19Oct

Acumula un aumento de los precios del 78% en lo que va de año, alcanzando un máximo histórico de 53,55$, y eso que no cuenta, como el oro (+58%) con la fiebre compradora de los bancos centrales.

Miguel Ángel Valero

José Manuel Marín Cebrián, fundador de Fortuna SFP, destaca que en un entorno global de inflación persistente, tensiones geopolíticas y cuestionamientos al sistema monetario basado en el dólar, el oro se consolida no solo como un refugio tradicional, sino como un activo estratégico de poder. Los protagonistas de esta acumulación masiva no son especuladores de corto plazo, sino Estados soberanos y bancos centrales que están redefiniendo el mapa monetario mundial.

China lidera las compras de oro, tanto para sus reservas nacionales como para atender a la fuerte demanda privada de su población. El Banco Popular de China lleva años incrementando sus tenencias de oro como parte de una estrategia deliberada para reducir la dependencia del dólar y dar mayor respaldo al yuan. Para Pekín, el oro no es solo un activo seguro: es una herramienta de soberanía financiera. La creciente presencia de China en los intercambios bilaterales con liquidación en monedas locales ha aumentado el atractivo de un respaldo tangible para el yuan. En el plano doméstico, la clase media china considera el oro un símbolo de estabilidad y prosperidad, lo que impulsa las compras minoristas de joyería y lingotes.

India mantiene su puesto como segundo mayor consumidor mundial de oro. Históricamente, el metal precioso está profundamente arraigado en la cultura india como reserva de valor familiar, pero en los últimos años el país ha dado pasos hacia la financiarización del oro a través de bonos respaldados por el metal y esquemas oficiales de ahorro en oro. El creciente poder adquisitivo de la clase media y los factores estacionales—como la demanda para bodas y festividades— generan un flujo constante de compras, independientemente de las oscilaciones de precio.

Entre los países desarrollados, Polonia ha emergido como uno de los compradores más agresivos. El Banco Nacional de Polonia ha incrementado de forma sistemática sus reservas de oro, considerándolo un activo de seguridad estratégica frente a los riesgos geopolíticos de Europa Oriental y a la volatilidad de las divisas. Su objetivo declarado es elevar el oro a un porcentaje significativamente mayor de sus reservas internacionales, alineándose con la tendencia global de los bancos centrales hacia el metal.

Turquía presenta un caso particular: es un comprador histórico y culturalmente arraigado en el oro, pero sus adquisiciones tienden a ser cíclicas. El colapso de la lira turca y la elevada inflación han llevado tanto al banco central como a los particulares a refugiarse en el oro. Sin embargo, en períodos de necesidad de liquidez, Ankara no ha dudado en vender parte de sus reservas, aportando volatilidad al mercado.

Las compras de oro responden a tres motivaciones principales:

  • Bancos centrales: buscan diversificación de reservas, protección contra sanciones y respaldo monetario.
  • Inversores financieros: apuestan al oro como refugio ante inflación y riesgo geopolítico.
  • Consumo cultural e industrial: joyería y aplicaciones tecnológicas mantienen una demanda estructural.

El factor decisivo es el regreso de los bancos centrales como grandes compradores netos, una tendencia que no se veía con tal intensidad desde la década de 1960.

En los últimos años, los bancos centrales han sido compradores récord, sumando más de1.000 toneladas anuales en algunos periodos recientes. Esta demanda institucional coincide con:

  • Erosión de la confianza en el dólar y en la deuda soberana de algunos países desarrollados.
  • Tensiones geopolíticas crecientes, desde Europa Oriental hasta Medio Oriente.
  • Déficits fiscales persistentes en las principales economías, que presionan a la baja el valor de sus divisas.
  • Limitaciones de la oferta minera, que crece a un ritmo mucho menor que la demanda. 

El oro no es una moda, es un cambio estructural. No se trata de una especulación pasajera, la dinámica actual es cualitativamente distinta:

  • No son fondos especulativos los que mueven el precio, sino bancos centrales con horizontes de décadas.
  • La financiarización del oro (ETF, contratos digitales y tokenización) facilita el acceso al inversor minorista, multiplicando la base de demanda.
  • Cada crisis geopolítica refuerza la percepción del oro como único activo sin riesgo de contraparte.

"El oro ya no es solo un refugio frente a la incertidumbre, es el nuevo patrón silencioso que sustenta la confianza de potencias emergentes y países que buscan autonomía financiera. Mientras los bancos centrales continúen acumulándolo y la oferta permanezca restringida, el metal precioso tiene un camino plausible hacia máximos históricos que sorprenderán a los más incrédulos", concluye el experto de Fortuna SFP.

The Trader

Aunque todo el mundo está hablando de la espectacular subida del oro, lo cierto es que la plata lo está haciendo incluso mejor este año, con una revalorización superior al 70%. En las últimas semanas, su cotización ha superado los 51$ por onza, impulsada por un auténtico 'short squeeze' histórico en el mercado de Londres, donde la escasez de metal físico ha disparado los precios hasta niveles no vistos desde 1980. 

En una posición corta como la que mantenían muchos especuladores contra la plata, el inversor vende algo que no posee, normalmente pidiéndolo prestado, con la intención de recomprarlo más barato después. Pero si el precio sube, las pérdidas pueden ser potencialmente ilimitadas, lo que obliga a los bajistas a recomprar rápidamente para frenar el daño. Esa ola de compras forzadas hace que el precio suba aún más, generando un efecto en cadena.

En el caso de la plata, ese 'short squeeze' en Londres se produjo por una combinación explosiva: 

  • Escasez física del metal (pocos lingotes disponibles para entrega),
  • Costes de financiación altísimos (tipos para tomar prestado o “lease rates” superaron el 30%)
  • Demanda repentina de inversores y fondos que buscan cobertura ante la inestabilidad económica.

La falta de liquidez ha alcanzado tal punto que ha llevado a algunos operadores a fletar vuelos transatlánticos para trasladar lingotes desde Nueva York y aprovechar las primas récord en el mercado londinense, algo muy inusual que normalmente solo ocurre con el oro. 

En paralelo, los factores geopolíticos también han contribuido a este rally. Las tensiones comerciales entre EEUU y China, la amenaza de nuevos aranceles y la incertidumbre política han impulsado la demanda de metales refugio. Además, el Departamento de Comercio estadounidense está revisando la posible inclusión de la plata en la lista de minerales críticos dentro de la investigación de la Sección 232, lo que ha incrementado la preocupación por nuevas restricciones o gravámenes que agraven la escasez. 

El mercado de la plata es unas nueve veces más pequeño y mucho menos líquido que el del oro. Eso hace que cualquier desequilibrio entre oferta y demanda se amplifique, y sin el respaldo de compras por parte de bancos centrales (como sí ocurre con el oro), el movimiento puede ser extremadamente volátil: tanto al alza como a la baja. 

Desde el punto de vista técnico, la plata está intentando dejar atrás los máximos históricos de 2011 y 1979 en el entorno de los 50$ la onza. Al mismo tiempo, la ratio oro/plata, que ha mantenido una tendencia alcista (favorable al oro) desde 2011, comienza a romper esa directriz. "Es evidente que la plata se encuentra en un momento decisivo: o consolida la ruptura de estos niveles clave, abriendo la puerta a un movimiento hacia cotas mucho más ambiciosas, o bien rechaza esta zona de techos y entra en una fase correctiva significativa", subraya el analista Pablo Gil en The Trader.

DWS

La posición única de la plata como metal precioso e industrial probablemente haya contribuido a su rendimiento en 2025, con un aumento de los precios del 78% en lo que va de año y alcanzando un máximo histórico de 53,55$ en la jornada del 14 de octubre. Este rendimiento, superior al del oro, que ha subido un 58%, refleja los fundamentos distintivos de la oferta y la demanda del metal y sus características de doble uso.

En 2024, el uso industrial representó aproximadamente el 58% de la demanda de plata, con un aumento del consumo en energía fotovoltaica, electrificación, turbinas eólicas, electrónica de alta gama, vehículos eléctricos y chips para inteligencia artificial (IA). Este crecimiento estructural en las aplicaciones industriales distingue a la plata de los metales puramente monetarios, lo que podría contribuir a una base de demanda más resistente.

Sin embargo, el verdadero cambio radica en cómo la escasez está remodelando el mercado. Los tipos de interés de los préstamos en los principales núcleos de la plata apuntan a una reducción de la oferta del metal físico. Incluso con una demanda moderada por parte de algunos sectores, las perspectivas parecen limitadas. El mercado de la plata se encuentra en su quinto año consecutivo de déficit, y se prevé que en 2025 se produzca un déficit de alrededor de 118 millones de onzas. La producción minera sigue siendo limitada, ya que la mayor parte de la plata se produce como subproducto de otros metales, lo que limita la elasticidad de la oferta. El reciclaje ha aumentado un 24%, pero esto es insuficiente para cubrir el déficit. 

Mientras tanto, la correlación inversa histórica de la plata con el dólar estadounidense y las expectativas de tipos de interés puede añadir otro impulso. A medida que los bancos centrales se inclinan hacia la flexibilización monetaria, la plata ha tendido históricamente a obtener mejores resultados, especialmente cuando la inflación erosiona el valor real de los rendimientos nominales.

Los recientes avances en la inversión minorista subrayan aún más el creciente atractivo de la plata. La demanda de plata física por parte de los consumidores ha aumentado, y algunas casas de la moneda han registrado ventas mensuales récord y notables compras combinadas de monedas de oro y plata. El consumo mundial de lingotes y monedas alcanzó el año pasado alrededor de 1.186 toneladas, aproximadamente una cuarta parte de la demanda mundial, y ha mostrado un crecimiento continuo según los datos del Consejo Mundial del Oro (WGC).

"Los metales preciosos siguen acumulando activos. En lo que va de año, la plata ha superado al oro por un amplio margen. Al igual que el paladio, la plata tiene un fuerte uso industrial y puede beneficiarse del sentimiento positivo hacia los metales industriales", señala Darwei Kung, director de Materias Primas y Recursos Naturales de DWS.

