14Nov

Los mensajes de miembros de la Reserva Federal hacen que los mercados reduzcan a menos del 50% la probabilidad de una reducción de tipos en diciembre.

Miguel Ángel Valero

Las declaraciones de Powell tras la reunión de octubre modificaron la percepción del mercado respecto a una posible bajada de tipos en diciembre. Las palabras de Neel Kashkari –presidente de la Reserva Federal de Minneapolis– reforzaron esta visión al afirmar que no apoyará una reducción de tipos en la próxima reunión. Estas declaraciones se suman a las de Susan Collins –presidenta de la Fed de Boston–, quien considera que en diciembre debería pausarse el ciclo de recortes para asegurar que la inflación avanza hacia el objetivo del 2%. Además, las posibles sanciones sobre Rusia y los recientes repuntes en los precios del petróleo han intensificado la incertidumbre en los mercados, reduciendo la probabilidad implícita en los mercados de una bajada de tipos en diciembre por debajo del 50%.

Para los expertos de Banca March, "estas noticias son positivas, ya que reflejan que varios miembros del comité observan una economía que sigue mostrando fortaleza". De hecho, el propio Kashkari reconoció que los datos económicos actuales le han sorprendido positivamente. A la espera de mayor claridad en los indicadores macroeconómicos y los resultados de Nvidia, los mercados reaccionaron negativamente al cambio de tono de la Fed. "Nuestro escenario de tipos ya contemplaba un enfoque menos optimista que el del consenso –aunque más enfocado en 2026–, por lo que este ajuste podría generar volatilidad en el corto plazo. Sin embargo, no creemos que sea motivo para una corrección profunda, ya que consideramos que responde a un ciclo económico que se mantiene sólido. Esto nos lleva a seguir manteniendo una visión constructiva respecto a los activos de riesgo", precisan.

El tonto en la ducha

Joan Bonet, director de Estrategia de Mercados y Asesoramiento de Banca March, apela en el último House View a la metáfora del tonto en la ducha para explicar la situación de un banco central: "Si en alguna ocasión se ha quemado en el transcurso de una plácida ducha sabrá lo complicado que es regular el flujo del agua para disfrutar de la temperatura ideal. Ajustar el calor con precipitación y de forma exagerada no solo aumenta de forma desproporcionada la posibilidad de quemarse, sino la necesidad de corregir la decisión con inmediatez a base de agua fría, entrando en un constante desajuste de temperaturas que pueden llegar a transformar el baño en una de las peores experiencias del día". 

Esta metáfora del tonto en la ducha fue utilizada por Milton Friedman para alertar de los peligros de una política monetaria demasiado agresiva o reactiva y de cómo un banco central, que intenta ajustar la economía demasiado rápido, puede terminar causando más daño que beneficio. La idea planteada por este premio Nobel es que las decisiones en las políticas diseñadas para cambiar el curso de la economía deben implementarse lenta y ordenadamente en lugar de actuar con precipitación. 

El presidente de la Reserva Federal, que de tonto tiene bien poco, es muy consciente de esta problemática. A lo largo de los últimos meses, en la recta final de su mandato, ha demostrado su amplitud de miras desatendiendo las constantes amenazas de Donald Trump y su Administración para que rebajara los tipos de interés de forma drástica. Powell prefiere ser comedido y lleva tiempo planificando un paulatino proceso de retirada de estímulos, adaptándolo a la desaceleración del mercado laboral y a una inflación del 3%. Comenzó con los recortes de tipos en septiembre de 2024 y, tras una pausa en los primeros 9 meses del año, ha reiniciado unas rebajas que ya suponen un total de 150 puntos básicos (pb) y sitúan la banda baja de la FED en el 3,75%. Acumula un ritmo medio de recortes de 10 pb al mes frente al típico ciclo recesivo en el que las rebajas se producen a un promedio de 96 pb mensuales. Además, a partir de diciembre finalizará el QT –quantitative tightening– y la Reserva Federal dejará de reducir su balance: una medida de restricción monetaria, que se ha venido implementando desde mediados de 2022, y que en términos de PIB, ha devuelto el balance a niveles prepandémicos –lo ha disminuido 14 puntos–, dotando a la autoridad monetaria de munición de cara a potenciales adversidades.

