25 Oct
25Oct

Miguel Ángel Valero

Finales de octubre marca el inicio del periodo más favorable del año para la renta variable según la estacionalidad histórica. Si analizamos los datos del S&P 500 desde 1990, observamos que el comportamiento medio de los mercados tiende a mejorar notablemente a partir de noviembre y mantiene ese impulso hasta finales de año. El gráfico aportado por The Trader ilustra con claridad el patrón, y permite compararlo con la evolución en rojo del S&P 500 durante este año. 

Lo primero que se observa es una fuerte discrepancia durante los meses de marzo y abril que, si bien tienden a ser positivos históricamente, en 2025 se vieron afectados por la guerra comercial, provocando una corrección severa en la Bolsa. La otra “anomalía” es la ausencia de retrocesos entre septiembre y octubre, que suelen ser la antesala de las fuertes subidas de noviembre y diciembre.

La dinámica del mercado en 2025 está claramente condicionada por factores que van mucho más allá de la estacionalidad. La guerra comercial de EEUU con China, la incertidumbre política global, y el deterioro progresivo de algunos indicadores macroeconómicos han roto los patrones tradicionales de comportamiento bursátil. Aun así, los inversores mantienen una fe casi inquebrantable en la capacidad de los bancos centrales para sostener el ciclo. 

Según el último sondeo de S&P Global IMI, el optimismo se apoya en tres pilares: la expectativa de políticas monetarias más flexibles, la solidez de los resultados empresariales y el regreso de las recompras de acciones tras el “blackout period” durante la publicación de resultados. Sin embargo, el entorno sigue plagado de amenazas: valoraciones exigentes, tensiones geopolíticas y un escenario de inflación que se resiste a moderarse.

En las próximas semanas confluyen fuerzas opuestas que podrían definir el tono del mercado hasta final de año. Por un lado, la estadística juega a favor: la estacionalidad positiva, el retorno de la liquidez y la percepción de una Fed más dispuesta a aflojar el pulso monetario pueden reactivar el apetito por el riesgo. 

Por otro, el deterioro del mercado laboral estadounidense, el repunte de los precios y el estancamiento en las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania podrían actuar como freno. A eso se suma una guerra comercial cada vez más agresiva entre Washington y Pekín, que amenaza con trasladarse a los márgenes empresariales y al comercio mundial.

"La gran incógnita, por tanto, no es si la estadística volverá a cumplirse, sino qué fuerza pesará más en el ánimo de los inversores: el impulso de la liquidez y el optimismo de fin de año, o el temor a que las tensiones económicas y geopolíticas terminen imponiéndose. Si los datos macro acompañan y la Fed confirma un giro más acomodaticio, el mercado podría celebrar el cierre del año con nuevos máximos. Pero si la realidad macroeconómica se impone, el entusiasmo estacional podría diluirse tan rápido como llegó", advierte el analista Pablo Gil.

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