Miguel Ángel Valero
Una vez más, los mercados celebran el enfoque transaccional de Trump. Las agresivas declaraciones del ocupante de la Casa Blanca a principios de mes han dado paso a mensajes más conciliadores, en los que sugiere que podría alcanzarse un acuerdo entre EEUU y China durante la reunión prevista para finales de mes en Corea del Sur. Además, ha anunciado su intención de visitar China el próximo año.
Al mismo tiempo, EEUU busca reducir su dependencia de China en lo que respecta a las tierras raras, dado que cerca del 80 % del consumo doméstico de estos materiales proviene del extranjero, principalmente del gigante asiático. En este contexto, Trump ha firmado un tratado con Australia para invertir en proyectos de extracción y refinamiento de tierras raras. El acuerdo contempla una inversión conjunta de 1.000 millones$ en los próximos seis meses, destinada a iniciativas tanto en suelo australiano como estadounidense. Como parte del pacto, el Pentágono se ha comprometido a colaborar en la construcción de una planta de extracción de galio en el oeste de Australia, lo que pone de manifiesto la relevancia estratégica y militar de algunos de estos elementos.
Australia ocupa el cuarto lugar a nivel mundial en reservas de tierras raras —precedida por China, Brasil e India— y es la sede de la única empresa fuera de China que produce tierras raras pesadas: Lynas Rare Earths Ltd.
Además, Trump ha incluido en el acuerdo un incremento en la compra de equipamiento militar, como drones submarinos y helicópteros de combate, con el objetivo de que el país oceánico eleve su gasto en defensa del 2% sobre el PIB actual al 3,5%.
Hasta ahora, el esquema de tensión, negociación y acuerdo parece estar dando resultados. China es consciente de que su liderazgo en la producción de tierras raras, fruto de años de inversión, podría estar alcanzando su punto máximo tras el pacto entre EEUU y Australia. Al mismo tiempo, China enfrenta su propia dependencia en el ámbito de los semiconductores –con restricciones de los más avanzados– y trabaja en el desarrollo de tecnología nacional, aunque ésta sigue un escalón por debajo de la americana. Por ello, parece difícil ver en el futuro una mejor posición negociadora por parte de China, lo que invita a pensar en un potencial tregua larga.
La partida de ajedrez continuará, con ambas potencias siendo conscientes de que, por el momento, se necesitan mutuamente. Esta interdependencia es algo que los mercados a veces olvidan, lo que da lugar a episodios de volatilidad como los vividos en las últimas semanas. Un fenómeno que se volverá a sufrir mientras Trump siga alojado en la Casa Blanca.
Eliminación de las importaciones de gas ruso antes de 2028
Por su parte, los países de la Unión Europea han aprobado eliminar progresivamente las importaciones de gas ruso antes de 2028. Los ministros de Energía votarona favor de desvincularse del suministro energético ruso mediante un plan escalonado: no se podrán firmar nuevos contratos de importación de gas a partir de enero de 2026. Los contratos ya existentes de corto plazo, firmados antes del 17 de junio de 2025, podrán mantenerse hasta junio de 2026. En el caso de los contratos a largo plazo, el plazo máximo para su finalización será enero de 2028.
Antes de la invasión rusa a Ucrania, Rusia representaba el 45% de las importaciones de gas del bloque comunitario. Actualmente, esa cifra se ha reducido al 12%, y con esta medida se busca eliminar completamente la dependencia. En la votación, dos países se opusieron a la propuesta –Eslovaquia y Hungría–. No obstante, su oposición no fue suficiente para bloquearla, ya que la aprobación requería una mayoría cualificada, es decir, el respaldo de al menos el 55% de los Estados miembros. El siguiente paso consistirá en negociar el texto definitivo con el Parlamento Europeo.
Hungría será precisamente el país anfitrión de la reunión entre Donald Trump y Vladímir Putin en las próximas dos semanas, un encuentro no exento de polémica. Putin está sujeto a una orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional (TPI) por crímenes de guerra, lo que implica que podría ser detenido si pisa territorio de alguno de los Estados miembros, entre ellos la mayoría de los países de la Unión Europea. Sin embargo, Hungría anunció en abril su intención de desvincularse unilateralmente del organismo, coincidiendo con la visita del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Aunque la retirada no es efectiva hasta un año después del anuncio, no hay señales de que el Gobierno húngaro vaya a cumplir con las obligaciones del tribunal que aún le corresponden.