Mientras la plata navega entre su necesidad industrial y su atractivo monetario, la trayectoria del metal probablemente dependerá de si se alivian las restricciones de suministro o si la demanda industrial continúa su expansión estructural.

18Oct

La historia económica nos demuestra que sus actores no son capaces de escapar de la combinación sistemática de una memoria cortoplacista (esta vez es diferente) con un endeudamiento crónico (mantener el nivel de bienestar a cualquier precio).

Miguel Ángel Valero

El Fondo Monetario Internacional estima que la deuda pública mundial alcanzará el 100% del PIB en 2029, el mayor nivel desde 1948. La institución ha lanzado una advertencia a EEUU, instándole a ordenar sus cuentas “más pronto que tarde”, ya que registra el mayor déficit estimado entre las economías avanzadas, con un -7,4% del PIB, y una deuda del 125 %, que podría aumentar hasta el 143% en 2030.

En contraste, la Eurozona presenta unas finanzas públicas más equilibradas, con déficits proyectados del -3,2 % en 2025 y del -3,4 % en 2026. Dentro de las cuatro principales economías europeas se observan dinámicas distintas:

  •  España continuará reduciendo su déficit hacia niveles más sostenibles (-2,7 % en 2025 y -2,5 % en 2026).
  • Italia también avanzará en la consolidación fiscal (-3,3 % en 2025 y -2,8 % en 2026).
  • Alemania, por el contrario, aplicará una política fiscal expansiva, aumentando su déficit del -2,5 % en 2025 al -3,4 % en 2026.
  • Francia mantendrá déficits elevados, con proyecciones del -5,4 % y -5,8 % para 2025 y 2026, respectivamente.

Llevamos décadas viviendo como si la deuda no tuviera consecuencias. Gobiernos, empresas y familias se han acostumbrado a un modelo que confunde crecimiento con endeudamiento, estabilidad con intervención y bienestar con dinero barato. Pero los grandes ciclos de deuda, como explica Ray Dalio en su libro “How Countries Go Broke, siempre terminan de la misma forma: con una crisis que obliga a empezar de nuevo. 

John Mauldin nos recuerda que los países no se arruinan de golpe, lo hacen lentamente, siguiendo un patrón tan antiguo como predecible. Primero llega la prosperidad, luego el exceso, después la complacencia, y finalmente, el ajuste. Y aunque cada generación promete no repetir los errores del pasado, siempre lo hace. Porque la historia económica nos demuestra que sus actores no son capaces de escapar de la combinación sistemática de una memoria cortoplacista (esta vez es diferente) con un endeudamiento crónico (mantener el nivel de bienestar a cualquier precio).

Durante la mayor parte del siglo XX, el sistema financiero vivió bajo reglas relativamente estables. Desde 1945 hasta 1971, el patrón oro de Bretton Woods imponía límites al crédito. Pero cuando Nixon cerró la “ventana del oro”, el dinero dejó de tener anclaje físico: nació la era del dinero Fiat. Desde entonces, nuestro sistema se ha sostenido sobre una promesa: que los bancos centrales podrán manejar el ciclo controlando los tipos de interés. Durante décadas funcionó. Cada crisis se resolvía bajando los tipos, inyectando liquidez y estimulando el crédito. 

Pero en 2008, tras la Gran Crisis Financiera, ese mecanismo se agotó. Los tipos llegaron a cero y el sistema amenazaba con colapsar. Entonces se abrió una nueva puerta: la de la monetización de deuda. Los bancos centrales empezaron a comprar bonos, luego activos financieros, e incluso acciones. La medida se creó con la idea de que fuese una herramienta excepcional para revertir una de las peores crisis que se recuerdan, pero con el tiempo se convirtió en la normalidad.

La pandemia de 2020 llevó el experimento un paso más allá. Los gobiernos y los bancos centrales coordinaron por primera vez una respuesta conjunta: gasto público masivo financiado por dinero recién creado. El resultado fue una avalancha de liquidez que evitó una depresión a raíz del COVID, pero trasladó una parte enorme de la deuda privada al balance de los Estados. Desde entonces vivimos en esa cuarta fase del ciclo: deuda pública disparada, déficit estructural y una dependencia total de la confianza del mercado.

Según Ray Dalio, ahora toca la fase de “desapalancamiento”, porque llega el momento en que la deuda total supera la capacidad del sistema para sostenerla, y ni siquiera imprimir dinero basta para mantener la ilusión. Ese punto puede desarrollarse de dos maneras: lentamente, con una inflación que erosiona el valor de la moneda, o bruscamente, con una crisis financiera que fuerza la reestructuración. En ambos casos, el desenlace es el mismo: pérdida de riqueza real y un nuevo orden monetario. 

Es a lo que Dalio se refiere con dos formas de afrontar el final: o bien el camino caótico, basado en la austeridad, los impagos y una recesión económica. O bien el camino más equilibrado, al que llama “un desapalancamiento bello” donde se combina la reestructuración de deuda (que enfría la economía) con una dosis controlada de inflación (que la estimula). Si se logra el equilibrio justo, el crecimiento nominal supera el coste de la deuda y el sistema puede renacer.

Aunque esta última opción suena bien, ningún país ni generación ha conseguido hacerlo sin atravesar por una crisis que provoque grandes daños, porque incluso por esta vía, la reestructuración castiga a los inversores, la inflación castiga a los ahorradores y mientras tanto el Estado castiga a los contribuyentes. Todos pierden algo, porque cuando la deuda crece más rápido que la productividad, no hay soluciones, solo diferentes formas de ajuste y sufrimiento. Pero incluso si se adopta la solución menos mala, para lograrlo harán falta decisiones impopulares, disciplina fiscal y un uso verdaderamente productivo del dinero público. Si seguimos creyendo que se puede crecer gastando lo que no se tiene, acabaremos repitiendo la historia una vez más.

El mundo desarrollado avanza hacia ese punto. La deuda pública estadounidense ya supera el 120% del PIB, Europa sigue financiando déficits eternos y Japón convive con un banco central que es dueño de la mitad del mercado. Creemos que los bancos centrales siempre podrán resolverlo, pero el margen de maniobra se estrecha. Los ciclos de deuda no se detienen con promesas ni discursos. Se detienen afrontando la realidad, y lo cierto es que esa realidad se acerca deprisa.

"La fase final del ciclo está marcada por ese momento en que el sistema se sostiene básicamente solo por la fe, y la fe, como la confianza, no es infinita", avisa el analista Pablo Gil en The Trader.

16Oct

El control de las tierras raras y la amenaza de los aranceles no son simples disputas comerciales: son síntomas del desmantelamiento de la globalización y del libre comercio.

Miguel Ángel Valero

Las recientes tensiones comerciales entre Estados Unidos y China comienzan a suavizarse. Scott Bessent, secretario del Tesoro y figura clave en las negociaciones comerciales tras los aranceles del Día de la Liberación decretado por Donald Trump, ha insinuado la posibilidad de extender la tregua arancelaria con China por más de tres meses, a cambio de que éste revierta las restricciones sobre la exportación de tierras raras. 

El plan anunciado la semana pasada establece que cualquier empresa internacional necesitará autorización explícita de la Administración china para exportar productos que contengan tierras raras —EEUU importa el 80% de su consumo de estos materiales, siendo China su principal proveedor—.

Bessent también ha señalado que la respuesta a estas restricciones sería coordinada a nivel internacional, dado su impacto potencial en las cadenas de suministro globales. 

Por su parte, China presiona para que se flexibilicen las limitaciones sobre los semiconductores, con vistas a la próxima Cumbre de Cooperación Asia-Pacífico en Corea del Sur, donde podrían reunirse Trump y Xi Jinping por primera vez en más de seis años.

Las negociaciones generan volatilidad en los mercados. Trump insiste en que “estamos en una guerra comercial”. Sin embargo, a estas alturas, el patrón parece claro: confrontación, negociación y eventual acuerdo. Tras la cortina de humo de la semana pasada, las conversaciones podrían avanzar en la reunión prevista para finales de mes. Porque la actual tregua arancelaria con China expira el 11 de noviembre.

Mientras, continúa la presión vendedora sobre el dólar en medio del nuevo tira y afloja entre China y EEUU y del estancamiento en las negociaciones entre republicanos y demócratas que no deja atisbar un acuerdo en el corto plazo. Después de registrar un +0,3% el 15 de octubre el cruce euro-dólar ya está en 1,166. 

También continúa el ánimo comprador en el oro, aupado por las tensiones entre China y EEUU. Ya lleva seis jornadas de alzas (+1,6% el 15 de octubre, +0,5% al día siguiente) hasta colocarse en 4.226$/onza.

The Trader: desmantelamiento de la globalización

La amenaza de Donald Trump de imponer aranceles del 100% a las importaciones chinas no es una maniobra retórica, sino una respuesta directa a la decisión de Pekín de imponer controles severos a la exportación de tierras raras, exigiendo permisos especiales para su envío al extranjero. Estos materiales estratégicos son el corazón de la tecnología moderna, y China no solo controla más del 60% de la producción mundial, sino algo aún más relevante, casi el 95% del proceso de refinado. Posee el monopolio de 17 minerales esenciales para fabricar microchips, baterías, motores eléctricos, paneles solares, turbinas eólicas, misiles, satélites y teléfonos móviles, entre muchos otros productos tecnológicos.

La respuesta de Trump al movimiento de China no se ha hecho esperar, y tras calificar la decisión de Pekín como un acto de “guerra económica” y una amenaza directa a las cadenas globales de suministro tecnológico y militar, se baraja incrementar los aranceles en un 100% a todos los productos chinos, así como nuevas restricciones a la exportación de software estratégico estadounidense, especialmente aquel vinculado a la inteligencia artificial y la automatización industrial. 

Este encontronazo entre las dos potencias mundiales es recurrente desde hace años, pero esta vez China llega al pulso en una posición más sólida que en anteriores enfrentamientos comerciales. Sus exportaciones crecieron un 8,3% interanual en septiembre, su mayor aumento en seis meses, alcanzando 328.600 millones$, pese al desplome del 27% de los envíos a EEUU. El secreto de su resiliencia ha sido la diversificación geográfica: las ventas al resto del mundo se dispararon un 14,8%, impulsadas por la fuerte demanda de la Unión Europea, el Sudeste Asiático, América Latina y África. Este viraje le ha permitido a Pekín compensar con creces la pérdida de su mercado estadounidense y reducir la dependencia de un socio cada vez más hostil. 

