Miguel Ángel Valero
En la presentación en Madrid de su primera novela, Los crímenes del Alcázar (Ediciones Alfar, 463 páginas), el exdirector general de Tráfico Gregorio Serrano admitía que era "un friki de la historia" y que "llevaba mucho tiempo con las ganas de escribir una novela sobre Sevilla". Ciudad de la que fue teniente de alcalde de Fiestas Mayores, Economía y Turismo.
Y desde luego ambas cuestiones aparecen en la obra, que comienza el 5 de enero de 1918, con España neutral en la I Guerra Mundial pero en medio de una epidemia de gripe mal llamada "española" (según la periodista Amalia Montes, la primera víctima de 'Los crímenes del Alcázar', la trajeron desde Kansas los soldados norteamericanos que llegaron a Europa para combatir contra los alemanes).
La novela tiene como escenario principal los Reales Alcázares, en plural porque son más de uno, con la primera Cabalgata de Reyes Magos que vivió la ciudad. Transcurre durante todo 1918, y permite al lector conocer por dentro la que entonces era residencia de la Familia Real, pero también el ambiente existente antes de la Exposición Hispanoamericana, antecedente de la famosa Expo de Sevilla de 1992..
Ese año fue también el comienzo de las obras de reurbanización y ensanche de la ciudad, con opiniones encontradas y con un protagonismo clave en la trama de los crímenes investigados por el policía Pablo Ysern, un sevillano serio, al que le aburre el fútbol.
La investigación policial, el inicio de un romance, otro asesinato, van llenando las páginas de esta obra que atrapa desde la primera frase: "la ciudad había despertado al nuevo año con anhelos de paz después del tumultuoso año 1917", con la Revolución de octubre en Rusia. Prácticamente la novela se lee de un tirón, porque cada capítulo añade un motivo más para no abandonarla.
Pero el gran acierto de Gregorio Serrano no está en el diseño de la trama, propia de una novela policiaca, sino en cómo combina la investigación con anécdotas de la historia de Sevilla, cómo se vivía en aquella época, qué tomaban los ciudadanos en el momento del aperitivo, a qué bares, iglesias, restaurantes y procesiones iban.
Gracias a 'Los crímenes del Alcázar' el lector descubre interesantes episodios de una España neutral en la I Guerra Mundial, como el papel que jugó el rey Alfonso XIII para que las familias de los combatientes en ambos bandos pudieran conocer la situación real de éstos. O la función de la Fabrica de Artillería y la Pirotecnia Militar sevillanas, ante la atenta mirada de los espías alemanes, franceses y británicos. Inolvidable la figura del cónsul alemán, más sevillano que La Giralda.
O muchas anécdotas, poco conocidas, en torno a la Torre del Oro, que juega también su rol clave en la trama.
Es también una de las primeras apariciones en una novela de la Policía Científica, creada en 1911, entre el escepticismo y la admiración de sus colegas de comisaría.
La trama va evolucionando, y Gregorio Serrano, con mucho tacto literario y sin que ésta sufra lo más mínimo, muestra cómo era Sevilla y la vida de los sevillanos en aquel interesante pero poco conocido 1918.
'Los crímenes del Alcázar' sirve también para mostrar que hay asuntos que no cambian. La periodista de 'El Liberal' investigaba el origen de la epidemia de gripe, la labor de los diferentes espías en la ciudad, y la especulación inmobiliaria en torno a la Exposición y a la expansión de Sevilla. Nada ha cambiado 107 años después, tras haber sufrido una pandemia, invadir Rusia Ucrania (entre otros conflictos bélicos), y saltar varios escándalos de corrupción, con políticos de diferente signo ideológico implicados. Nada nuevo bajo el Sol.
Como el mejor escribano puede tener un borrón, espero que en próximas ediciones se corrija un error que se desliza en la página 328 de la novela: la embajada de Alemania en Madrid difícilmente va a organizar "el sabotaje mediante explosivos de todos los buques mercantes alemanes que se habían refugiado en puertos españoles al comienzo de la guerra". Más que nada, porque nadie se pone bombas a sí mismo.
En cualquier caso, el lector de 'Los crímenes del Alcázar' quiere más, y espera ansiosamente a que se haga realidad lo que sugirió Gregorio Serrano en la presentación, una segunda parte que muestre Sevilla y los sevillanos en la Exposición Hispanoamericana de 1922 y en la Latinoamericana (ya con Portugal y Brasil) de 1929.
O se se materialice el sueño del autor de que la novela se transforme en una película o en una serie de TV.