Fortuna SFP: el VIX detecta la vuelta del nerviosismo en EEUU
Durante meses, los mercados estadounidenses habían vivido en una aparente calma. La volatilidad, medida por el índice VIX, se mantenía en niveles históricamente bajos, reflejo de una confianza casi complaciente en la resiliencia económica y en el poder de la inteligencia artificial como nuevo motor de crecimiento. Sin embargo, en los últimos días, ese sosiego ha empezado a resquebrajarse. El VIX ha vuelto a situarse por encima de los 20 puntos, una cota que, sin ser alarmante, sí marca el regreso del nerviosismo. Las causas son múltiples y, en conjunto, dibujan un cuadro de vulnerabilidad que los inversores habían preferido ignorar, señala el fundador de Fortuna SFP, José Manuel Marín Cebrián.
El primer foco de tensión procede del sistema bancario regional estadounidense. Varias entidades medianas han mostrado señales de estrés en sus balances ante la persistencia de unos tipos de interés elevados y la debilidad de algunos segmentos inmobiliarios, especialmente el comercial. Entre los nombres más señalados figuran Zions Bancorporation, que sufrió caídas superiores al 13% tras revelar un cargo de unos 50 millones$ vinculado a préstamos fraudulentos; Western Alliance Bancorp, afectada por litigios relacionados con fraude crediticio y retrocesos de más del 10%; y New York Community Bancorp (NYCB) —a través de su filial Flagstar Bank—, cuya exposición a préstamos de inmuebles comerciales supera el 470 % de su capital, una cifra que refleja un riesgo de concentración preocupante.
Este nerviosismo recuerda inevitablemente lo ocurrido en 2023, cuando el colapso de Silicon Valley Bank y First Republic Bank desató una crisis de confianza que se extendió por todo el sistema financiero estadounidense. Aquella onda expansiva cruzó el Atlántico: en Europa, Credit Suisse se vio al borde del colapso y tuvo que ser rescatado mediante una fusión de emergencia con UBS. Fue un recordatorio de que las fragilidades del sistema bancario, por muy localizadas que parezcan, pueden tener consecuencias globales. Hoy, aunque las cifras de exposición sean menores y la supervisión más estricta, la reacción del mercado revela una verdad incómoda: la confianza sigue siendo el activo más frágil del sistema financiero.
A la fragilidad doméstica se suman las renovadas tensiones comerciales con China. Washington ha endurecido su posición sobre el acceso a materiales críticos —las llamadas tierras raras— esenciales para la industria tecnológica y de defensa. Pekín, por su parte, ha insinuado restricciones a las exportaciones, reeditando un pulso que va mucho más allá del comercio: es una pugna estratégica por el control de la economía del futuro. Este enfrentamiento amenaza con elevar costes, entorpecer cadenas de suministro y presionar márgenes empresariales justo cuando los inversores habían apostado por un ciclo expansivo impulsado por la innovación.
En paralelo, el cierre parcial de la administración estadounidense —con el Congreso de nuevo bloqueado por disputas presupuestarias— ha añadido un elemento más de incertidumbre. Aunque históricamente estos episodios tienen un impacto económico limitado, su efecto psicológico sobre el mercado es notable. Representan un recordatorio de la disfunción política que atenaza a Washington y de los riesgos que esta supone para la estabilidad fiscal en un país que acumula ya una deuda pública superior al 120 % del PIB.
Finalmente, el factor tecnológico, hasta ahora la gran esperanza de los mercados, empieza a mostrar signos de fatiga. El entusiasmo en torno a la inteligencia artificial ha impulsado valoraciones difíciles de justificar en términos de beneficios actuales. Algunos analistas advierten de que el fenómeno recuerda a la burbuja de las puntocom de principios de siglo: una revolución tecnológica real, sí, pero con un ritmo de monetización mucho más lento de lo que descuentan las cotizaciones. La toma de beneficios en los grandes valores tecnológicos ha amplificado la corrección y devuelto el miedo a un mercado excesivamente concentrado.
La suma de todos estos elementos ha roto el espejismo de estabilidad. El repunte del VIX por encima de 20 no implica necesariamente un cambio de ciclo, pero sí una advertencia clara: la complacencia tiene un precio. La economía estadounidense sigue creciendo, pero bajo una superficie de solidez aparente laten tensiones financieras, geopolíticas y políticas que el mercado ya no puede ignorar. En tiempos de euforia tecnológica y abundancia de liquidez, los inversores tienden a olvidar que el riesgo nunca desaparece, solo cambia de forma. Hoy, ese riesgo vuelve a hacerse visible. Y con él, la volatilidad regresa a Wall Street.