A la vez, las importaciones crecieron un 7,4%, señal de que la economía china mantiene un flujo comercial saludable incluso en un contexto de tensiones. Y lo más relevante: su superávit comercial total subió hasta 90.500 millones$, mientras que el superávit con EEUU se mantuvo estable en torno a los 23.000 millones, a pesar de las restricciones y amenazas cruzadas. 

En definitiva, China no se ha debilitado con el pulso comercial: se ha adaptado. Su maquinaria exportadora sigue funcionando con normalidad y su diversificación de mercados le ha permitido sortear las sanciones sin perder impulso.

Pero el pulso no se libra solo en el terreno tecnológico. Pekín ha abierto un nuevo frente en la guerra comercial al sancionar a cinco filiales estadounidenses del gigante surcoreano Hanwha Ocean, en respuesta a la investigación impulsada por Washington sobre el dominio marítimo chino. Este movimiento, que afecta directamente al transporte global (responsable de más del 80% del comercio mundial), refleja hasta qué punto la disputa ha trascendido los microchips y las tierras raras para adentrarse en el control de las rutas marítimas y la infraestructura logística. 

China, que se ha convertido en el mayor constructor naval del planeta, percibe la reactivación de la industria estadounidense con apoyo surcoreano como un desafío estratégico. Y al responder con sanciones, envía un mensaje inequívoco: está dispuesta a defender su posición incluso en los sectores donde Occidente apenas comienza a reconstruir su competitividad.

Y es precisamente esa resistencia la que cambia el sentido de esta confrontación. Pekín llega a la mesa de negociación más fuerte de lo que muchos esperaban, y Trump, consciente de ello, ha optado por redoblar la presión. Pero este nuevo equilibrio de fuerzas podría alterar profundamente la trayectoria de la economía global, incluso si las medidas no llegan a aplicarse por completo. El mero anuncio ya ha modificado el comportamiento de empresas, inversores y gobiernos, que interpretan la situación como la confirmación de que EEUU y China han pasado de gestionar su rivalidad a prepararse para una lucha por la hegemonía mundial. Si las medidas se implementan, el impacto podría ser comparable al de la Ley Smoot-Hawley de 1930, que agravó la Gran Depresión al desencadenar represalias, hundir el comercio mundial y provocar una espiral deflacionaria.

"Hablo de deflación y no de inflación, y no es un error. Es cierto que, a corto plazo, los nuevos aranceles podrían generar presiones inflacionistas por el encarecimiento de las importaciones y la disrupción de las cadenas de suministro, pero a medio plazo el verdadero riesgo sería deflacionario, debido a un menor comercio, caída de la inversión, contracción de beneficios y endurecimiento del crédito. Y ese efecto podría amplificarse si China responde con la devaluación del yuan exportando deflación al resto del mundo", avisa el analista Pablo Gil en The Trader.

En el fondo, estamos asistiendo al desmantelamiento de la globalización que durante décadas mantuvo bajos los precios y conectó las economías. EEUU y China han pasado de la interdependencia a una hostilidad creciente, y el mundo no parece entender el riesgo de este potencial “cambio climático financiero”: un comercio que se enfría, una confianza que se erosiona y un crecimiento global que da muestras de agotamiento. El control de las tierras raras y la amenaza de los aranceles no son simples disputas comerciales: son síntomas del final de una era. Durante décadas, el libre comercio abarató los bienes, impulsó el crecimiento y fomentó la cooperación. Ahora, las dos mayores potencias del planeta se preparan para un nuevo orden basado en la desconfianza y el desacople, donde cada país busca blindar su economía, aunque sea a costa del equilibrio global.

"Pero conviene no confundir la tendencia de fondo con el teatro de corto plazo que interpretan sus protagonistas y al que reaccionan los mercados. Trump ha impuesto un nuevo estilo de negociación en la escena internacional: una política coercitiva, construida sobre amenazas constantes y breves pausas de aparente distensión. Ese juego de retórica agresiva y pragmatismo calculado nos lleva una y otra vez al borde del abismo, en una estrategia donde la tensión forma parte del guion. La fecha límite, el 1 de noviembre, es solo el clímax del primer acto. Y como en toda saga de éxito (y esta lo es), nadie debería descartar que la segunda temporada llegue cargada de aún más drama, incertidumbre y giros inesperados", concluye Pablo Gil.

EEUU se asoma a la recesión

En medio de las tensiones con China y del cierre de la Administración, el Libro Beige de la Reserva Federal revela que la actividad económica en EEUU se mantuvo prácticamente sin cambios en las últimas semanas, aunque comienzan a surgir signos de debilitamiento. La actividad económica cambió poco en términos generales desde el informe anterior, con tres distritos reportando un crecimiento leve o moderado, cinco sin cambios, y cuatro señalando una ligera desaceleración. En varios distritos, las empresas han reducido sus plantillas mediante despidos, citando una menor demanda, incertidumbre económica y mayor inversión en tecnologías de inteligencia artificial. Mientras tanto, sectores como la hostelería, la agricultura y la construcción enfrentan escasez de mano de obra, atribuida en parte a cambios en las políticas migratorias. 

Por otro lado, el consumo privado “descendió levemente”, especialmente en bienes minoristas, con los hogares de ingresos medios y bajos mostrando mayor sensibilidad a la inflación. Mejora la confianza de los empresarios de las manufacturas en Nueva York. Uno de los primeros indicadores adelantados regionales dio una sorpresa positiva, con el índice Empire repuntando más de lo esperado al elevarse hasta +10,7 desde el -8,7 anterior y muy por encima del -1,8 previsto. Un dato que apuntaría a una cierta reactivación del sector en los próximos meses.

Por su parte, el analista Pablo Gil llama la atención en The Trader sobre los nuevos indicadores que los economistas están vigilando para detectar si Estados Unidos se acerca a una recesión. Más allá de los datos tradicionales (como PIB, desempleo o inflación), hay pequeñas pistas en el consumo y la producción que comienzan a enviar señales de alerta. Entre los más llamativos están:

  • Menos cajas de cartón: la caída en la producción de embalajes sugiere una desaceleración en el comercio minorista y el movimiento de mercancías.
  • Más “Hamburger Helper”: el repunte en ventas de comidas baratas y procesadas indica que los consumidores están ajustando su gasto.
  • Menos camiones nuevos: las empresas de transporte reducen compras ante un menor volumen de carga.
  • Auge del mercado de segunda mano: las plataformas de reventa crecen con fuerza, reflejando un cambio en los hábitos de consumo.
  • Menos movilidad laboral: las renuncias voluntarias han caído; la gente prefiere aferrarse al empleo que tiene.
  • Menos permisos de construcción: la vivienda se enfría; los permisos han caído más de un 10 % interanual.

Aunque el país no está aún en recesión, el mensaje de fondo es claro: la economía está entrando en una fase de fatiga. El consumo se vuelve más defensivo y la inversión pierde ritmo."La recesión no se ve en los datos del pasado, sino en los comportamientos del presente, y algunas señales más allá de los grandes titulares macro anticipan cambios de ciclo". 

12Oct

La inflación, la expansión de la masa monetaria y de la deuda global explican el auge tanto del oro como del bitcoin, y recuerdan al inversor la importancia de diversificar dónde coloca su dinero.

Miguel Ángel Valero

Tanto el oro como el bitcoin marcan continuamente máximos históricos. Y la tendencia alcista parece que no tiene fin. UBP vaticina que el oro terminará 2026 en los 4.600$ la onza. Como el comportamiento del bitcoin parece moverse en sintonía con la evolución del oro —que ha superado al principal criptoactivo en lo que va de año— y al S&P 500, que también cotiza en máximos históricos, y la depreciación del dólar (-10% en lo que va de año), se avecinan nuevos récords.

Fortuna SFP: no es que el oro esté caro, es que el dinero vale cada vez menos

El fundador de Fortuna SFP, José Manuel Marín Cebrián, lo tiene claro: no es que el oro esté caro, es que el dinero vale cada vez menos. Durante siglos, el oro ha sido el termómetro del valor del dinero. Cuando los inversores corren hacia él, no es porque se haya vuelto de moda, sino porque desconfían de las monedas emitidas por los gobiernos. Hoy vemos al oro en máximos históricos. Muchos titulares lo presentan como una escalada de precios del metal, pero la realidad es otra: el problema no está en el oro, sino en el dinero fiduciario, que cada vez compra menos.

El fenómeno tiene tres motores principales: la inflación, la expansión de la masa monetaria y el endeudamiento global. Son fuerzas que erosionan el valor del dinero de forma acumulativa y que explican por qué, a lo largo del tiempo, el oro —activo que no depende de bancos centrales ni gobiernos— mantiene su poder adquisitivo.

La inflación es el aumento sostenido de los precios y, por ende, lapérdida de poder de compra de la moneda. A menudo se la llama “el impuesto silencioso”, porque reduce el valor de los ahorros sin necesidad de una ley parlamentaria. Un billete de 100€ mantiene la cifra impresa, pero hoy compra menos pan, menos gasolinay menos electricidad que hace un año. Esa erosión constante impulsa a muchos ahorradores a buscar activos que protejan su poder adquisitivo, como el oro, los bienes raíces o las acciones de empresas sólidas.

Desde la crisis financiera de 2008, los bancos centrales del mundo han aplicado políticas monetarias expansivas —bajos tipos de interés y programas de compra de activos— para estimular la economía. Con la pandemia de COVID-19 y sus secuelas, ese proceso se intensificó. Cuando la cantidad de dinero crece mucho más rápido que la producción de bienes y servicios, cada unidad monetaria tiende a valer menos. Se deprecia el dólar, el euro o el peso… y eso se refleja en el precio de todo lo que se compra con ese dinero, incluido el oro.

