Miguel Ángel Valero
Se abre una nueva etapa en el proceso de pacificación de Gaza, tras su invasión por Israel después de los ataques de Hamás. Precisamente cuando se producen los dos años del inicio del conflicto, que ha provocado más de 67.000 muertes y 170.000 heridos en la Franja Israel y Hamás han alcanzado un acuerdo para el intercambio de rehenes y prisioneros, con Donald Trump como mediador.
Habrá un canje de los 48 rehenes israelíes (la mayoría sin vida) en manos de Hamás por la excarcelación de unos 2.000 presos palestinos (250 con cadena perpetua, y 1.700 encarcelados tras los ataques del 7 de octubre de 2023). El alto el fuego entrará en vigor 24 horas después de que el Gobierno israelí lo ratifique. En ese plazo, el ejército israelí debería retirarse a una primera línea de repliegue, confirma la Oficina del primer ministro, Benjamín Netanyahu. Y se permitirá la entrada de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza.
Los últimos cautivos israelíes “volverán a casa muy pronto, probablemente el lunes”, proclama Trump en su red social Truth, que asegura que "todas las partes recibirán un trato justo".
Quedan cuestiones sin resolver: quién garantiza que Israel no vuelva a atacar Gaza una vez recuperados los rehenes, hasta dónde se retirará el Ejército invasor, cuándo y cómo se producirá el desarme de Hamás y quién lo verificará, quién gobernará la Franja después.
Es significativo que las familias de los rehenes den las gracias a Trump, pero no al primer ministro de Israel, que paga el error de atacar en Qatar, aliado de EEUU, para tratar de asesinar a los líderes de Hamás.
Trump puede viajar a Egipto este fin de semana para asistir a la firma oficial del acuerdo, y luego a Israel, para intervenir en su Parlamento.
Ventana de oportunidad
"La iniciativa abre una ventana de oportunidad, pero también muchas incógnitas. La liberación de rehenes y el alto el fuego son la parte más tangible y rápida. Lo difícil vendrá después: gobernar y reconstruir Gaza en un escenario cargado de desconfianza y heridas abiertas. Una vez más, Oriente Próximo se encuentra ante un plan de paz que promete mucho, pero cuya viabilidad dependerá de la voluntad real de las partes y de la presión internacional", apunta el analista Pablo Gil en The Trader
"El plan de Trump no es la solución definitiva, pero sí una oportunidad para detener la espiral de violencia y abrir un espacio de reconstrucción. Gaza necesita paz, pero sobre todo necesita futuro. Las generaciones que han crecido entre escombros merecen vivir con dignidad, sin miedo a la próxima bomba ni a la próxima venganza. La diplomacia, aunque imperfecta, es la única vía posible. Quizá no logre resolver todas las fracturas históricas, pero cada paso hacia la calma es un paso hacia la esperanza. Lo importante es no dejar escapar esta ocasión y recordar que la paz, por difícil que parezca, siempre empieza con un alto el fuego y con la valentía de sentarse a hablar", añade.
Trump ha puesto sobre la mesa el plan de paz más ambicioso para Palestina e Israel, que vuelve a situar a EEUU en el centro de la política de Oriente Medio. Ofrece a Hamás la posibilidad de sobrevivir al castigo militar sin precedentes sobre Gaza, a cambio de "dejar en suspenso la esencia de su resistencia".
Para Israel, la propuesta supone la mejor oportunidad desde el inicio de la guerra. Recuperar a 48 secuestrados en tres días y lograr una Gaza desmilitarizada es un triunfo evidente. Además, si Hamás rechaza el acuerdo, Netanyahu podrá justificar una ofensiva total con mayor legitimidad internacional. Sin embargo, hay puntos muy incómodos: aceptar la vuelta de la Autoridad Nacional Palestina, abrir la puerta a un futuro Estado palestino y excarcelar a terroristas responsables de numerosos atentados. La ultraderec ha lo ve como una traición a sus aspiraciones de anexión y colonización de la Palestina ocupada.
Trump combina cálculo político con ambición personal. Quiere calmar la indignación por las imágenes de Gaza, responder a la presión de las familias de los rehenes en Israel, complacer a sus socios árabes (especialmente a Qatar), y proyectar su figura como mediador mundial con aspiraciones al Nobel de la Paz. Su mensaje fue claro: “Bibi, ha llegado el momento de poner fin a la guerra”.
La comunidad internacional respalda el plan, no tanto por fe en Trump, sino porque la crisis de Gaza se ha convertido en un problema interno en muchos países, con protestas en parlamentos, calles y encuestas. Hoy, el mundo se aferra a esta propuesta como la única vía posible para detener la destrucción.
Trump ha conseguido lo más difícil: forzar a Hamás y a Israel a moverse y poner a todos a hablar de paz. La gran incógnita es si estamos ante una oportunidad histórica para encaminar la solución de dos Estados o ante una tregua envenenada que solo pospondrá el siguiente capítulo de violencia en Oriente Medio.