resalta que otras regiones empiezan a ofrecer mejores perspectivas. Goldman estima que los mercados emergentes podrían rendir un 10,9% anual, Asia (sin Japón) un 10,3%, Japón un 8,2% y Europa un 7,1%. El liderazgo bursátil podría desplazarse hacia fuera de EEUU por primera vez en mucho tiempo, concretamente desde el año 2010.
Es lo que denominan “una normalización” tras un ciclo excepcionalmente largo. Durante más de una década, bastaba con comprar el S&P 500 y esperar. Hoy, en cambio, el riesgo de concentración es evidente: siete grandes tecnológicas explican casi todo el rendimiento del índice, y su capacidad de seguir tirando del mercado dependerá de que mantengan beneficios y crecimientos difíciles de sostener a largo plazo.
Goldman no habla de desastre, sino de realismo. Un 6,5% anual es razonable en un entorno de mayor madurez económica, pero obliga a repensar estrategias. Ya no vale con depender de un solo país ni de un puñado de compañías. La diversificación será la principal fuente de rentabilidad y no solo de protección.
"Durante años, el mundo ha girado en torno al mercado americano. Quizá la próxima década nos recuerde que la rentabilidad también se encuentra fuera del radar de Wall Street. Y que mirar más lejos, una vez más, puede ser la clave para no quedarse atrás", apunta el analista Pablo Gil en The Trader.
Columbia Threadneedle: el impacto de la desregulación financiera
El análisis de Columbia Threadneedle Investments “El resurgimiento de la desregulación financiera: implicaciones para los mercados y los inversores”, destaca que se están relajando los requisitos de capital y reconfigurando el comportamiento de las entidades, especialmente en EEUU, pero con efectos que alcanzan también a otros mercados.
El análisis aborda cómo la relajación del marco regulatorio afecta al sector financiero desde múltiples ángulos: examina su impacto en la consolidación bancaria y en el comportamiento de las entidades en un contexto de mayores márgenes de maniobra; analiza las implicaciones para la estabilidad y el funcionamiento del mercado de deuda pública estadounidense; evalúa cómo estos cambios interactúan con el rápido crecimiento del crédito privado y los posibles desplazamientos entre banca tradicional y financiadores no bancarios; y compara la postura más cauta que mantienen Reino Unido y Europa frente al giro más decidido de EEUU.
También expone las repercusiones para distintas clases de activos - renta variable y crédito bancario, deuda soberana y estrategias de crédito privado - en un escenario en el que la desregulación abre nuevas oportunidades, pero al mismo tiempo recupera riesgos que han marcado ciclos anteriores.