La tercera pata del problema es el endeudamiento. Gobiernos, empresas y familias han incrementado sus pasivos a ritmos récord. El alto endeudamiento condiciona las políticas de los bancos centrales: subir mucholos tipos de interés encarece el servicio de la deuda, pero mantenerlos bajos alimenta la inflación. Es un dilema sin solución sencilla que erosiona la confianza en las monedas tradicionales.

El oro no paga dividendos ni intereses, pero tampoco depende de la promesa de pago de ningún Estado. Su cantidad en el mundo crece lentamente —alrededor de un 1,5 %anual por la producción minera—, lo que lo convierte en una reserva de valor frente  amonedas que se multiplican a golpe de políticas monetarias.Históricamente, una onza de oro (unos 31,1 gramos) ha mantenido su poder adquisitivo a lo largo de los siglos. Por ejemplo, en tiempos del Imperio Romano, una onza de oro bastaba para comprar un traje de toga de buena calidad; hoy, sigue bastando para adquirir un traje de sastrería de gama alta. En cambio, el dólar ha perdido más del 90% de su poder adquisitivo desde 1971, cuando EE. UU. abandonó el patrón oro.

Cuando el oro “sube” en dólares, euros o yenes, en realidad está revelando la pérdidade poder de compra de esas monedas. Es un espejo que refleja la desconfianza en elsistema monetario actual.

Para el ahorrador común, el mensaje es claro: mantener todo el patrimonio en dinero fiduciario, ya sea en depósitos bancarios o en efectivo, implica una pérdida constante de poder adquisitivo. Esto no significa que todos deban lanzarse a comprar oro, pero sí invita a diversificar:

  • combinar depósitos con activos reales (oro, inmuebles, materias primas),
  • invertir en negocios productivos (acciones de empresas sólidas),
  • o incluso utilizar instrumentos financieros que protejan contra la inflación.

Los bancos centrales, por su parte, enfrentan el desafío de equilibrar la estabilidad deprecios con la sostenibilidad de la deuda pública. De ese equilibrio depende la credibilidadde las monedas.

Mirando hacia adelante: ¿estamos ante un cambio de era monetaria?El debate sobre el futuro del dinero fiduciario no es nuevo. Desde hace décadas, economistas advierten de que un sistema basado en deuda y emisión ilimitada tiene límites. Hoy, además del oro, han surgido criptomonedas y proyectos de monedas digitales de bancos centrales (CBDC) como alternativas o complementos. Sin embargo, mientras las monedas digitales sigan estando respaldadas por bancoscentrales, estarán expuestas a las mismas presiones: inflación, deuda y política monetaria.

El oro, por ahora, sigue siendo el único activo ampliamente reconocido que no depende dedecisiones humanas para preservar su valor. Decir que “el oro está caro” es quedarse en la superficie. La realidad es que el oro sirve de recordatorio de que el dinero fiduciario —el dólar, el euro, el peso— se deprecia a lo largo del tiempo.El verdadero desafío para los ciudadanos y los responsables políticos es reconstruir laconfianza en las monedas, contener la inflación y frenar la escalada de deuda. De lo contrario, los titulares sobre el “oro caro” seguirán apareciendo, cuando en realidad solo estarán contando la historia de un dinero que cada vez vale menos.

UBP: potencial alcista significativo

El último UBP Forex Outlook - Oro: Una visión más amplia eleva la previsión para el oro a 4.600 dólares por onza, un nivel que la firma anticipa se materializará hacia el cuarto trimestre de 2026. La continua diversificación de las reservas de los bancos centrales y las compras del sector privado indican que el oro tiene un potencial alcista significativo, incluso desde los niveles actuales. El oro se consolidó como un activo refugio estructural beneficiándose de los cambios más amplios en el orden monetario mundial incluida la posible pérdida de independencia de la Fed y el interés creciente de inversores institucionales y minoristas. 

"Hemos confirmado nuestra firme convicción al aumentar la asignación de oro en nuestras carteras al 10 %. Esto supera con creces las asignaciones estándar de oro (2 % - 4 %) y refleja nuestra firme convicción de que, en un orden monetario cambiante, el oro seguirá superando al oro. Observamos que la correlación del oro con la mayoría de las demás clases de activos principales es comparativamente baja, y la ruptura con las correlaciones de rendimiento real a principios de este año significa que el oro ofrece una sólida ventaja de diversificación a nuestras carteras", argumentan los expertos de UBP.

Tras los anuncios arancelarios de Trump en abril, las correlaciones entre activos se desplomaron.Los bonos soberanos no cumplieron su función de refugio seguro como los inversores habían asumido. Las crecientes dudas sobre la viabilidad de los activos refugio líquidos solo pueden beneficiar al oro, lo que significa que el oro se considerará cada vez más un soporte estructural para las carteras líquidas, en lugar de un motor cíclico. 

"Hemos identificado tres escenarios en los que sería factible una caída sustancial del oro:

  • Un período prolongado de altos rendimientos reales: Para que el oro caiga a niveles sustancialmente más bajos, creemos que la primera condición sería que los tipos de interés reales ajustados a la inflación se mantuvieran en niveles elevados (por encima del 2%) durante un período prolongado. Esto requeriría un compromiso para elevar y mantener los tipos de interés nominales por encima de la inflación durante varios años, y cualquier promesa al respecto tendría que ser creíble. Esto no parece probable a corto plazo, considerando el ciclo de recortes de tipos de la Reserva Federal y la disminución de los rendimientos de los TIPS estadounidenses a diez años.
  • Caída de la renta variable: Las caídas pronunciadas más recientes del oro se han producido durante períodos de importantes caídas en el mercado de valores (2008, 2020). Esto reflejó que los inversores en renta variable vendieron sus posiciones en oro para financiar posiciones largas en renta variable o llamadas de margen. Esto es parte de la financiación conductual estándar, y las caídas rara vez se mantienen. Normalmente, el oro recupera cualquier pérdida en un plazo de seis a doce meses.
  • Venta forzada para cubrir un déficit fiscal: Un posible catalizador para una caída del oro podría ser que un país europeo venda parte de sus reservas de oro para reducir un déficit fiscal. Creemos que cualquier movimiento en esta dirección tendría un efecto notable en los precios a corto plazo; sin embargo, el perfil general de la demanda sugiere que cualquier caída en los precios será de corta duración.

"Aumentamos nuestro pronóstico a $4,600 por onza, que esperamos alcanzar para el cuarto trimestre de 2026. El reciente impulso alcista sugiere que este objetivo podría alcanzarse antes de lo previsto", concluye.

Inviam: auge del alquiler de cahas de seguridad privadas

El oro ha alcanzado un hito sin precedentes al superar por primera vez los 4.000 dólares por onza, consolidando su posición como refugio seguro. Durante 2025, ha marcado máximos históricos, impulsado principalmente por las compras masivas de bancos centrales, la debilidad del dólar y un contexto geopolítico complejo. En lo que va de año, la revalorización ya supera el 50% y las proyecciones indican que podría cerrar su mejor ejercicio desde 1979. En este escenario, los españoles están recurriendo a la compra de oro al considerar su adquisición como una estrategia segura y rentable. Inversores y ciudadanos buscan preservar valor en tiempos de incertidumbre. Pero, ¿dónde lo guardan al adquirirlo físicamente? 

David Sacristán, CEO de Grupo Inviam, empresa española del mercado de alquiler de cajas de seguridad, con más de una década de trayectoria, explica que cada vez más personas confían en el alquiler de cajas de seguridad privadas como solución segura y accesible para proteger sus activos. A diferencia de las opciones tradicionales, estos servicios ofrecen una prestación independiente de entidades financieras, con acceso inmediato, tarifas competitivas y un amplio horario, lo que facilita a particulares y empresas mantener sus objetos de valor bajo máxima protección.

Kraken: apetito por el riesgo

Thomas Perfumo, Global Economist de Kraken, subraya que los máximos históricos del bitcoin reflejan un sentimiento generalizado de apetito por el riesgo en los mercados globales. Su comportamiento parece moverse en sintonía con otras clases de activos, siguiendo a la evolución del oro —que ha superado a bitcoin en lo que va de año— y al S&P 500, que también cotiza en máximos históricos.

Los mercados están valorando cada vez más recortes de tipos por parte de la Reserva Federal, con expectativas que ahora apuntan a al menos dos reducciones consecutivas, a pesar de que la inflación sigue siendo persistente.

Con el dólar habiendo caído aproximadamente un 10% en lo que va de año, gran parte del debate reciente se ha centrado en la llamada "apuesta por la depreciación", la idea de que los inversores están rotando hacia activos financieros como cobertura ante la pérdida de valor del dólar. Aunque este contexto sin duda favorece al bitcoin, "esta dinámica se ha mantenido durante todo el año. Por tanto, la última subida puede deberse menos a un nuevo catalizador y más a un caso de que es el precio el que está marcando la narrativa", señala.

The Trader: entender los ciclos

Cada vez es más común que los inversores incluyan en sus carteras activos que hace poco parecían “exóticos”. Lo que antes sonaba a ciencia ficción es hoy una realidad: la frontera entre los activos tradicionales (bonos, acciones, oro) y los digitales (cripto, tokenización, finanzas descentralizadas) se difumina a gran velocidad.

Las razones son claras: una inflación que no termina de desaparecer, ciclos de tipos de interés cada vez más inciertos, tensiones geopolíticas constantes y la digitalización acelerada de las finanzas. Nadie cree ya en un regreso al mundo anterior a 2020. En este escenario, diversificar no significa únicamente mover el peso entre acciones y bonos, sino también plantearse cómo encajan los activos digitales dentro de una cartera equilibrada.

Los movimientos de los grandes jugadores lo confirman. BlackRock lanzó su ETF de Bitcoin y en menos de un año superó los 85.000 millones$, una velocidad de crecimiento que recuerda al boom de los ETF de oro hace dos décadas. En paralelo, bancos centrales como el BCE o la Reserva Federal hacen pruebas piloto de bonos soberanos liquidados con dinero digital. Y la tokenización avanza imparable: desde inmuebles hasta deuda del Tesoro pueden transformarse en activos digitales, multiplicando la liquidez y cambiando la forma en que entendemos el colateral en los mercados globales.

