Miguel Ángel Valero
Aumento vertiginoso de la inversión, rápida innovación y creciente volatilidad. Son las razones de por qué la inteligencia artificial (IA) está redefiniendo ganadores y perdedores, y de cómo "la selección activa podría ser clave en lo que creemos que podría ser un auge, no una burbuja", subraya un análisis de DWS.
La IA sigue siendo un potente motor para los mercados. Pero en 2025, la adopción exponencial, la innovación y el aumento de las inversiones no solo lograron captar el interés inversor, sino que también introdujeron una mayor volatilidad. "Nuestro objetivo para el S&P 500 de 7.500 puntos para finales de 2026 se basa en la expectativa de que habrá un crecimiento de dos dígitos en los beneficios, con la IA desempeñando un papel clave, especialmente en el caso de las acciones estadounidenses", explican en la gestora ligada al grupo Deutsche Bank.
Pero la verdadera prueba de fuego para la sostenibilidad de estos modelos de negocio aún está por venir. Hiperescaladores como Microsoft, Alphabet, Meta y Amazon han revisado repetidamente al alza sus planes de inversión en capital y pueden permitírselo, gracias a su sólida generación histórica de flujo de caja. Su gasto en capital como porcentaje del flujo de caja operativo sigue estando en rangos manejables. Sin embargo, estas inversiones están transformando a los gigantes tecnológicos de innovadores con pocos activos a proveedores de infraestructura intensiva en capital, lo que plantea importantes preguntas sobre cómo los valorarán los mercados en el futuro.
La esperanza sigue pasando por que los grandes modelos de lenguaje y los centros de datos proporcionen una infraestructura similar que pueda impulsar años de productividad, como lo hicieron en el pasado los ferrocarriles o las redes de fibra óptica. Pero el riesgo de exceso de capacidad, activos varados y estrés financiero es real, especialmente si la demanda no sigue el ritmo o si las restricciones energéticas son más duras de lo esperado. Los inversores deben sopesar tanto las promesas como los peligros de esta nueva era.
Los fabricantes de hardware y los proveedores de centros de datos fueron los primeros ganadores de la IA, y "creemos que algunos de ellos, como los proveedores de chips asiáticos o las empresas europeas y estadounidenses que están construyendo infraestructuras eléctricas, podrían mantener una posición sólida. También buscamos empresas que apliquen la IA a problemas del mundo real en la industria, la sanidad y la educación", remarcan los expertos de DWS.
En este universo de inversión en IA cada vez más amplio, la necesidad de una selección activa y táctica podría ser aún más importante. Cuando la innovación acorta los ciclos de los productos y la volatilidad sigue siendo alta, las estrategias de compra y mantenimiento pueden parecer cada vez más arriesgadas.
El camino a seguir está lejos de estar claro. La IA está planteando muchas preguntas sin resolver. ¿Se convertirá la demanda energética en el principal obstáculo para la expansión de la IA? ¿Podrá China superar a Occidente con electricidad más barata, regulaciones más laxas y una fuerza de trabajo de ingeniería masiva? ¿Se convertirá la concentración del mercado estadounidense en un puñado de gigantes tecnológicos en una prueba de fortaleza o una vulnerabilidad? ¿Y son los grandes modelos lingüísticos actuales la última palabra o solo un paso hacia algo todavía más transformador?
Medir las verdaderas ganancias de productividad de la IA también sigue siendo un desafío, ya que los avances que acaparan los titulares suelen tardar tiempo en convertirse en modelos de negocio. Algunas innovaciones tendrán éxito. Otras nunca llegarán a ser fundamentales o serán superadas y quedarán obsoletas. La incertidumbre es lo único seguro.
¿Es la IA una burbuja o un auge? Para los analistas de DWS, podría ser un auge, pero con algunos excesos. Las comparaciones con la era puntocom son tentadoras, pero imperfectas. Las ganancias actuales probablemente estén más impulsadas por los beneficios que por las valoraciones. Los beneficios, las inversiones y las innovaciones son reales, y la creciente selectividad del mercado puede ser una señal de madurez.
"Se espera que el tren de la IA mantenga su rápido ritmo, y la mejor manera de disfrutar del viaje parece ser mantener la curiosidad, cuestionar regularmente nuestras propias convicciones sobre la IA y seguir bien diversificados", concluyen en DWS.

The Trader: No todos llegarán al final del camino
Por su parte, el analista Pablo Gil aporta sus reflexiones sobre la IA en The Trader. Larry Ellison, cofundador de Oracle, uno de los veteranos más influyentes y polémicos de Silicon Valley, lleva casi cinco décadas dejando su huella en la industria tecnológica. A sus 81 años, lejos de retirarse, ha decidido protagonizar el mayor salto estratégico de su carrera: convertir a Oracle en un pilar central de la revolución de la inteligencia artificial.
Lo que empezó con un mensaje en LinkedIn terminó convirtiéndose en el mayor contrato de computación en la nube jamás firmado: OpenAI se compromete a gastar 300.000 millones$ en servidores de Oracle. El proyecto, bautizado como Stargate, exige construir algunos de los centros de datos más grandes del mundo y situó a Ellison en el epicentro del boom de la IA.
La reacción inicial fue eufórica. Oracle sumó 250.000 millones$ en capitalización, Ellison llegó a encabezar la lista de multimillonarios y el mercado asumió que, en IA, ningún riesgo era demasiado grande. Pero esa narrativa ha empezado a agrietarse. La construcción de los megacentros está disparando costes, alargando plazos y llevando el flujo de caja de Oracle a niveles negativos no vistos desde los años 90. El suministro eléctrico se ha convertido en un cuello de botella y la empresa depende en exceso de un único cliente: OpenAI, que pierde miles de millones al año y cuyos ingresos aún no justifican semejante infraestructura.
Microsoft (socio histórico de OpenAI) rechazó un acuerdo similar al considerar que dedicar centros multigigavatio a un solo cliente era una apuesta demasiado arriesgada. Oracle, en cambio, la asumió sin dudar.
Las señales de alerta ya están en los mercados: sus “credit default swaps”, seguros contra impagos de deuda, se han disparado y sus acciones han corregido casi un 50% en pocos meses. Oracle ha pasado de símbolo del entusiasmo por la IA a termómetro del miedo creciente a un posible exceso.
La compañía se ha convertido así en el barómetro del momento. Su apuesta puede ser histórica si la IA cumple las expectativas transformadoras que promete. Pero si la adopción avanza más lenta de lo previsto, podría quedar atrapada con infraestructuras gigantescas, carísimas y difíciles de rentabilizar.
El tiempo dirá si, tal y como Ellison piensa, “la IA es el mejor negocio en la historia de la humanidad”, o si estamos ante el preludio del pinchazo de la mayor burbuja tecnológica de nuestra era.
"Creo firmemente en la IA como revolución, pero también sé que los mercados suelen adelantarse demasiado a la economía real. Oracle no es el problema; es el síntoma. El reto ahora es separar innovación de euforia y crecimiento futuro de flujos de caja presentes. Porque la IA cambiará el mundo, sí, pero no todos los que apuesten fuerte llegarán vivos al final del camino", advierte este experto.