Esta decisión, que hasta el momento ha pasado bastante desapercibida por los mercados, se adopta ahora debido a la fuerte caída de las reservas bancarias depositadas en la Fed, que se encuentran en mínimos de 5 años –situándose en 3 billones$– y a las tensiones de las últimas semanas en el mercado de liquidez. El SOFR –referencia entre entidades financieras para los préstamos a un día garantizados por letras del Tesoro–, ha llegado a cotizar por encima del IORB –tipo de interés sobre las reservas bancarias en la Fed– cuando lo lógico y normal es que sea al contrario. En la práctica, mensualmente, dejarán de retirarse 40.000 millones$ del sistema financiero. Todo ello mediante un nuevo esquema por el que irá compensando con bonos del Tesoro los 35.000 millones de vencimientos en MBS –bonos hipotecarios–, adoptando por primera vez, desde finales de 2017, una política de balance neutral. La combinación de esta medida, junto a la reactivación de las rebajas de tipos que la Fed implementó en septiembre, son buenas noticias para los activos de riesgo. 

Además, es fundamental tener en cuenta que, si bien es cierto que los recortes en las tasas de interés son infrecuentes en los ciclos económicos que se estiran –desde 1980 solo ha ocurrido en 1985 y en 1998–, el retorno promedio histórico en los 12 meses siguientes suele ser del +25%. 

Aterrizaje suave de la economía

El hecho de que hayan pasado ya 15 meses desde que, en septiembre de 2024, se comenzaran a rebajar los tipos de interés y no se haya producido una recesión, confirma la tesis de un aterrizaje suave de la economía y de  un ciclo que se parece al del año 1995. La referencia de los 15 meses es muy importante porque, desde un punto de vista histórico, es el periodo más largo de tiempo transcurrido entre el inicio del ciclo de recorte de tipos y la recesión de 1990. En este sentido, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ha sabido regular la temperatura de la economía sin precipitaciones, ignorando las exigencias del propio Trump en materia de recortes. No obstante, el reciente cierre de Gobierno supone un reto adicional para la autoridad monetaria, que actualmente navega en la neblina ante la falta de estadísticas oficiales asociadas al empleo y los precios.

La Reserva Federal ha anunciado el fin de su programa de reducción de balance (QT) a partir de diciembre —dejando de drenar liquidez del sistema financiero—, y continuará de manera paralela con su senda gradual de recortes en los tipos de interés. 

El balance de la Fed como porcentaje del PIB finalizará el año ligeramente por encima de los niveles previos a la pandemia. A partir de entonces, el principal banco central del mundo adoptará una política neutral en cuanto al balance, algo que no ocurría desde finales de 2017. Después de tres años y medio, el proceso de reducción de balance llega a su fin tras las recientes tensiones vividas en el mercado monetario. Esta mayor liquidez en la economía se verá compensada por unos tipos oficiales –actualmente en el rango 3,75%-4%– que continuarán siendo restrictivos. En concreto, la Fed finalizará el año con un balance en torno al 21% del PIB, apenas por encima del 19% registrado a comienzos de 2020. De cara al futuro, bajo el nuevo esquema todos los vencimientos serán renovados, aunque los vencimientos correspondientes a bonos hipotecarios (MBS) serán reinvertidos en bonos del Tesoro a corto plazo. 

Esta decisión responde a dos preocupaciones reiteradas por los miembros del comité. Por un lado, y a diferencia de los MBS que tienen un vencimiento superior a los 10 años, los bonos del Tesoro a corto plazo están más alineados con las tasas de interés que la Fed controla, lo que facilita la transmisión de la política monetaria y otorga un mayor margen de maniobra. Varios integrantes de la Fed han manifestado su intención de reducir la exposición al sector inmobiliario, considerado por muchos como ajeno al mandato de política monetaria y una potencial fuente de distorsiones.

El relevo de Powell genera dudas sobre la independencia de la Fed

Dentro de 6 meses, Jerome Powell dejará su cargo como presidente de la Reserva Federal —aunque permanecerá como miembro del comité hasta 2028—, por lo que la Administración Trump ya está valorando posibles sucesores. Históricamente, entre la nominación del nuevo candidato y la toma de posesión suele haber casi tres meses, por lo que la designación de un candidato a presidente antes de febrero de 2026 constituiría una nueva intromisión por parte del Ejecutivo. 

En este contexto, el actual secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha indicado que está evaluando a cinco posibles aspirantes entre los que figuran dos miembros actuales de la Junta de Gobernadores de la Fed: Michelle Bowman y Christopher Waller, ambos nombrados durante el primer mandato de Trump. No obstante, los favoritos para liderar la institución son Kevin Hassett, actual director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, y Kevin Warsh, exgobernador de la Reserva Federal –nombrado por Bush en 2006–. 

Entre ambos, Warsh destaca como el candidato más alineado con la visión económica de Trump: ha sido crítico con la gestión de Jerome Powell y ha defendido públicamente recortes en los tipos de interés, en línea con la preferencia de la Casa Blanca por una política monetaria más expansiva. Su eventual nombramiento como presidente de la Reserva Federal puede generar cierta inquietud en los mercados, al interpretarse como una señal de mayor alineamiento político y menor independencia institucional.