Para los ahorradores, el impacto es evidente: más acceso, más opciones… pero también más riesgos. Productos que antes eran ilíquidos o costosos de negociar pueden estar disponibles con un clic. Al mismo tiempo, los reguladores buscan poner orden: Europa con su normativa MiCA, y EEUU con su estrategia de activos digitales.

"El debate entre lo viejo y lo nuevo pierde sentido. Lo inteligente será aprender a convivir con ambos mundos. La estabilidad ya no vendrá de repetir recetas del pasado, sino de la capacidad de adaptación. El reto será mantener la prudencia, hacer más preguntas para entender lo nuevo, y aceptar que la diversificación del futuro no solo mezcla activos distintos, sino también infraestructuras diferentes. El objetivo sigue siendo el mismo: proteger y hacer crecer el ahorro. Lo que cambia (como siempre ha ocurrido) son las herramientas que utilizamos", razona el analista Pablo Gil en The Trader.

En Merge Madrid 2025, este experto destaca que "nos encontramos en un momento crítico dentro del ciclo del mercado". Los datos históricos del bitcoin muestran que sus grandes movimientos siguen un patrón muy claro vinculado a los “halvings”, las reducciones periódicas en la recompensa por minado que ocurren aproximadamente cada cuatro años.  Si el comportamiento se repite, el techo del ciclo actual podría alcanzarse entre octubre y diciembre de 2025, seguido de una corrección cercana al 70%, que probablemente se extendería hasta finales de 2026. A partir de ahí, como ha sucedido en los ciclos anteriores, el mercado tendería a estabilizarse y prepararse para una nueva fase alcista de cara al próximo halving previsto para 2028.

Entender los ciclos es fundamental para invertir con criterio. Los halvings no son un detalle técnico: son el metrónomo, el aparato que marca el ritmo de los ciclos del mercado cripto.

"En momentos de entusiasmo generalizado, conviene recordar que la paciencia, la gestión del riesgo y el análisis técnico siguen siendo las herramientas más valiosas del inversor", advierte.

BingX : el bitcoin ya es un componente estructural del sistema

Vivien Lin, Chief Product Officer de BingX, habla de "un punto de inflexión para el ecosistema cripto". El bitcoin, impulsado por un renovado flujo institucional y la consolidación de los ETF al contado en EEUU ha dejado claro que la narrativa del activo digital ha evolucionado. Ya no se trata solo de un refugio o una apuesta especulativa: el mercado comienza a reconocer al bitcoin como un componente estructural del sistema financiero moderno. La fortaleza con la que superó resistencias históricas refleja una madurez inédita, donde las correcciones dejan de verse como amenazas para convertirse en puntos de entrada estratégicos. 

Ethereum, por su parte, continúa afianzando su papel como la columna vertebral de la infraestructura descentralizada. Aunque su ritmo de crecimiento es distinto al del bitcoin, su relevancia tecnológica y la expectativa en torno a próximas actualizaciones consolidan su posición como el espacio donde convergen innovación, finanzas y desarrollo. 

Más que competir, bitcoin y ethereum están aprendiendo a coexistir como piezas complementarias de un ecosistema cada vez más interconectado. En paralelo, el avance regulatorio en torno a las stablecoins representa un cambio profundo en la forma en que el mundo entiende el dinero digital. El reconocimiento legal de estos activos en grandes economías abre la puerta a una adopción masiva, no solo por parte de usuarios cripto, sino también de bancos y compañías financieras tradicionales. En ese sentido, las stablecoins ya no son una herramienta de nicho: se están convirtiendo en el nuevo estándar de liquidez global. DeFi y el universo altcoin también muestran signos de transformación. 

Si bien la participación minorista parece haberse moderado, el crecimiento institucional y la mejora de la gobernanza están sentando las bases para una expansión más sostenible. Lo que antes era un entorno de experimentación ahora empieza a mostrar rasgos de madurez, con proyectos más sólidos y flujos de capital más estables. El mercado, en definitiva, se dirige hacia una nueva etapa: menos dependiente de la euforia y más guiada por la convicción y la integración real en la economía global. 

En conjunto, los avances de Bitcoin, Ethereum, las stablecoins y las finanzas descentralizadas reflejan el paso definitivo de la industria cripto hacia su madurez. Lo que antes era un experimento tecnológico hoy se consolida como una fuerza estructural dentro del sistema financiero global. La confluencia entre innovación, regulación e inversión institucional está transformando la percepción del valor digital y redefiniendo la manera en que el capital fluye, se resguarda y se multiplica. En un contexto económico cada vez más digitalizado, el ecosistema cripto no solo sobrevive a la volatilidad: la convierte en el motor de su evolución y en el reflejo más claro del futuro de las finanzas.





10Oct

"Cada concesión a Trump acerca un poco más a Estados Unidos a perder, sin darse cuenta, aquello que siempre lo definió como nación", advierte el analista Pablo Gil en The Trader.

Miguel Ángel Valero

Las negociaciones para el fin del 'shutdown' y la reapertura de la Administración de EEUU no muestran avances significativos. A medida que se prolongue esta situación, el impacto económico podría intensificarse. Las conversaciones deberían empezar a dar frutos la próxima semana. De no ser así, Trump se ve abocado a gestionar el cierre gubernamental total más prolongado de la historia de EEUU.

Pero esto es mucho más complejo que el cierre de una Administración. Para el analista Pablo Gil, EEUU "vive un proceso tan sutil como inquietante: una transformación del sistema político desde dentro, impulsada por lo que muchos analistas denominan autoritarismo democrático. No es una dictadura clásica ni un golpe de Estado visible, sino algo más insidioso. Consiste en utilizar los propios mecanismos de la democracia (las leyes, los tribunales, las instituciones públicas) para concentrar el poder y neutralizar la disidencia". 

Las elecciones siguen existiendo, los medios continúan publicando y los partidos mantienen su apariencia de pluralismo, pero el equilibrio de poderes se desvanece. Poco a poco, las normas dejan de proteger al ciudadano y pasan a blindar al gobernante. "La erosión es tan gradual que gran parte de la población apenas la percibe. Y cuando finalmente lo hace, ya es demasiado tarde", avisa en The Trader.

En menos de un año, Donald Trump ha convertido esa estrategia en un manual de poder. Ha despedido a decenas de miles de funcionarios, desmantelado agencias públicas, presionado a empresas y medios de comunicación, y usado el aparato del Estado como herramienta personal. Ha mezclado sin pudor sus negocios privados con las funciones de gobierno, influyendo en políticas que benefician sus inversiones o las de sus socios. Ha utilizado su influencia sobre los criptoactivos, sobre sectores energéticos y sobre medios afines para reforzar su poder político. Es un presidente que actúa como empresario en la Casa Blanca, sin que nadie (ni los reguladores, ni el Congreso, ni los tribunales) le pida cuentas. 

Lo más inquietante no es solo su agenda autoritaria, sino la ausencia de oposición real. El Partido Demócrata, dividido y temeroso, sigue sin saber cómo plantar cara. Ahora tiene, sin embargo, una oportunidad inédita: los republicanos necesitan sus votos para poner fin al shutdown del Gobierno. Por primera vez en un año, los demócratas podrían bloquear el país, pero temen hacerlo. Saben que Trump aprovecharía la ocasión para presentarlos como los culpables del caos. Y, sin embargo, ceder de nuevo sería un error histórico: permitiría al presidente seguir gobernando como si nada ocurriera, consolidando su poder y debilitando aún más los contrapesos institucionales.

El sistema institucional estadounidense (basado durante dos siglos en los llamados “checks and balances”) se enfrenta a su prueba más dura. Los contrapesos solo funcionan cuando los actores respetan las reglas del juego. Cuando el poder decide ignorarlas o reinterpretarlas, las instituciones se vuelven impotentes. Lo que está ocurriendo en EEUU no es una anomalía: ya lo vimos antes en Hungría con Orban, en Turquía con Erdogan, o en Venezuela con Maduro, donde los líderes populistas desmantelaron los frenos democráticos paso a paso, mientras la población seguía creyendo que vivía en un régimen libre. La represión se disfraza de legalidad, la censura se justifica como “protección nacional” y la intimidación a los medios o la justicia se presenta como “reforma institucional”.

Los demócratas tienen ante sí una oportunidad única para demostrar que aún pueden frenar la deriva autoritaria. Pueden doblegar a Trump, al menos una vez, forzándole a aceptar concesiones a cambio de dar por concluido el “shutdown”. Pero deben entender que no se trata de mantener el cierre del Gobierno durante unos pocos días, como ha ocurrido tantas veces antes, sino durante el tiempo que haga falta. Solo así los mercados financieros comenzarán a reaccionar con nervios y desconfianza, y llegado el momento, incluso las agencias de rating se verán obligadas a reflejarlo con una rebaja de la nota soberana, encareciendo el coste de financiación de la inmensa deuda que tiene EEUU. Y si hay algo que Trump y su entorno empresarial no toleran, es una pérdida de confianza generalizada en los mercados. 

No sería la primera vez que el presidente da marcha atrás cuando la Bolsa le muestra los dientes: ya en abril de este año, durante su segundo mandato, suspendió a las pocas horas la entrada en vigor de sus propios aranceles tras la reacción de desplome superior al 20% en el S&P 500. 

Si los demócratas mantienen el pulso del “shutdown”, el país enfrentará días de tensión y los mercados reaccionarán con nerviosismo. Pero si vuelven a ceder, la verdadera sacudida no será económica, sino institucional: "cada concesión a Trump acerca un poco más a Estados Unidos a perder, sin darse cuenta, aquello que siempre lo definió como nación", advierte este experto.

Ebury: el dólar sufrirá por el bloqueo en EEUU

Ebury, la fintech global especializada en pagos internacionales e intercambio de divisas, subraya la sorprendente fortaleza que está mostrando el dólar desde el inicio del cierre del Gobierno federal, lo que considera un desafío a la lógica habitual y a los movimientos registrados durante el último cierre en 2018.

No obstante, los analistas de Ebury consideran que “será difícil que el billete verde mantenga su actual trayectoria, dado que no se vislumbra una solución al bloqueo en el Congreso”.

Los mercados de apuestas apuntan ahora a que el cierre podría prolongarse casi un mes, lo que lo situaría en niveles similares al récord alcanzado durante el primer mandato de Trump.

03Oct

De cara a los próximos 12 meses, las compañías se muestran optimistas sobre la evolución de las ventas, pero no sobre los márgenes comerciales.

Miguel Ángel Valero

Según el último Barómetro de Prácticas de Pago de Estados Unidos elaborado por Crédito y Caución, se observa un clima de incertidumbre empresarial sobre la evolución de las políticas de pago en las operaciones B2B (empresa a empresa) para los próximos meses. Así, un tercio de las compañías asegura no haber experimentado cambios significativos en el período de cobro, mientras otro tercio ha sufrido retrasos y periodos de pago más largo. El resto, asegura haber notado mejoras en la fiabilidad de los pagos de los clientes.

Estas experiencias variadas ponen de relieve el panorama fragmentado del riesgo de pago de los clientes y plantean retos operativos en todas las cadenas de suministro.

Actualmente, casi el 50% de las ventas B2B se realizan a crédito y el 70% de las compañías están aumentando las ofertas de crédito comercial. Además, la mayoría de los proveedores están ajustando sus políticas de crédito para proteger el flujo de caja y mantener la liquidez.

En cuanto a las fuentes de financiación, los préstamos bancarios siguen siendo la principal herramienta, con el 68%, seguida de la financiación de facturas (57%).

Alrededor del 60% de las empresas emplean un enfoque mixto para la gestión del riesgo de pago de los clientes. Este enfoque combina provisiones internas y herramientas externas, como el seguro de crédito comercial, lo que refleja un esfuerzo estratégico por proteger el capital circulante.

De cara a los próximos 12 meses, las compañías se muestran optimistas sobre la evolución de las ventas, aunque temen una reducción en los márgenes comerciales.

El aumento de las exigencias normativas, tanto en cuanto a su alcance como a su complejidad, está incrementando los costes y las presiones administrativas. La volatilidad económica y del mercado constituye otro reto importante, que obliga a las empresas a mantenerse ágiles en medio de la fluctuación de la demanda y el endurecimiento de las condiciones de financiación. Todo ello ejerce una fuerte presión sobre los márgenes y complica las decisiones de inversión.

The Trader: momento de máxima tensión

En ese sentido, EEUU vive un momento de máxima tensión en dos frentes distintos, pero íntimamente conectados: dentro de sus propias fronteras y en el terreno internacional. 

En el ámbito doméstico, el país se enfrenta a un nuevo cierre de la administración ('shutdown') por la incapacidad de republicanos y demócratas de alcanzar un acuerdo presupuestario antes del 30 de septiembre, y ya es el tercero que se produce bajo la presidencia de Donald Trump

Lo que antes parecía una excepción se ha convertido en costumbre: el enfrentamiento político en Washington refleja un clima de polarización cada vez más extremo, que ya no se limita al Congreso, sino que se extiende a la calle y a la sociedad. El presupuesto federal se ha transformado en un arma de presión y millones de ciudadanos quedan atrapados en ese pulso partidista: funcionarios que pueden quedarse sin sueldo de manera temporal, familias que ven cómo se retrasan sus trámites cotidianos y unos mercados que reciben constantes señales de incertidumbre. "La imagen que proyecta EEUU al exterior es la de una democracia capaz de paralizarse a sí misma por falta de consenso político", subraya el analista Pablo Gil en The Trader.
Fuera de sus fronteras, el reto es igualmente inquietante. La guerra comercial iniciada por Trump se ha convertido en un frente sin límites claros: lo que comenzó con el acero, los semiconductores o los vehículos ahora se sigue extendiendo a la madera, los muebles e incluso a los medicamentos, enviando al mundo un mensaje de imprevisibilidad. El último baile de cifras va desde el 10% de aranceles a la madera hasta un 100% a fármacos, lo que obliga a gobiernos y empresas a replantear sus cadenas de suministro sin saber qué sector será el próximo en sufrir un golpe. 

Al mismo tiempo, la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania añade un nivel extra de complejidad. Trump ha pasado de mostrarse reticente al envío de armamento a estudiar que Europa compre misiles Tomahawk para entregárselos a Kiev, un giro que fortalece a Zelenski, pero también incrementa el riesgo de escalada con Moscú. En paralelo, su discurso hacia los líderes de ambos países ha sido cambiante: primero fueron las críticas constantes a Zelenski y los gestos de complicidad hacia Putin, para después invertir el tono y hacer justo lo contrario. Esta ambigüedad, lejos de aportar claridad, multiplica las dudas sobre el rumbo geopolítico de EEUU y añade más dudas sobre un tablero internacional ya de por sí frágil.

En ambos frentes, el problema no es solo el efecto inmediato de cada medida, sino la incertidumbre estructural que generan. Dentro, porque los ciudadanos ven cómo la parálisis política puede cerrar su gobierno. Fuera, porque el comercio global se enfrenta a reglas que cambian de un día para otro. La suma de ambos factores dibuja un escenario en el que EEUU, más que liderar con estabilidad, introduce volatilidad que condiciona tanto su política interna como la confianza internacional.

Y, sin embargo, pese a esta mezcla de tensiones, los inversores siguen apostando porque el futuro será brillante. El dinamismo de la economía norteamericana, su capacidad para reinventarse y la fuerza de la innovación (con la inteligencia artificial y la transición tecnológica a la cabeza) pesan más que los riesgos geopolíticos y comerciales. 

"La gran incógnita es qué ocurrirá si esa confianza resulta ser excesiva y el choque entre expectativas optimistas y realidades políticas y económicas termina generando una sacudida mucho más fuerte de lo que hoy nadie quiere imaginar", advierte Pablo Gil.

03Oct

la inteligencia artificial se perfila como uno de los motores más potentes de transformación económica y tecnológica de la próxima década. Sus implicaciones van mucho más allá de los sectores directamente vinculados.

Miguel Ángel Valero

La historia económica nos enseña que resistirse a los avances tecnológicos siempre ha sido inútil. Ocurrió en la Inglaterra del siglo XIX con los tejedores que vieron cómo los telares mecánicos destruían su forma de vida, como pasó después con los conductores de diligencias sustituidos por el ferrocarril y el automóvil, o con los telefonistas que desaparecieron cuando las centralitas se automatizaron. Más cerca en el tiempo, lo vivieron los delineantes con la llegada de programas como AutoCAD, las discográficas ante la música en “streaming” o los videoclubs frente al auge de plataformas como Netflix. 

"Hoy ocurre lo mismo con la inteligencia artificial. Lo que está en juego no es la tecnología en sí, sino nuestra capacidad de adaptación", advierte el analista Pablo Gil en The Trader.

Los cambios del pasado fueron graduales. Entre la primera y la segunda Revolución Industrial transcurrieron décadas, permitiendo a varias generaciones aprender nuevos oficios y recolocarse en sectores emergentes. Hoy la situación es distinta: la velocidad de la innovación no da tregua. Lo que antes llevaba medio siglo, ahora ocurre en cuestión de años.

Esto genera un contraste curioso. Los trabajadores de más edad, muchos de ellos con estabilidad financiera, están relativamente protegidos. En cambio, los jóvenes recién graduados son los más vulnerables: se han preparado para empleos de entrada que la IA ya puede hacer en segundos, desde análisis de datos hasta redacción de informes. Por eso el desempleo juvenil crece más rápido que en otros grupos de edad. Y un exceso de jóvenes sin oportunidades nunca ha sido buena receta para la estabilidad social.

El otro gran reto es la desigualdad que provoca la disrupción. Hoy las ganancias se concentran en unos pocos sectores y compañías: fabricantes de chips, plataformas de nube, líderes en software y en IA. Mientras tanto, industrias intensivas en servicios como el comercio, la hostelería o la sanidad apenas perciben mejoras de productividad. Estamos ante un progreso asimétrico: unos pocos avanzan a toda velocidad mientras otros se quedan rezagados.

El futuro será inevitablemente disruptivo. La robótica eliminará millones de empleos, los vehículos autónomos transformarán el transporte y la logística, y la salud vivirá una revolución que ampliará nuestra vida útil de forma radical. Todo esto sucederá en menos de una generación. No hay duda de que mejorará la calidad de vida global, pero la transición será dolorosa para muchos.

La tentación política será prometer la protección de los empleos amenazados y garantizar una renta básica. Sin embargo, el verdadero papel de los gobiernos no debería ser preservar el pasado, sino ayudar a que las personas se adapten al futuro. Formar, reciclar, facilitar la movilidad laboral y, sobre todo, preparar a los jóvenes para los trabajos que realmente existirán.

Estamos entrando en una década en la que se cruzarán varios frentes: disrupción tecnológica, tensiones geopolíticas, problemas de deuda y un relevo generacional en el liderazgo político y social. Un cóctel que exige reflexión y preparación. Pero por encima de todo, la pregunta clave será: ¿cómo quiere situarse cada uno de nosotros? ¿Entre quiénes intentan resistirse a lo inevitable o entre quienes buscan aprovechar la ola para crear nuevas oportunidades?

El futuro no será sencillo, pero nunca lo ha sido en momentos de gran transformación. Cada revolución tecnológica trajo consigo miedos, incertidumbres y pérdidas, pero también abrió la puerta a un mundo con más bienestar, más opciones y más posibilidades. Esta vez no será diferente. Quienes se preparen, aprendan y abracen el cambio tendrán delante un horizonte lleno de oportunidades. 

"El reto no está en detener la disrupción, sino en decidir de qué lado de la historia queremos estar", subraya Pablo Gil.

Columbia Threadneedle: el motor de la próxima década

Michael Guttag, senior portfolio manager de Renta Variable de Columbia Threadneedle Investments, cree que la inteligencia artificial se perfila como uno de los motores más potentes de transformación económica y tecnológica de la próxima década. Sus implicaciones van mucho más allá de los sectores directamente vinculados. 

La IA está transformando la dinámica de la demanda energética con los centros de datos como grandes impulsores del consumo eléctrico. "Nuestras previsiones apuntan a que, para 2030, estos centros podrían representar más del 20% del consumo total de energía en EEUU, y que las instalaciones específicas para IA superarán a las convencionales en 2027", explica.

Este auge presenta tanto desafíos como oportunidades para el sector de los servicios públicos: se beneficiarán de la mayor demanda, pero deberán afrontar limitaciones de infraestructura, largos plazos de entrega en nueva generación y transmisión, así como una creciente oposición local a la ubicación de los centros de datos.

La gestión de las cargas térmicas es otro reto clave. La potencia de procesamiento necesaria para desarrollar y ejecutar modelos de IA genera un calor considerable. Se prevé que la demanda de refrigeración aumente de 10.000 millones$ en 2024 a 60.000 millones de dólares en 2030. El mercado de refrigeración líquida, valorado actualmente entre 2.000 millones y 3.000 millones, podría multiplicarse por diez y alcanzar el 40% del gasto total en refrigeración de centros de datos para 2028.

Tecnologías como la refrigeración directa al chip y la refrigeración por inmersión están ganando protagonismo, y las unidades de distribución de refrigerante (CDU) se perfilan como componentes críticos.

"Observamos inversiones con soluciones avanzadas y un papel creciente de las fusiones y adquisiciones, a medida que las empresas buscan ampliar sus carteras en este sector", apunta este experto.

Los principales obstáculos al crecimiento de la IA no son barreras estructurales, sino desafíos, y pasan por un conocimiento aún limitado de los casos de uso, unos altos costes de adopción, modelos de precios aún poco definidos y un enorme consumoenergético. Más que frenos, están generando nuevas oportunidades de negocio e inversión. La IA se ha convertido en un catalizador que impulsará la innovación y elcrecimiento en diversos sectores.

"Mantenemos una perspectiva optimista sobre las inversiones en IA y vemos margen para obtener sólidos rendimientos en toda su cadena de suministro. La fuerteinversión en infraestructura, junto con el rápido crecimiento de los datos, refuerza nuestra convicción. Desde la óptica de inversión, identificamos oportunidades específicas en líderes como NVIDIA y Microsoft, pero también en el ecosistema más amplio de facilitadores y proveedores de soluciones para IA", señala.

28Sep

El 58% está en inmuebles, cuyo precio lleva cuatro años en caída; los depósitos bancarios rinden en torno al 1,3% a cinco años, y los fondos monetarios apenas alcanzan el 1,1%.

Miguel Ángel Valero

Los hogares chinos tienen acumulados más de 23 billones$ en ahorros. Una montaña de liquidez que empieza a buscar destino y que, poco a poco, se dirige hacia la Bolsa. No es tanto una cuestión de entusiasmo bursátil como de pura necesidad: los canales tradicionales de inversión ya no ofrecen rentabilidad.

Los depósitos bancarios rinden en torno al 1,3% a cinco años y los fondos monetarios apenas alcanzan el 1,1%. Invertir en inmuebles, que durante décadas fue el pilar de la riqueza familiar, tampoco es atractivo: los precios encadenan cuatro años de caídas y el Gobierno de Xi Jinping insiste en que las casas “son para vivir, no para especular”. A esto se suma que el 58% del patrimonio familiar ya está concentrado en ladrillo, con poco margen para seguir aumentando exposición.

La alternativa natural se está convirtiendo en la renta variable. El índice CSI 300 ha subido más de un 25% desde abril (ver gráfico), impulsado por el furor de la inteligencia artificial y por el alivio que supuso un Trump más pragmático con China en su política comercial. El movimiento tiene lógica: con la tasa de ahorro de los hogares en el 31,7% —una de las más altas del mundo— y escasas opciones de inversión, el capital doméstico busca en la Bolsa lo que no encuentra en los bancos ni en el ladrillo.

Este trasvase tiene implicaciones enormes. Por un lado, puede dar aire a los mercados chinos y reforzar el papel de las Bolsas locales como alternativa real de inversión. Pero también abre la puerta a riesgos: burbujas alimentadas por expectativas poco realistas, volatilidad extrema y el eterno interrogante sobre la intervención regulatoria de Pekín.

Estamos asistiendo a un cambio de paradigma. La cultura del ahorro chino, históricamente conservadora y enfocada en depósitos e inmuebles, se ve obligada a virar hacia la renta variable.

"Ese movimiento no solo puede redefinir los mercados financieros del país, sino también reconfigurar la manera en que se distribuye la riqueza en la segunda economía del mundo", resalta el analista Pablo Gil en The Trader. 

26Sep

Trump pretende imponer aranceles del 100% sobre fármacos patentados o comercializados con marca. Y hay en marcha investigaciones sobre el 12% de las importaciones, como semiconductores y productos electrónicos.

Miguel Ángel Valero

Tras varios meses de calma Trump vuelve a activar la maquinaria tarifaria. En este caso, se trata de un nuevo gravamen sobre la importación de fármacos patentados o comercializados con marca. El anuncio realizado por la red social de Trump, Truth, carece de un paraguas legal claro, porque aún está en curso la investigación de la sección 232 sobre productos farmacéuticos.

Pero si nadie lo remedia, los aranceles farmaceuticos entrán en vigor el 1 de octubre y alcanzarán nada menos que el 100%, la tasa más elevada hasta ahora aplicada por Trump.

Este movimiento afectaría de forma menos significativa a los productos procedentes de Europa, que mantendrían un arancel del 15%, ni a los medicamentos genéricos, que seguirían exentos. Los respectivos acuerdos con Japón y con Reino Unido deberían proteger sus exportaciones farmacéuticas, que no serán tratadas peor que la Unión Europea. 

Según informes sobre el consumo de medicamentos en EEUU, el 90% de los fármacos prescritos son genéricos, aunque el 87% del gasto se concentra en medicamentos patentados. Por ello, asumiendo el porcentaje de gasto como proporción para las importaciones de productos no genéricos, el arancel promedio teórico se incrementaría del 19% al 21,6%. No obstante, también se ha señalado que los productos de empresas que inviertan en fábricas dentro del país podrían quedar fuera de la lista arancelaria, por lo que el aumento de 2,5 puntos representaría el escenario más extremo. 

Como viene siendo habitual con Trump, tras el anuncio de una medida tan espectacular, vendrá la negociación, y es probable que la lista definitiva de medicamentos afectados sea inferior a ese 87%.

Además, Trump anunció nuevos aranceles a la importación de camiones de gran tonelaje, muebles de baño y muebles de cocina, aunque éstos no tendrían un efecto material en el arancel promedio. 

A la espera de la arquitectura legal de los nuevos aranceles sobre los medicamentos, continúan las investigaciones sobre aproximadamente el 12% de las importaciones de 2024, destacando especialmente las realizadas sobre semiconductores y productos electrónicos (ordenadores, dispositivos de consumo, teléfonos móviles, etc.). 

La Administración de Trump ha iniciado investigaciones para introducir aranceles sobre las importaciones de robótica, maquinaria industrial y equipamiento médico. Esta investigación llevada a cabo por el Departamento de Comercio se enmarca en la conocida Sección 232 y permite imponer aranceles sobre productos específicos para salvaguardar la seguridad nacional. Este mismo recurso fue el utilizado anteriormente para establecer gravámenes sobre automóviles, acero y aluminio. Actualmente, están también en curso investigaciones sobre las importaciones de aeronaves, minerales críticos y camionetas, entre otros bienes.

Aunque la intensidad del arancel sobre los medicamentos es excepcionalmente alta —la más elevada como producto individual—, parece que representa la fase final de la guerra arancelaria, entrando en una etapa menos incierta e incluso con posibilidad de reversión de algunos de los aranceles más agresivos.

Europa consigue menos aranceles en automoción

Porque, al tiempo que se anuncian esos aranceles del 100% sobre fárnacos, EEUU rebaja los aranceles sobre los automóviles y componentes procedentes de la Unión Europea (UE) a un 15%, con efecto retroactivo desde el 1 de agosto. El mes pasado, ambas regiones alcanzaron un acuerdo preliminar en el que EEUU redujo el arancel general recíproco a un 15%, inferior al 30% que había amenazado imponer al bloque comunitario. Sin embargo, el acuerdo incluía una cláusula que mantenía los automóviles europeos con un arancel del 27,5% (25% + 2,5% anterior a Trump), hasta que la UE eliminara sus aranceles sobre productos industriales estadounidenses y concediera acceso preferente a bienes agrícolas y mariscos. 

Tras cumplir con estas condiciones, la UE ha desbloqueado la reducción de los gravámenes a la industria automotriz al 15%.

El caso TikTok

Por otra parte, EEUU y China han convertido TikTok en un campo de batalla. Para Donald Trump, no se trata de una aplicación de vídeos cortos, sino de un arma estratégica. Su objetivo es claro: controlar primero la propiedad y, sobre todo, el algoritmo que decide qué contenidos ven millones de personas cada día.

El razonamiento es doble. Por un lado, EEUU apela a la seguridad nacional: no puede permitir que un rival geopolítico como China tenga acceso a los datos de sus ciudadanos. ByteDance, la matriz de TikTok, mantiene vínculos con el Partido Comunista, lo que convierte la aplicación en un riesgo evidente. Pero la verdadera razón va más allá: TikTok moldea comportamientos sociales y políticos, y en un país como EEUU, eso significa también capacidad de influencia electoral.

Durante las negociaciones celebradas recientemente en Madrid, Trump y Xi alcanzaron un preacuerdo que marca un punto de inflexión. La filial estadounidense de TikTok quedaría bajo control mayoritario de inversores norteamericanos, con ByteDance manteniendo solo una participación minoritaria. El algoritmo que determina el contenido que consumen millones de usuarios pasaría a estar bajo supervisión estadounidense, y el consejo de administración tendría mayoría de miembros de EE. UU. Además, se ha concedido más tiempo a ByteDance para cerrar la operación antes de que entre en vigor la amenaza de prohibición. 

Se trata de un pacto que no resuelve todo, pero que muestra hasta qué punto ambos líderes entienden que TikTok es mucho más que entretenimiento.Un ejemplo de su poder lo vimos en Rumanía, donde un candidato antisistema logró imponerse gracias al empuje de miles de vídeos con respaldo ruso. Y en EEUU, Harvard Kennedy School analizó más de 56.000 vídeos durante las presidenciales de 2024, mostrando cómo la red se convirtió en terreno fértil para mensajes tóxicos, racistas y conspirativos, especialmente entre votantes trumpistas. 

Otro estudio, éste de Sage Journals sobre 16 millones de vídeos, confirmó que el contenido más radical atrae menos usuarios, pero genera mayor interacción. Así nacen las “cámaras de eco”, donde los usuarios solo ven reforzadas sus propias creencias.

Estamos entrando en la era de la desinformación. La información circula a una velocidad vertiginosa: en cuestión de segundos se comparte, se manipula o incluso se fabrica desde cero. Cada vez se dedica menos tiempo a contrastar, a verificar si lo que leemos o vemos es real o inventado. Y son precisamente esas dinámicas las que alimentan las redes sociales que hoy marcan el pulso de la opinión pública. Algoritmos diseñados para premiar lo que más engancha priorizan la emoción frente al rigor.

Para Trump, esa dinámica es clave: necesita que el universo MAGA no sea percibido como una burbuja, sino como la realidad dominante. Su problema es que Xi, y también Rusia, quieren lo mismo. En un mundo donde el poder ya no se mide solo en ejércitos o dinero, sino en percepciones y narrativas, la batalla por TikTok revela el nuevo terreno de disputa global.

"Controlar TikTok significa controlar un pedazo de la opinión pública mundial. Trump lo sabe y Xi también. Y en esa pugna, lo que está en juego no es una aplicación, sino quien moldea la realidad que consumimos a diario", subraya el analista Pablo Gil en The Trader.

Más inflación y alza del proteccionismo

Los aranceles son inflacionistas. Y la inflación, a nivel global, experimentó un notable repunte tras la pandemia y los posteriores shocks logísticos y energéticos, alcanzando picos cercanos al 9% a finales de 2022 por los efectos de la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania

Aunque desde entonces se ha moderado, con proyecciones del FMI que sitúan la inflación mundial en torno al 4,2% para finales de 2025, los ecos persistentes de esa fase inflacionaria aún impactan en el comercio internacional. Porque nuevos riesgos geopolíticos pueden volver a repuntar los precios. 

El efecto más claro de la inflación a nivel mundial es el encarecimiento de diferentes insumos, como la energía y las materias primas. ¿Cómo se traslada a la economía global? Por el propio precio de producción, pero también por el aumento de los costes logísticos. A su vez, al elevarse los costes y los precios finales, se reduce el volumen comercial, afectando especialmente a las economías menos competitivas.

También la inflación tiene una estrecha relación con los tipos de cambio. Normalmente, cuando un país sufre una inflación elevada, su moneda tiende a depreciarse. Esta depreciación puede tener efectos contrapuestos: 

  • Favorece las exportaciones al hacer los productos más baratos en el mercado internacional.
  • Encarece las importaciones y puede alimentar la espiral inflacionaria, como ocurre con países muy dependientes del petróleo o gas extranjero.

Esta volatilidad genera incertidumbre en los contratos internacionales.

Los constantes ajustes en los precios y el encarecimiento del transporte intensifican también la fragmentación económica.  Esto, a su vez, aumenta los efectos negativos, ya que, en un mundo fragmentado, la subida de precios se aferra más en los países con mayores rigideces que se adaptan menos a introducir productos de otros países, generando un creciente proteccionismo.

La guerra comercial y los aranceles también incrementan los costes, no solo en productos finales, sino también en componentes intermedios esenciales. 

La volatilidad en los tipos de cambio aumenta la incertidumbre para empresas, incentivando la fuga de capitales. La contracción de la inversión extranjera directa en economías emergentes es atribuible en gran parte al aumento de barreras comerciales y la incertidumbre derivada de la inflación.

Una de las respuestas es el mencionado incremento de las barreras comerciales. Los aranceles protegen la industria local de los precios externos, pero encarecen las importaciones. Este fenómeno se ha agravado con la reciente intensificación de aranceles por parte de EEUU. Históricamente, la imposición de nuevas barreras comerciales ha ocasionado caídas globales en el volumen comercial, como ocurrió durante la Gran Depresión tras la Ley Smoot-Hawley de 1930.

La posibilidad de nuevos aranceles genera incertidumbre comercial que afecta directamente el rendimiento de la industria manufacturera. Las empresas globales valoran por ello cada vez más la diversificación geográfica para mitigar riesgos. 

Nuevas perspectivas y estrategias de adaptación

Las respuestas ante un contexto de inflación y de contracción comercial y económica no son sencillas para los bancos centrales, que tienen que ir adaptando sus políticas de forma constante:

  • La primera respuesta suele ser subir los tipos de interés, ya que ayuda a controlar la inflación, pero en cambio reduce la inversión y afecta economías con problemas de crecimiento e incluso en situación de recesión.
  • En el lado contrario, bajar los tipos incentiva la economía, pero aumenta la inflación. 

Este difícil equilibrio conlleva que se adopten de forma simultánea otras políticas de forma complementaria como las fiscales, que deben orientarse a inversiones públicas y reformas estructurales que restauren el crecimiento, y estructurales, como reformas laborales que busquen reducir rigideces, liberalicen sectores claves o incentiven a la innovación.

La inflación global muestra que el futuro del comercio global pasa por una globalización más resiliente:

  • Cadenas de suministros más cortas, regionalizadas y diversificadas, lo que se denomina nearshoring. 
  • Otra respuesta es el friendshoring, que consiste en mantener la externalización pero dentro de países aliados, evitando tensiones geopolíticas.
  • Soberanía estratégica en sectores clave: la inflación derivada del aumento de costes externos ha llevado a reforzar el tejido productivo interno en sectores como la la energía o los semiconductores.
  • Reindustrialización verde y digital, ya que en este incremento de la producción local hay un importante énfasis en nuevas herramientas tecnológicas, como la automatización o la inteligencia artificial, pero también de criterios sostenibles. La inversión en industrias limpias, energías renovables y cadenas de valor circular es una cada vez una mayor prioridad.

La inflación global ha provocado transformaciones profundas en el comercio internacional, generando especialmente efectos negativos, pero también oportunidades emergentes. La pérdida de competitividad en países con alta inflación y la volatilidad de los tipos de cambio, afecta la estabilidad de los contratos y las cadenas de suministro.

Sin embargo, también ha impulsado una reconfiguración estratégica: muchas economías están apostando por cadenas de valor más resilientes, producción local y regional, y una mayor diversificación de mercados. Así, la inflación global, pese a sus tensiones, está acelerando cambios hacia un modelo comercial menos vulnerable a choques externos.

Impacto en la maquinaria

Las tensiones geopolíticas y la nueva política arancelaria de EEUU están dejando efectos negativos en el dinamismo del sector de maquinaria, siendo especialmente significativos en Europa. Se trata de un área de actividad que depende en gran medida de las cadenas de suministro transfronterizas y, por lo tanto, es muy sensible a los cambios en las políticas comerciales mundiales. Además, requiere financiación para importantes gastos de capital, a menudo durante muchos años, y la incertidumbre actual está retrayendo la inversión. 

Un estudio de Crédito y Caución ha revisado a la baja las previsiones de crecimiento global en este sector, que caerá este ejercicio 0,6 puntos con respecto a las previsiones iniciales de marzo, y 1,9 puntos en 2026, situándose en el 1,4% en 2025 y en tan solo un 0,8% el próximo año.

Entre las regiones, Asia-Pacífico tendrá un rendimiento más sólido que Occidente, con una tasa de crecimiento cercana al alrededor del 3%, mientras que se estima que en Europa la producción de ingeniería mecánica se contraiga y no registre una recuperación sustancial antes de 2027. 

El principal motivo es que las exportaciones europeas dependen en gran medida del mercado estadounidense, lo que está generando un fuerte impacto en los principales países productores como Alemania, que representa más del 45 % de la producción de ingeniería mecánica de la zona euro. 

De hecho, el estudio de la aseguradora de Crédito prevé que la producción disminuya más del 2% en Francia y Alemania este año. En este contexto, también se espera un aumento de las insolvencias, que están experimentando una tendencia creciente desde 2024. 

A medio y largo plazo, el sector de la maquinaria tendrá que hacer frente a retos como la volatilidad de los precios y disponibilidad de las materias primas como el aluminio, el cobre y el acero. Por otra parte, la apuesta de las empresas por la automatización de procesos y los robots industriales podría estimular la demanda de equipos de maquinaria relacionados.

Automoción: preocupan los aranceles de EEUU, y los de China

La transformación de la automoción y la movilidad continúa en 2025, aunque con un crecimiento más racional y conservador ante los nuevos retos que han irrumpido en el camino. Las tensiones comerciales internacionales, tanto con EEUU como con China, han agitado todavía más el ecosistema y el camino hacia la transición energética. 

La edición de este año del Barómetro Auto Mobility Trends de Coche Global, muestra una desaceleración en el ritmo de la transformación con la aparición de señales de alerta. Las inversiones se racionalizan con un 44% de las empresas que prevé aumentar su inversión global durante 2025, la cifra más baja en toda la serie que recoge el Barómetro en un claro síntoma de la inflexión en el sector.

Las empresas apuestan por medidas de ajuste como la finalización de contratos temporales (47,6%) y la reducción o paralización de inversiones (24%).

Entre los nuevos desafíos destacan el desembarco de marcas chinas y las nuevas barreras arancelarias en un sector altamente globalizado. El 67% de las empresas percibe las marcas de China como una amenaza, aunque para otra parte suponen una oportunidad de negocio.

En paralelo, los aranceles impuestos por la UE a los coches eléctricos chinos preocupan al 33% del sector, mientras que los establecidos por EEUU tienen un impacto significativo, especialmente en fabricantes (50%) y proveedores (40%).

Las señales de fatiga también se aprecian en el ámbito laboral, donde el empleo se estabiliza con un crecimiento más moderado como refleja el descenso hasta el 31% del porcentaje de empresas que prevé aumentar su plantilla este año. En paralelo, persiste la necesidad de incorporación de nuevos perfiles profesionales ligados a la transformación tecnológica y la sostenibilidad para un 38% de las compañías.